La hija encantada

Esta era una señora que tenía una hija que se llamaba Regina, la mamá la dejaba encerrada bajo muchas llaves, se iba a trabajar y la dejaba encerrada. Un buen día llegó y le cantó:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

Pran, abrió la puerta y había un joven y cuando vio ese joven tan bello, le encantó. Al otro día cuando se jue la mamá, ha llegado el joven a cantarle:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.

Y ella dice:

Esa no es la voz de mi madre, que en este castillo me tiene encantada.

Rompió la guitarra el muchacho y se jue; cuando llegó la mamá:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

Pran, abrió la puerta y el joven estaba ahí, escuchando. Bueno, al otro día salió la mamá; vino otra vez el joven a cantarle:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Y dice ella:
Esa no es la voz de mi madre, que en este castillo me tiene encantada.

Brun, rompió la guitarra otra vez el pelado, y se jue. ¿Cómo es que yo voy a hacer? ¿Cómo voy a hacer? Tengo que aprenderme bien; entonces cuando llegó la mamá:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

Pran, abrió la puerta, entró la mamá. El pelado, al otro día, ahora sí ya se aprendió la canción:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

Ahí, pran, abrió la puerta y cuando aoooh la retó. Po’ qué me has hecho eso, dijo ella, ahora yo qué hago, qué hago. Él le dijo: ve, nos vamos. No, espera, yo echo tres salivas y esas tres salivas le contestan a mi mamá cuando llegue. Llegó la mamá:

Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.

Le contesta una saliva:
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

La mamá, espere que abran la puerta, vuelve y le canta:
Regina, la hija de Pascuala, abrime la puerta que yo soy tu madre.
Le contesta una saliva:
Ya voy madre, me estoy peinando, como soy tan crespa me estoy desenredando.

La mamá dijo: Regina se me ha volado. Y brun abrió la puerta y no lo ha echado esa señora, y ellos han salido a correr, camina, camina al andar, camina al andar y entre más caminaban les parecía que no andaban y andando iban, camina al andar y andar. Cuando voltea a ver Regina y dice: viene una nube negra. Como ella era también bruja como la mamá, dice: esa nube negra que viene allá esa es mi mamá; ahora te vuelves pescador y yo sardina.

Así, pran, se hizo el lago y la mamá venía como un viento y cuando llegó ahí: señor, ¿usted ha visto pasar a un hombre y a una mujé por aquí? Y él, ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa, ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa. Señor, ¿que si ha visto pasar a un joven y a una joven por aquí? Ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa, ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa. Señor, ¿que si ha visto pasar a un joven y a una joven por aquí? Ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa, ni pica ni jala, me voy pa’ mi casa. Hasta que la señora cansada se regresó pa’ su casa. Cuando piensa: ese pescador y ese lago, esa era mi hija y el pescador. Y se ha vuelto, y ellos estaban camino al andar, camino al andar y entre más caminaban, parecía que no andaban y andando iban, camino al andar, camino al andar.

Cuando Regina voltea y dice: otra vez esa nube negra que viene allá, esa es mi mamá. Ahora, yo me vuelvo la iglesia y tú te vuelves el cura, se volvió la iglesia y el padre predicando y llega. Señor cura, ¿usted no ha visto pasar a un joven y a una joven por aquí? Y yo no quiero ser Dolorosa, no, no, yo no quiero ser Dolorosa, no, no, yo no quiero ser Dolorosa, no, no, yo no quiero ser Dolorosa, no, no. Señor cura, le preguntó, ¿que si ha visto pasar a un hombre y a una mujé po’ aquí? Yo no quiero ser Dolorosa, no, no, yo no quiero ser Dolorosa, no, no, y el cura callado. Cansada de caminar la vieja se ha regresado otra vez pa’ la casa, y cuando llegó, dijo: no, esa iglesia y ese cura es Juan y la Dolorosa esa es mi hija, voy otra vez pa’ llá.

Así que corre, y corre, y corre, y corre, y corre, van corriendo y ella viene corre, corre, corre, corre, corre, corre, más que el viento, corría, y corría, y corría, y le parecía que no corría. Cuando dice Regina: esa nube negra que viene allá esa es mi mamá. ¿Y ahora qué nos hacemos? Yo te vuelvo en el palo de guayabas y yo la guayabita. A lo que la señora va cansada y con hambre y ve ese palo de guayabas tan bonito y echa a subirse y a caerse, echa a subirse y a caerse, echa a subirse y a caerse, hasta que por fin logró coger guayaba y temple la guayaba y nada, temple la guayaba y nada, temple la guayaba y nada. Cansada regresó pa’ la casa, se acostó a dormir y dice: mañana será otro día.

Ellos caminaron, caminaron, caminaron, hasta que llegaron a una choza. Al otro día la mamá también ha cogido el camino, pero ellos, vencidos de tanto caminar, les cogió el sueño y cuando llegó y vio la señora esa choza y una luz resplandeciente, dice: esa luz resplandeciente, ¿quién será? ¿Quién vive aquí? Nadie. ¿Quién vive aquí? Nadie. ¿Qué será que yo voy a hacer, dónde voy a encontrá a mi hija? Se sentó cansada y cuando ellos despertaron, la señora también estaba profunda dormida, y han arrancado a correr y ella profunda dormida. Cuando despertó no estaban ni la choza ni la luz. ¿Pero cómo? Dijo ella, aquí estaba una choza y una luz, así que por no alargar el caso se jueron y no los encontró. Así que colorín colorado, el cuento se ha acabado.

 

Código: CLTC 563N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Timbiquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Hipólita Angulo

Edad informante: 60

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

Tu madre

Este era un señor casado con una mujé, tuvieron viviendo, tuvieron viviendo, hasta que llegaron a tener dos hijos. Un buen día se les acabó la comida, había pan, pero no había presa. El señor cogió su escopeta y se jue a cazar al monte, como hacen todos los de la costa. En el campo salió y nada, no incontraba ni mariposas volando. Volvía a la casa, llegaban los hijos: papá, tengo hambre. La señora decía: yo también tengo hambre. Pero si yo me jui a cazar y no conseguí nada. Al otro día se iba otra vez con su escopeta, y camine, camine, camine, camine, camine, camine monte a dentro; camine todas las montañas y nada. No encontraba ni mariposas, ni lagartos, pue ni lagartín. Otra vez se venía pa’ la casa, todo triste, cansado y los hijos: papá, tenemos hambre, nos vamos a morir del hambre. La mujé también: yo tengo mucha hambre. Pero yo qué hago si voy a cazar y no encuentro nada.

Al otro día otra vez se iba camine, caminaba más lento, camina andar, entre más caminaba parecía que no caminaba y andando iba y se iba y se entraba en la montaña y nada, vuelve todo aburrido. Se venía la mujé: que vos no encontraste, estos niños están muertos de hambre, qué les damos. Pero mujé, si yo no encuentro nada qué hago. Hasta que el otro día dijo: hoy, si encuentro a mi madre, a mi madre le tiro. Se jue pa’ l monte camine, camine, camine, camine, camine; sube cuchilla, baja cuchilla, sube montaña baja montaña, y caramba no venía nada, nada y se regresó. Ya venía cansado cuando tututuuttututtuuuuu sale una perdiz: ay, esta es la suerte, coge, arregla la escopeta y cuando le va a pegar, en esa el animal:

¡Ay! Apuntame bien, ay apuntame bien claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Él estaba aterrado, pero el hambre era más dura y la necesidad y los hijos llorando y la mujé; pun, pun cayó el animal ahí, cuando lo va a alzar le dice:
¡Ay! Apañame bien, ay apañame bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Pero cristiano, Dios mío, qué es que yo he hecho; pero en todo caso mis hijos están muertos de hambre y yo también, yo me la llevo. Cuando la iba a cargar: ¡Ay! Cargame bien, ay cargame bien. Claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.
Ay, Dios mío, yo qué es lo que he hecho. Pero como él había dicho que si a su madre se encontraba, a su madre le tiraba, entonces la lleva y la pone en la cocina. Cuando le dice: mujé ahí está la perdiz. Y cuando la señora la iba a coger:
¡Ay! Cogeme bien, ay cogeme bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

¡Ay, no! Yo ese animal no lo toco, como es que un animal después de muerto tiene que estar hablando. Ese no puede ser un animal, dijo, yo lo pelo porque mis hijos están con hambre.
¡Ay! Pelame bien, ay pelame bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

El señor, todo aburrido y aterrado, pero pues, seguían adelante pues porque el hambre de la familia, así es que cuando la peló:
¡Ay! Despresame bien, ay despresame bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.
Así, pues primero la despresó, la echó a la olla y cuando en la olla:
¡Ay! Aliñame bien, ay aliñame bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Dice la mujé: yo no voy a comer eso, los hijos tampoco, yo no voy a comer eso, cómo es que ese animal después de tanta cosa, está hablando. Bueno, él cocinó su comida, se sirvió.
¡Ay! Servime bien, ay servime bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Se sirvió el señor, se sentó a comer.
¡Ay! Comeme bien, ay comeme bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

¡Ay! Virgen del Carmen, se la comió. Cuando ya se la comió:
¡Ay! Ahí colgá tu maca, ay ahí colgá tu maca. Claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.
¡Ay! Acostate bien, ay acostate bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Todo lo que le decía, así que fue y se acostó el señor, y…
¡Ay! Maquiate bien, ay maquiate bien, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

El señor se maquió, se maquió, se maquió, se maquió, se maquió, hasta cuando ya le dijo:
¡Ay! Ya voy a salir, ay ya voy a salir, claren quen, claren quen, que a tu madre bien cun, cun, cun.

Cuando vio jue que pluuuuuun se le explotó la barriga y salió el ave volando y el señor, quedó ahí, muerto.

 

Código: CLTC 573N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Timbiquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Hipólita Angulo

Edad informante: 60

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

El Tío Conejo y el Tío Tigre

El Tío Conejo estaba sentado comiéndose un corozo y llegó el Tío Tigre que le dijo: ay sobrino, regálame un pedacito de corozo que tengo mucha hambre. Le contesta: ¿usted quiere comer corozo? Sí, mijo. Ponga las dos bolas encima y lo parte y saca el corozo. El pobre del hambre que tenía, las puso, y ha alevantao con alma y pun, pun, ay, ay, ay, ay sobrino, ¿esto qué es? Ay, ay, ay. Arrancó a correr Tío Conejo. Se ha ido el Tío Tigre pa’ donde la mujé que está con sus hijitos: ay, ay, ay, ay. Se murió Tío Tigre. Pero antes le contó, así que conejo se ha echado a perder.

Un buen día la tigra ha recomendado a todos los animales que si sabían del conejo, pero nadie le daba razón, y programó una fiesta, que fueran a pregonar en toda la selva que había una fiesta para todos los animales. Ella era para ver si conseguía a conejo pa’ vengarse. El día anunciado van pasando los animales. ¿Cómo se llama? León. ¿Cómo te llamas? Tigre. Así iban desfilando y les iban preguntando el nombre a todos los animales y Tío Conejo, como es diablo, se jue a un palo de sande, lo cortó. Como ese echa leche, se llenó todo el cuerpo y se ha revolcado en todas las hojas que había por ahí, pa’ pasar y que no lo reconocieran. Va a la fila. ¿Cómo te llamas? Me llamo culebra. ¿Cómo te llamas? Me llamo piande (lagarto).

Cuando llega Tío Conejo. ¿Cómo te llamas? Me llamo hojarasquín del monte. Eso no se ha oído. Lo iban a coger y ha salido Tío Conejo, corre, corre, corre y se le jueron saliendo las hojas, llegó a una casa y se instaló. En ella vivía la Tía Tigre pasando trabajos con esos siete tigrecitos y buscando comía y no encontraba, y no encontraba con quién dejar a los pequeñitos, y Tía Tigre dijo: ay sobrino, yo estaba con venganza con usted por la muerte de su Tío Tigre, pero ya no tengo más venganza. ¿Usted me puede cuidar a sus primos hasta que yo venga de trabajar? Sí tía, yo se los cuido.

Se acostaron a dormir. Al otro día se jue la tigre, ha cogido el Tío Conejo y ha matado a uno de los tigrecitos, lo ha cocinado, hecho la comida. Llegó la tigra y le sirvió: sobrino, ya comí, tráigame a sus primos pa’ darles de mamar. Iba y traía uno, iba y traía el otro, iba y traía el otro, iba y traía el otro, así hasta tuvo que llevar a uno dos veces. Al otro día se va vuelta la tigra a trabajar. Vuelve Tío Conejo y mata a otro tigrecito, lo cocina, hace la comida. Llega ella: sobrino, ¿cómo están sus primos? Uuuuh, felices y dichosos. ¿Va a comer? Sí mijo tráigame. Le servía, van, van, van, comía la tigre. Bueno tráigame sus primos que les voy a dar de mamar. Le llevaba uno, llevaba el otro, llevaba uno, llevaba el otro, ahora tenía que llevar dos veces a dos, quedaban cinco. Al otro día se iba la tigra a trabajar, y otra vez el conejo mataba otro tigre, hacía la comía, le guardaba. ¿Sobrino, cómo están sus primos? Están muy bien, gordos, creciendo ve, están grandes. Ella no echaba a ve porque mandaba que se los trajera para darles de mamar. Le llevaba tigre, uno por uno, hasta que ya eran tres que tenía que traer tres veces. Así quedó el último. Entonces ese día llegó la tigra: ¿cómo están sus primos? Están bien, le sirvió, comió. Váyalos trayendo. Le tocaba llevar al mismo las siete veces. Pero no quiere comer. ¿No ve que yo les doy de comer muy bien? Sí señor.

Al otro día se jue la tigra otra vez y mató al último tigre. Llegó la mamá, le sirvió y él se puso en la esquina. ¿Cómo están sus primos? Muy bien ya saltan y brincan. Usted si es buen cuidandero. Sí tía. Tráigame a sus primos que les voy a dar de comer. Cuáles primos si se los ha estado comiendo. Arrancó a correr, y corra, y corra, y corra, y corra, y corra, y corra, y corra hasta que vio tío una cueva y ruuuun se metió. Y la tigra no cabía, entonces, busque un palo, busque un palo, busque un palo.

Estaba un sapo por ahí, y le dijo: sapo, cuidame la cueva para que conejo no se vaya a salir que voy a buscar un palo largo porque lo voy a matar. Sí tía, yo se lo cuido bien. Empezó ese sapo brinque pa’ lado y lado, brinque pa’ lado y lado, y le dice Tío Conejo: sapo. Crúa. Abrí los ojos que me voy a salir. Y abiertos no los tengo y abiertos no los tengo. Brincaba pa’ lado y lado. Sapo abrí los ojos que me voy a salir. Y abiertos no los tengo. Y brincaba de lado a lado. Abiertos no los tengo, abiertos no los tengo. Conejo haciendo una bola de barro. Sapo abrí los ojos que me voy a salir. Y abiertos no los tengo, abiertos no los tengo. Se la lanzó, y salió Tío Conejo, cri, cri, cri, cri, se perdió. El sapo se lavó la cara, cuando llega la tigra con un palo larguísimo.

Sapo, ¿aquí está conejo? Sí tía, yo no me he movido de aquí, aquí está. Y ella mete ese palo pa’ dentro, y dele pa’ dentro, y no alcanzaba a Tío Conejo. Cortó otro palo y lo añadió. Sapo, ¿aquí está conejo? Sí, está conejo, no se ha salido.

Y la Tía Tigra de ver que no salió conejo, el sapo dijo: conejo se jue y arrancó a correr. Y lo cogió la Tía Tigra, había una candela. Ahora te tiro a quemar porque me dejaste ir al conejo. Le contesta: si me tira a la candela yo me brinco, si me tira al agua me ahogo. La tigra lo aventó al agua. Aquí sí me salvo, aquí sí me salvo. Y se jue, se jue, se jue braciando y quedó la tigra sin hijos, sin marido y el conejo perdido y el sapo bañado. Así que se acabó el cuento.

 

Código: CLTC 541N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Timbiquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Hipólita Angulo

Edad informante: 60

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

La magrastra

Estaba un señor casado con una mujé, y tenía una hija de la anterior mujé. El señor se iba a trabajar y la magrastra ponía a la niña a hacer todos los haceres. Cuando venía el marido le ponía quejas y la castigaba, la ponía a hacer el almuerzo y le daba a ella la sopa vacía y al hijo de ellos toda la carne. Cuantos más días la entenada más gorda y el hijo más flaco. La señora pensaba: ¿por qué mi hijo es más flaco y ella más gorda? No sabía que le estaba dando en la sopa toda la vitamina y al hijo todo el bagazo, creyendo que estaba haciendo bien con el hijo y le estaba haciendo un mal.

Así y así, seguía y seguía, el hombre llegaba de trabajar: ¿cómo está mi hija? Está muy bien. ¿Y dónde está? Haciendo tareas. Mentira, que la tenía castigada. Volvía y se iba el señor, ella la sacaba y la ponía a hacer otra vez todos los oficios. Hacía la comida y le daba otra vez toda la sopa sola y nada de presa y la niña cuantos más días, más gorda porque se estaba comiendo todo el alimento, y el otro estaba comiendo el bagazo.

Un buen día castigó a la niña, la llevó al huerto y la mató, y ahí donde la enterró nació una mata de bello frondosa, y unos frutos muy bonitos. Y el papá llegaba: ¿dónde está mi hija? Está donde una compañera haciendo trabajos y el señor confiado. En eso, cuando un buen día jue el hermano al huerto y ve esos frutos tan bonitos, y echó a coger uno, cuando el huerto:

(Canto) Mi hermano por ser mi hermano no me arranque los cabellos, mi magrastra me ha enterrado por una fruta de bello, la puse sobre la mesa y el perro se la comió y por una pendejara mi magrastra me enterró.

No cogió el fruto el muchacho; le dice al jardinero que allá hay una fruta muy bonita y que vaya a cogerla, cuando va a coger el fruto: (Canto) Jardinero, jardinero no me arranqués los cabellos, mi magrastra me enterró por una fruta de bello, mi magrastra me enterró.

¡Huy! Ese árbol está vivo. Se jue porque no pudo coger la fruta. Otro día llevaron al papá al huerto, esa fruta tan bonita, comestible y este le manda la mano. (Canto) Mi padre por ser mi padre no me arranqués los cabellos, mi magrastra me ha enterrado por una fruta de bello, la puse sobre la mesa, mi magrastra me enterró.

Bueno, dice el papá, pero, ¿cómo? Y se va el papá para la casa y le pregunta: ¿dónde está mi hija? Está donde una compañerita. ¿Seguro que está? ¡Lléveme donde está! No, yo no sé dónde vive la compañera. Le dice él: vamos pa’ l huerto que hay una fruta muy bonita. Llega, ay, ella con esa ansia cuando le contestó:

(Canto) Mi magrastra por ser mi magrastra no me arranque los cabellos; mi magrastra me ha enterrado por una fruta de bello, la puse sobre la mesa y el perro se la comió y por una pendejara mi magrastra me enterró.

Así que mejor dicho, el señor: ¿vos la mataste? Que yo, no. ¡Vos la mataste! Así que el señor jue, consiguió una pala y cave, y cave, y cave, y cave, cuando incontró el cuerpo de la niña.

Se jueron y jueron caminando hasta la Alcaldía, y le dijo al señor alcalde: esta señora ha matado mi hija. ¿Y cómo lo sabe? ¡Venga le muestro! Así que se jueron allá, por no alargar el cuento la magrastra quedó en la cárcel y el papá sufriendo.

 

Código: CLTC 551N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Timbiquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Hipólita Angulo

Edad informante: 60

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010