La terrible obscuridad

Un día el mundo se obscureció. Todos se ahogaron. Entonces la gente se puso a romper todas las piedras que hubo, para romper la obscuridad. Pero la gente se murió. Entonces vino el primer hombre. “¿Qué vamos a hacer? ¡Todo está obscuro!” dijeron. Se pusieron a romper las piedras para romper la obscuridad. Dentro de la casa las rompieron, dando y dando. Por fin rompieron las piedras y el día se volvió. El resto se murió. Entonces volvieron a vivir. Pero después de un rato otra vez todo se puso obscuro. Ellos lloraban: ”Hóbai homa kini burúa”. Por fin rompieron las piedras y volvió el día, pero muchos se morían. Entonces se pusieron a tumbar monte y a sembrar. Pero como no tenían herramientas solo pelaban la cáscara de los palos, hasta que éstos se murieron. Vivían así y manejaban solo maíz chiquito. Le sacaban harina y lo comían con agua como sola cosa.

 

Código: CLTC 361N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

Karagabí y el agua para el pueblo

El único dueño del agua era Héntserá (un ser mítico). Él siempre tomaba agua buena pero Karagabí no tenía. Un día Héntserá regaló a Karagabí un poco de agua y a éste le gustó mucho. Un día Héntserá se fue para la montaña para traer agua. Encontró y tomó mucha. Karagabí quien también fue a buscar, no encontró. Karagabí tuvo que tomar agua de aguacero. Karagabí tenía un muchacho como sirviente en la casa y dijo a él que ponga atención adónde Héntserá se conseguía agua. Un día Héntserá se fue a buscar agua y el muchacho le siguió y vió como Héntserá se encontró un gran árbol, llamado jenéne. Volvió y se lo dijo a Karagabí. El reunió su gente, además muchas hachas y ocho arditas. Se fueron todos a tumbar el palo. Trabajaron ocho días y al fin lo tumbaron. Pero como cayó el palo, la raíz se volvió el mar, las ramas quebradas, las más grandes el Cauca y el Magdalena. Así todos tenían agua. Las arditas tenían todas narigueras (monsimá). Y cuando cayó el árbol, éstas se reventaron.

 

Código: CLTC 362N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

Hijos de la Pantorrilla

Karagabí tomó su hacha y se fue a tumbar una palma barrigona. Hizo cortes en el palo, diez o veinte o más y luego tapaba los cortes con grandes hojas de rascadera y se fue. Después de unos días se fue a ver el árbol. Destapaba un hueco y allí había mucha gente y salieron muchos y era como un chorro. Pero ellos no eran gente que duraba, no eran de aguante. Cuando los picaba una hormiga, ya se morían. Las mujeres de ellos no criaban sus hijos en el vientre sino en la pantorrilla y por eso los llamaban: híno-pota uára (“Hijos de la Pantorrilla”. Tal vez este concepto se relaciona con la deformación artificial de las pantorrillas, practicada por tribus karib generalmente). Ellos se acababan y así Karagabí tuvo que hacer nueva gente. De estos venimos nosotros.

 

Código: CLTC 363N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

El hijo de Karagabí

El hijo de Karagabí era un sabio. Bajo de la tierra era otro estado con gente que se llamaba aramúko dohurá. Los aramúko comían pero solo jugo, pero no defecaban. Entonces dijo el hijo de Karagabí: “Como ustedes no saben defecar, voy a hacerles un ano a cada uno para que puedan comer de todo”. Los aramúko dijeron: “Bien”. El hijo dijo: “Eso es fácil”. Se fue y trajo un cuchillo y cortó a cada uno las nalgas. Pero los aramúko se murieron de eso.

 

Código: CLTC 364N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

El hombre en el árbol

Karagabí mandó a un hombre a cavar un árbol y dijo que su hijo se meta a este árbol, pero que le quede un dedo afuera. Así lo dejó tapado. Al hombre quien hizo el ataúd, Karagabí lo volvió pájaro carpintero. Pero el hijo quedó vivo dentro del árbol y cuando mueve el dedo hay temblor.

 

Código: CLTC 365N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

El guatín tramposo

El guatín (Coelogynis paca sp.) era gente y era muy pícaro. Se ve muy chiquito, pero siempre molesta hasta a la gente grande. Un día el guatín estaba comiendo frutas en el monte. Entonces vino el tigre (jaguar) y dijo: “Ahora sí te voy a matar para comerte”; pero el guatín dijo: “¡Tío tigre, no me mates! No estoy gordo porque tengo muy poca comida”. Entonces preguntó el tigre: “¿Qué estás comiendo?” Entonces el guatín cogió una fruta de corozo y se la puso entre las piernas y le pegó con una piedra. “¿Estoy comiendo mis testículos; quieres probar?” El tigre comió y dijo: “Esto es muy sabroso”. Entonces dijo el guatín: “Tú eres tan grande; los tuyos deben estar mucho más sabrosos. ¿Por qué no vamos a comer uno?” “Está bien”, dijo el tigre. Entonces el guatín cogió los testículos del tigre y les pegó con la piedra. El tigre pegó un grito y saltó y se fue corriendo. Pero el guatín estaba con mucha risa.

El tigre estaba sentado en el monte y lloraba. Entonces vino el oso y preguntó: “¿Por qué estás tan triste?” “El guatín me molesta mucho”, dijo el tigre. Entonces dijo el oso: “¡Vamos a matarlo!” Los dos se fueron para esconderse pero de golpe vino el guatín corriendo y dijo: “Óiganme, allá arriba tengo un venado bien amarrado. Como a ustedes les gusta comer animales grandes se lo regalo el venado. Vamos allá para matarlo”. Los tres se fueron pero el guatín se fue adelante y soltó una piedra grande. La piedra se derrumbó sobre el león (puma) y el tigre y el guatín gritó: “¡Allí va el venado! ¡Cógelo!”. Pero la piedra dejó al león y al tigre casi muertos y el guatín se fue corriendo con mucha risa.
Un día dijo el guatín al tigre y al oso: “Por allí vi un animal grande que es buena comida; es muy manso y no se defiende. Siempre cuando para las orejas quiere decir: me entrego ya”. El tigre dijo: “¿Es la verdad o será una mentira?” “No, es la verdad”, dijo el guatín, ¡vamos para allá!” Así se fueron y vieron el animal grande. Era un burro. Cuando vio a los tres, paró las orejas. “¡Ve!”, gritó el guatín, “Ya quiere entregarse. ¡Mátenlo!”. Entonces el tigre y el león se fueron a coger el burro pero éste los aporreó, les pegó y mordió y los dejó casi muertos.
Un día los otros hicieron una roza (cultivo) en el monte y sembraron maíz. Pero el oso comía mucho y así casi se acababa la cosecha. Entonces dijo el guatín: “El oso come demasiado porque tiene mucha barriga. Hay que castigarlo”. Entonces dijo al oso: “¿Tío oso, quieres que te enseñe a ensillar una bestia?” “Está bien”, dijo el oso, “¡enséñeme!”. Entonces el guatín le puso riendas de bejuco y se montó en su espalda. Pegó al oso duro y le daba espuelas y lo dejó muerto de cansancio y garrotazos. Cuando el tigre se enteró de eso se fue a defender al oso, pero el guatín le había puesto una trampa en el camino. Así, cuando el tigre venía, se soltó la trampa y le lanzó una flecha que le dolía mucho. Entonces dijeron los otros: “¡Hay que matar al guatín!”. Prepararon una fiesta y dijeron: “Vamos a invitarlo al guatín y cuando esté bien borracho será fácil matarlo”. Invitaron al guatín que vino con su tambor. Por la noche tomaron chicha y el guatín tocaba el tambor y cantaba: pakuru-de usi-má (“con un palo me pegaron”). Cuando estaba cantando así el tigre dijo al oso: “¡Ahora sí; cojámoslo!” Los dos se lanzaron sobre el guatín y también todos los otros animales. Así era como un montón y el guatín estaba por debajo. Entonces gritó el tigre: “¡Ya lo tengo cogido!” “Ja, ja”, dijo el guatín, que el tigre tenía cogido en la pierna: “¡Sólo tienes un pelo mío cogido!”. Así el tigre le soltó la pierna y el guatín se fue corriendo.

Los otros fueron a buscarlo pero el guatín se había escondido en una cueva. El tigre y el oso dijeron: “¡Vamos a la casa a traer nuestras hachas para cavarlo! La ardita (ardilla) puede entrar en la cueva y ayudar a sacarlo”. Entonces la ardita se entró en la cueva, pero como tenía mucho miedo, dejó los ojos cerrados. Entonces dijo el guatín: “¡Abre los ojos! ¡Así no puedes verme!”. Entonces la ardita abrió los ojos y el guatín le echó tierra en los ojos. La ardita salió y se limpiaba la cara cuando vino el zorro con su hacha. “¿A dónde está el guatín?”, preguntó el zorro. “Debe estar aquí adentro”, dijo la ardita; “Yo no puedo entrar porque se me cayó un poco de mugre en un ojo”. Entonces el zorro pegó un hachazo como para abrir la cueva, pero pegó a la ardita en la cola. La ardita lloró mucho y gritó y cuando los otros corrieron a ayudarla, el guatín se salió de la cueva y se fue.

Entonces dijeron los otros: “Vamos a matarlo en el río, a donde todos van a coger agua”. Así se escondieron en el monte cerca a la orilla. Pero el guatín los había observado. Se fue adonde un gran colmenar y se revolcó en la miel y después se fue a un lugar donde había muchas hojas y se revolcó. Así parecía un animal grande. Entonces se fue para el río gritando: “¡Apártense! ¡Aquí viene el animal más grande del mundo!”. El oso y el tigre se asustaron y dijeron: “¿Quién conoce este animal? ¡Mejor nos vamos de aquí!”. Entonces el guatín se fue al río y tomó agua y después se fue a una altura y desde allá grito: “Fui yo, el guatín. ¡A mí no me pueden matar!”. Por fin dijeron los otros: “No podemos matarlo. Él sabe más que nosotros. Será mejor hacer la paz con él”.

 

Código: CLTC 352N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

Vampiro cazador

Un día se fue un hombre al río a pescar. Era con luna llena. Cuando estaba pescando, vino una nutria. Pero él no hizo caso. La nutria lo llamó y le habló pero el hombre pescaba. Entonces la nutria vino y se pegó a su pierna. Pero el hombre la sacó y la nutria se fue. Cuando el hombre volvió a su casa, contó lo raro y dijo que el animal no lo había mordido sino que sólo abrazó su pierna. Después de un mes se le hinchó la pantorrilla y se hinchó por demás y de golpe se reventó y apareció un niño. Pero el hombre se murió. El niño quedó vivo y una mujer lo crio. Pero todo alimento que quiso el niño era la sangre menstrual y no comía otra cosa. Así la mujer tuvo que darle sangre de ella.

Cuando ya era grande, preguntó por su madre. De noche se fue al pueblo a buscar entre las mujeres dormidas. Pero ellas no oían nada cuando él se acercaba, porque quedaban como privadas. Entonces él se puso a beber su sangre menstrual. Así las mujeres le cogían mucho odio.

El muchacho siguió preguntando a toda la gente: “¿Quién era mi madre?” Así un día un hombre le dijo: “Tu madre se la tragó la gran ballena que come gente”. El joven preguntó: “¿Dónde está?” Le dijeron: “Allá en el charco”. “Voy a matarla”, dijo el joven, “porque ella mató a mi madre”. Él se fue al lago y trajo su lanza bien amolada y cuatro grandes palos de balso. Cogió un carrizo y lo tocó para llamar la ballena. Entonces salió la ballena del agua y se tragó al hombre; también a la balsa. Pero en el vientre el joven encontró muchas gentes vivitas y animales y aves, y hubo ríos y quebradas. En medio hubo un río grande. “¿Por dónde sale este río?”, preguntó el hombre. “Por allá debajo de la cola”, le dijeron. Entonces el joven se fue y puso su lanza como tranca en la salida y se salió con su balsa. Pero después de un rato regresó y preguntó: “¿Adónde está el corazón del animal?” Encontró el corazón y era una gran ahumaya. El hombre lo mató y salió otra vez.

Cuando la otra gente en la orilla vio cómo el hombre salió del animal, se asombraron mucho. Pero él se fue a su casa y se puso a hacer asientos de balso. Entonces fue a cada casa y puso en cada casa uno de estos asientos. Entonces hubo una gran tempestad y trueno y relámpago. Cada vez cuando relampagueaba, se perdió un asiento. Por fin cuando todos se habían acabado, se acabó también la tempestad. Cuando las gentes salieron, vieron el animal muerto en el agua, en la orilla. El río corría rojo de sangre.

Pero la gente odiaba mucho al hombre: Un día preguntó: “¿Adónde está mi madre?” Le dijeron: “No fue la ballena que la mató, sino otro animal que vive allá en el río”. El hombre cogió un balso y entró al agua para matar al animal. El animal se llamaba nusi (tiburón). El hombre hizo un muñeco grande de balso y lo botó al agua y el animal se lo tragó. Él se metió detrás y le cogió el pescuezo y la boca del animal, que era muy bonita, como una flor de granadilla. Las aletas del animal eran como hoja de palma real y muy bonitas. El hombre mató al animal. Pero los indios lloraban mucho porque el animal era su dios y lo querían mucho.
La gente se fue pero el hombre los siguió, molestando a las mujeres. Una vez preguntó a una muchacha: “¿Es cierto que ese animal mató a mi madre?”. “No”, dijo la muchacha, “detrás de esta montaña vive otro animal que sí mató a tu madre”. Así el hombre se fue a buscar al animal que se llamaba unangaramia. No era un solo animal sino eran muchos. Era la mata de los animales. Allí donde estaban, salió humo. Se fue por allá y gritó y entonces se movieron los animales y gritaron. Así cuando llegaba, mató a muchos pero la mitad siempre quedó viva y el hombre se fue y dijo: “No puedo matar a todos. Si los mato a todos, no habrá más animales en el mundo”.

En el camino encontró unas mujeres de otra tribu y el hombre las agarró a todas para beber la sangre de ellas. Así lo odiaron mucho. Otra vez preguntó a una mujer: “¿Adónde está mi madre?” Las mujeres dijeron: “La luna la mató”. “¿Es cierto?”, preguntó el hombre. ”Sí, fue la luna”, dijeron. “Pues voy a matar la luna”, dijo el hombre y se fue.

Se puso a cortar guadua en el monte. Se fue amarrando las guaduas y se fue para arriba como en una escalera. Cuando llegó al camino de la luna, se quedó allá esperándola. Pero entonces vino el pájaro carpintero y casi le trozó la escalera. El hombre se cayó. Cuando cayó dijo: “mofóda” (pluma). Y cuando dijo eso, se cayó lento, lento como una pluma. Pero cayó y cayó en otro mundo, bajo la tierra. Allí hubo indios muy bajitos que solo comían humo de su comida, no más. Entonces botaron los pescados. El hombre se fue a comer los pescados. “¿Cómo haces eso?”, le preguntaron. “Porque es muy sabroso”, dijo él. “No podemos comer sino humo, porque nosotros no tenemos ano”. “Eso yo puedo arreglar”, dijo el hombre. “¡Sí, ayúdenos!”, dijeron ellos. Entonces el hombre cogió un palo de chontaduro y los chuzó. Pero muchos se murieron. Otros se alentaron. “¿No sabes de otro modo?”, le preguntaron. “No sé”, dijo el hombre. Entonces dijeron: “Hay que echarlo de aquí porque nos mata así”. El cacique dijo: “Móntate en este animal y no abre los ojos hasta que llegues al fin”. El hombre se montó y oyó muchos rumbidos (ruidos) y casi se cayó. Entonces dijo: “Ya estoy cansado”. “Ya llegamos”, dijo el animal, “Ya puedes abrir los ojos”.
Vino así al mundo nuestro pero se encontró en el monte y allí no hubo gente. Vino un venado y el hombre lo cogió. Se montó y se fue. Llegó a un río grande. “¡No te muevas!”, dijo el venado. Pasaron el río y cuando vino la noche se desmontó. Al próximo día se fueron y llegó al pie de su casa. El venado se fue.
En la casa le preguntaron mucho y él les contó y así los indios supieron del mundo subterráneo. Pero él seguía molestando a las mujeres. El hombre era un gran cazador y solo por eso lo soportaban. Un día dijeron: “Cuando duerma, le echaremos agua caliente como para matarlo”. Pero los otros se opusieron y lo defendían porque era buen cazador. Así no lo mataron. Un día lo picó una avispa grande y lo mató. Quedó muerto pero no lo enterraron. Lo lloraron dos días, pero al tercer día los indios se durmieron y cuando se despertaron, el muerto había desaparecido.

 

Código: CLTC 353N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

El hermano y las criaturas míticas

En una lucha cogieron a dos jóvenes presos. Se los llevaron bien amarrados. Entonces se escondieron ellos pero los persiguieron, pero por fin llegaron a su casa. La madre estaba llorando por sus hijos pero cuando regresaron preguntó: “¿Cómo fue todo eso?”. Los dos contaron cómo se escaparon. El padre escondió a sus hijos en una bóveda profunda, contra los enemigos. Pero los enemigos volvieron por la noche y los buscaron. No los encontraron y durmieron allá. El próximo día dijeron al padre: “¡Si no dices dónde están, te matamos!”. “Bueno”, dijo el padre; “Para no morir te lo voy a decir”, y los llevó a la bóveda. Cogieron a los hermanos y se fueron. Los enemigos se fueron con los dos, pero la madre les dio comida y mantas para el camino.

En el camino encontraron un derrumbe y los dos hermanos demoraron un poco. Los enemigos se caían en el derrumbe. Los dos presos también y llegaron muy aporreados y sin sentidos. Estaban casi muertos. Fueron a una quebrada y sacaron totuma y harina y se bebieron eso. Distribuyeron así la comida. Allí hicieron campamento para la noche.

“¿Qué haremos? Si vamos a la casa nos buscarán”, dijeron. Siguieron río abajo un día. Por la mañana encontraron a tiumía (animal mítico, armado con una lanza y que come gente). Cogió a uno y lo ensartó, pero el otro se escondió detrás de un balso y la lanza sólo entró en el palo ese. “Ve, hermano, ya me mató el animal”, dijo el otro, pero el otro hermano se salvó detrás del árbol y ahora salió para matar el animal. Lo mató y se fue río abajo y se sentó en la playa muy triste. Tomó otra totuma con harina y agua y se fue.

Entonces vino un negro chipote (grande), el dueño del animal, con su arco para matar al hombre. Este se escondió bajo de las piedras, pero el negro tiraba flechas en todas partes. Por fin se fue y el hombre salió y corrió río abajo. Pero el negro se devolvió y el hombre se escondió de nuevo en el agua. Así el negro no lo encontró y se fue.

En el río, el hombre encontró a Hörchibarí (caníbal mítico). El hombre dijo: “Estoy huyendo del negro. ¡Protéjame!” El Hörchibarí dijo: “¡Que venga! ¡Escóndete detrás de esta piedra!”. El negro vino como para luchar y dijo: “¿Por aquí no pasó gente?”. “¡No! ¿Por qué preguntas?” dijo Hörchibarí. “Porque mató mi animal”, dijo el negro. “Tú eres un pícaro”, dijo Hörchibarí y se pusieron a pelear y Hörchibarí ganó. El negro corrió.

Hörchibarí se llevó al hombre a la casa. Hörchibarí se fue mucho al río para matar pescado. En la casa le daba comida al hombre. Le daba carne de tatabro mientras preparaba caldo de pescado. El hombre comió maduro con pescado y tatabro. Pero Hörchibarí acostumbraba comer brea. Y así el otro pensó hacer lo mismo. Comió brea también la mujer de Hörchibarí. Así le dieron brea al hombre, pero comió y escupió porque era tan amargo. Hörchibarí le preguntó: “¿Por qué no comes eso?” “Porque no tengo costumbre”, dijo el hombre.

Así le daba carne y plátano y el hombre descansó bien. Así Hörchibarí no le molestó nada. El próximo día Hörchibarí mandó hacer caldo de pescado y preguntó al hombre: “¿Tú comes eso?”. “Eso sí como”, dijo el hombre.
Pero el juego de Hörchibarí era rodarse en los derrumbes monte abajo y un día se llevó al hombre a jugar. “¿Cómo te parece ese juego?”, dijo Hörchibarí. “¡Hágalo otra vez!”, dijo el hombre. Hörchibarí lo hizo otra vez y el hombre dijo: “Si yo hago eso me muero”. Así el Hörchibarí se rodó y se rodó y después se volvió cristiano (tomó figura humana) y dijo: “Voy a enseñarte”. Pero cuando Hörchibarí se rodó por tercera vez, el hombre se fue corriendo.

Pero como corrió por el monte, cayó en una trampa que Dumío (un ser mítico) había hecho. Era de chinchorro (red de fibras) y casi se rompió la trampa cuando vino Dumío. “¿Qué es eso?” dijo. ”Estoy corriendo de Hörchibarí” dijo el hombre. “Escóndete en el zarzo, en la olla grande” dijo Dumío. Entonces vino Hörchibarí con una maza grande. Pero Dumío se levantó y cogió su asientico y mató con él a Hörchibarí. Allá donde estaba él se quedó solo un montón de brea. Recogieron la brea en un canasto. El hombre se quedó allá para vivir.

Dumío se torció pitas delgadas y a una cuadra las tiró con bodoquera (cerbatana). El hombre también tiró pero no pudo tirar. “Falta mucho para enseñarlo” dijo Dumío. Entonces el hombre se bañó con pita y casi tiró entonces la pita. “¡Otro baño!” dijo el viejo. Entonces el hombre sí pegó la pita. “Ahora necesitas solo dos flechas” dijo el viejo. “Vámos a matar zahino (Dycotilus torcuatus) en el monte”, dijo. El hombre no sabía cazar pero el viejo mató tominejo y los cogió del pescuezo para estirarlos y se volvieron zahinos grandes. El hombre buscaba zahíno pero solo encontró tominejos. Mató veinte de ellos y los ensartó en la cintura y los llevó. Entonces esperaba a Dumío. “¿Qué hubo del zahino?” preguntó Dumio. “No encontré” dijo el hombre. “Pero tú tienes mucha fuerza para llevar un zahino” dijo Dumío.

Se fueron a la casa y pelaron los zahinos. El viejo tomó un pedazo de tominejo y lo puso en el fogón. Pero el próximo día estaba allá un montón de carne y comieron mucho. Otra vez se fueron a cazar y esta vez el hombre dijo: “Voy a ver si yo también puedo hacer zahinos de tominejos”. Mató a dos tominejos y los llevó a la casa y dijo: “¡Enséñeme!”. Entonces el Dumío le mostró una yerba. El Dumío cambió así tominejo en zahino. El Dumío vivió con su hija. El hombre se casó con ella. Pero con el tiempo el hombre se aburrió y quiso ir adonde sus padres. Preguntó a Dumío si podía ir allá. Se fue caminando hasta caer la noche. Al otro día también se fue caminando. Llegó a la casa de Kokoró (un ser mítico) . Le preguntó por el camino; entonces Kokoró le enseñó el camino y le dijo: “¡No cojas la mano de tu madre! ” El hombre llegó a la casa de sus padres pero cogió la mano de su madre. Y así el hombre tuvo que quedarse para siempre en la casa de Kokoró porque se le olvidó todo.

 

Código: CLTC 354N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

La mujer y las hormigas

Era una mujer que vivía sola en el monte con su hijo. El padre se había muerto. Un día el joven fue al río a pescar. Cuando estaba así pescando vio un puerco de agua. Al mismo tiempo oía una voz de mujer gritando: “¡Corre, corre!” El joven se fue corriendo a la casa y tenía mucho miedo. El próximo día el hombre fue otra vez al río a pescar. Entonces salió de golpe de la tierra una india muy bonita y toda embijada y dijo: “¡Venga a mi casa!” El hombre se asustó pero entonces dijo: “¡Venga más cerquita!” Pero como la mujer no quiso acercarse, el hombre hizo un paso adelante como para abrazarla. Entonces dijo la mujer: “Tienes que bañarte con flores del monte. Si haces eso, llegaré a tu casa esta noche”.

En la casa el hombre se bañó con flores y contó a su madre de la mujer. A media noche la india entró por la puerta. “Allí viene” dijo el hombre. “¿Adónde está?” dijo su madre. “Yo no veo a nadie”. Así estuvieron hasta la mañana. Después la mujer se fue. Dos noches más tarde preguntó el indio: “¿Adónde vives?” “Cerquita” dijo la mujer; “Somos muchos”; entonces dijo el hombre: “¿Por qué no vienes a vivir aquí a mi casa?” La mujer aceptó pero entonces dijo el hombre: “¿Por qué no te puede ver mi madre también?” La mujer dijo: “Ella tiene también que bañarse con flores del monte’ ‘. Así hicieron y así la madre también pudo ver a la mujer que se quedó en la casa.

Tuvieron dos niños. Un día el hombre se fue a visitar una gente vecina y allí encontró otra mujer y se casó con ella. Pero la mujer en su casa sabía de eso. Cuando el hombre volvió la castigó y le dijo: “¡Véte, ya conseguí otra mujer!” Pero la madre de él no quiso que se fuese la mujer. Entonces la mujer dijo a la madre: “¡Ven conmigo a conocer mi gente!” Así se fueron y la mujer mostró a la madre los tambos (casas indígenas sobre pilotes) en la orilla del río. Pero la madre que conocía bien el río, se asombró mucho porque nunca había visto antes estos tambos. Así hizo en el suelo, bajo de una casa, una seña para reconocer el lugar. Luego la madre se devolvió a su casa y allá le preguntó el hombre: “¿Adónde estuvistes?” La madre dijo: “En la casa de mi nuera”. Entonces el hombre dijo: “Muéstrame la casa. Quiero que venga otra vez porque la quiero mucho”. Así los dos se fueron a buscar los tambos, pero no encontraron nada. Hubo solo monte allá en la orilla del río. Entonces la madre mostró el lugar donde había hecho la seña y dijo: “Aquí estaba la casa”.

El próximo día volvió el hombre adonde la seña y lloraba mucho. Entonces oyó la voz de la mujer embijada: “Véte a tu casa. Tú me echaste y mi familia ya está muy brava”. Cuando el hombre oía eso, cogió un palo y se puso a cavar la tierra adonde había salido la voz. Pero entonces salieron muchas hormigas y le picaron duro. El hombre mató una hormiga y entonces gritó otra vez la voz de su mujer: “¡No dañes el caballete de mi casa! ¡Mi familia está muy brava!”. Entonces el hombre se fue otra vez para su casa. Se fue a ver sus cultivos. Había sembrado mucho porque su mujer le había ayudado y con ella habían venido muchas hormigas que también ayudaron en el sembrado. Entonces vio el hombre que todos sus sembrados estaban destrozados por las hormigas.
Entonces su trabajo ya no rindió y él se quedó solo.

 

Código: CLTC 355N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

La mujer, el oso y el niño

Era una mujer recién casada. El marido se fue lejos para trabajar. Ella quedaba cerca de la montaña y entonces la mujer estaba lavando ropa y entonces vino un oso y la agarró y se la llevó cargada. Y se subió a la montaña muy lejos. Entonces dejó a la mujer allá arriba y le hizo una cama de bejucos en un árbol alto, para no caer la mujer. Hizo un rancho encima para que pueda dormir. Pero el oso durmió solo con los otros osos. Vivía con ella un año. Por fin la mujer era chichaké (embarazada). Y el oso le trajo ropita que robó de la gente. También maíz y otra comida. Entonces vivían así un año. Por fin se crio el niño y el oso le traía pájaros, pero siempre muertos para que no canten y no le encontrasen su lugar. Una vez trajo un pájaro vivo y la mujer lo mantenía con maíz. Después de unos seis meses el niño ya andaba y el oso, le trajo muchas cosas que robó a la gente. Después de un año el niño ya trepaba hasta la mitad del árbol. Pero el niño tenía de la cintura para abajo mucho pelo como un oso. Entonces después de año y medio ya podía bajar hasta el suelo y se puso a jugar en el suelo. Pero luego se subió. La madre se preocupaba de que se cayese el niño. Después de dos años el niño ya era grande y preguntó a su madre: “¿De dónde vienes tú? ¡Vamos allá adonde vive gente!”. Un día el niño cogió a la mujer y la llevó adonde vive gente. El próximo día el oso también bajó y cogió mucho maíz como comida. Por fin el oso los alcanzó y agarró al niño y le daba garrote por dos horas. Por fin el niño pegó al oso y este se fue. Por fin llegaron a unas casas de gente. Allá contaron todo lo que había pasado.

 

Código: CLTC 356N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953