La lucha con el demonio

En una familia había una joven y dos hermanos. La muchacha era bonita y había jurado casarse solamente con un hombre que tuviera un diente de oro.

Un día se presentó un galán muy apuesto que tenía la señal convenida. Lo aceptó, se casaron y se fueron a vivir a una parte que quedaba muy lejos de la casa de la novia. La vivienda del marido era una cueva a la que no se podía llegar con facilidad. Allá comenzó a maltratarla, por lo que sus hermanos se vieron obligados a ir a buscarla para libertarla de las manos de su marido.

El primero que salió fue el mayor. Antes de partir hizo saber a sus padres que en la mitad del patio dejaba una mata de albahaca que, si se ponía frondosa, era porque le había ido bien en la empresa acometida. Cuando se marchitara, había muerto. Diciendo esto, salió en busca de su hermanita.

Por la mitad del camino iría cuando se le apareció una señora que llevaba un niño en los brazos. Ella pidió al caminante comida para su pequeño, y un poco de agua. El muchacho, engolfado en sus pensamientos, dijo que no llevaba comida para regalar ni tenía tiempo para conseguir el agua que se le pedía. La señora le hizo saber que con el mal corazón que tenía no volvería por ese camino, pues moriría en la demanda. Él no hizo caso de estas palabras Y continuó su jornada.

La hermana se sorprendió al verlo, pero como su marido se comía a los que iban a visitarla, lo escondió debajo de una batea. A la llegada del esposo, que era el diablo, dijo éste: -¡ Fo, fo! ¡Aquí me güele a carne humana!

Buscó por todas partes y, al alzar la batea, halló al joven, que fue muerto y devorado en un momento.

Apenas habría concluido de comer el diablo, cuando se marchitó en la casa la mata de albahaca. Entonces dijo el hermano menor:

-¡Mi hermano es muerto, y voy a verlo!

Hizo sus preparativos y se metió al camino que llevaba a la cueva donde permanecía su hermana. En la mitad del trayecto apareció de nuevo la señora y el niño que le pidió agua para beber. El viajero se detuvo, consiguió el agua, preguntando si no necesitaban otra cosa. Como la vieja era la Virgen Santísima, le echó la bendición y le dijo:

-Para vencer a tu enemigo debes llevar esta vara que yo te regalo. Con ella darás el primer golpe en la cabeza. Apenas caiga al suelo, tirarás sobre el demonio dos huevos: uno en la frente y otro en el pecho. Con estos golpes, el chapetón se rajará y podrás sacar a tu hermana, que está en el buche de ese excomulgado.

El muchacho procedió conforme a las indicaciones de la Virgen, y pudo, sin mucho esfuerzo, libertar a su hermanita de las garras del demonio que, al morir, acabó con el encanto que pesaba sobre la cueva, que se convirtió en palacio de oro y perlas.

 

Código: CLTC 404N

Año de recolección: 1955

Departamento: Chocó

Municipio: Nuquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1959

 

 

Peralta

Una vez salió Jesucristo a recorrer el mundo y llegó a la casa de Peralta. Tuvieron charlando de muchas cosas hasta que, pasada una hora, Peralta le dijo que lo que le pedía era que lo llevara en cuerpo y alma al cielo el día que muriera. Dios le dijo que así se haría.

También pidió Peralta que Dios bendijera sus árboles frutales, con la condición de que el que cogiera un fruto de ellos sin su consentimiento, se quedara pegado al árbol elegido. También se lo concedió Dios nuestro Señor.

Al año mandó Dios a la muerte para que se llevara a Peralta, pues ya se le cumplía el plazo de morir. Llegó la muerte y dijo:

-Peralta, Dios que vas conmigo.

Peralta le hizo saber que estaba en ayunas, y que mientras se tomaba su agua dulce (agua de panela), comiera ella caimitos. La muerte le contestó que no sabía subir palo (trepar a los árboles). Peralta le dijo:
-Están bajitos los caimos. Cogélos con la mano.

La muerte por galga (hambrienta) agarró uno que pesaba una libra y se quedó pegada al árbol. A los cien años se acordó Dios de la muerte y mandó a buscarla con San Pedro, que debía regresar con ella y con Peralta. San Pedro no cayó en la trampa que Peralta buscó para hacerle, y tuvo que seguir al cielo con leña, cama, ropa y ollas. Al llegar allá quiso encender su fogón, abrazar a su mujer y regañar a sus hijos, por lo que Dios le privó los entendimientos (potencias mentales) para que no revolviera el cielo.

 

Código: CLTC 407N

Año de recolección: 1955

Departamento: Chocó

Municipio: Nuquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1959