Había un señor y una señora que tenían treinta hijos; eran pobres, no tenían mucho pastimento (comida) pa’ vivir y mantener los hijos. La señora le dijo al marido que fuera a perder quince hijos a la montaña. Llegaron a una montaña bastante adentro, el papá les dijo: espérenme aquí. Se quedaron los muchachos, el viejo regresó a la casa, eran las cinco de la tarde en adelante; los pelados empezaron a cruzá camino y cruzá camino, y cruzá camino, hasta que dijo uno: hermanitos, estamos perdidos, mi papá nos vino a perder pero yo venía picando un palo y yo venía regando ceniza, dicen Juancito y Juanita.
Dieron vuelta hasta que incontraron el camino, se jueron yendo, se jueron yendo, se jueron yendo, hasta que salieron a la casa. Dice la mamá al marido: ve, pasá el coquito de Juancito con Juanita pa’ que comás en él. Y cuando Juancito y Juanita dicen: mamita, mi coquito, aquí nosotros venimos. ¡Aaaaaay!, le dice la mujé al viejo, ¿y vos no perdiste esos muchachos bien perdidos en las montañas? El hombre se queda callado, suben los niños, comen.
Al otro día se va la señora a perder a los niños, se olvidan de la ceniza, pero Juancito se lleva el machetico, y caminan pa’ llá, caminan pa’ cá; no saben a dónde van, y se van yendo, se van yendo, hasta que les coge la noche. Juancito se trepa con Juanita encima de un árbol y se quedan los otros al pie del árbol. Viene por la noche un tigre, devora a los trece niños, se los come. Al otro día amanece, ven la sangreridad y siguen los dos hermanos, siguen adelante, siguen adelante, siguen adelante, hasta que les coge la noche. Le dice Juancito: Juanita, súbete al árbol y yo me quedo aguaitando (acechando) ese tigre que se comió a mis hermanos. Se sube Juanita arriba y se queda Juancito abajo al pie del árbol.
Allí estuvo, allí estuvo. A un rato oye que gruuuuurrr, viene el tigre, y cuando el tigre viene pa’ donde él, Juancito le va dando vueltas al árbol y por detrás lo coge, paaaaau un machetazo. Juancito da vuelta, le da vueltas hasta que mata al tigre. Amanece el día. Pa’ no alargar tanto el caso, llegan a la casa de una vieja y les dice: vengan mis hijitos, les doy de comé. Al otro día amanece y les dice: ¿ustedes saben subir escaleras?
Llega la Virgen y les dice: esta señora es bruja, es matona, ha matado a muchas personas; digan que no suben escaleras y cuando les empiece a enseñar le giran la escalera y cae a la olla hirviendo. Llega la vieja un día y les dice: ¿ustedes saben subir escaleras? No abuelita, nosotros desde que nacimos no hemos subido. ¿Y usted Juanita? Yo tampoco abuelita. Así se sube, así se baja, come marido. Así se sube, así se baja, come marido. Y llega Juancito y ruuuan le gira la escalera y cae en la paila hirviendo. Le dijo también la Virgen al muchacho que cuando la vieja cayera a la olla y muriera, le rajara la teta izquierda. Juancito saca la vieja de la paila, le raja la teta izquierda y salen tres perros grandes; el uno se llamaba Sorbeviento, Igongoi y Venganpormí.
Se quedan en la casa, trabajan y comienzan a disfrutar. El muchacho se iba al monte con sus tres perros y era a matar animal. Viene la mala suerte del muchacho, que sale un hombre y se enamora de la hermana. Le dice el hombre a Juanita que cómo hace pa’ enamorarla. Mi hermano no quiere que yo coja hombre, porque nosotros dos andamos y él no puede dejarme a mí, pero yo lo quiero a usted y usted también me quiere. Si nos queremos, entonces matémolo, le dijo el novio. La hermana dijo pues sí, y con esos tres perros, yo le hago un engaño a mi hermano y me quedo con los tres perros aquí en la casa.
Cuando llega el muchacho del trabajo ella le dice: hermanito te digo que aquí llegaron unos hombres a asaltarme, a quererme matar. Él le dijo: yo te dejo los tres perros hermanita. Y la hermana contestó: bueno. A lo que el hermano se jue al otro día al monte, le dejó los tres perros pero vino la hermana que había aprendido brujería, se arrancó tres pelos de la cabeza, amarró a los tres perros y cuando estuvo el muchacho en el monte trabajando, le salieron los hombres a matarlo, y jue tírale machete, y tírale, y él quítese. Gritan los perros, y gritan los perros, y esa gente encima de él y cuando un perro rompía el lazo, la hermana se arrancó un pelo y los pegaba, hasta que vino Sorbeviento rompió y salieron corriendo pe, pe, pe, pe, pe, pe, y van llegando y cogieron a los malos y los devoraron.
Y se viene el hermano pa’ juera, a lo que sale a la casa le dice: ¿hermana, tú hiciste eso conmigo, hacerme matar por un hombre? Mata a la hermana y se va, camina, camina con sus tres perros, camina, camina hasta que sale al borde de un mar inmenso, pero no se veía fin. Y él sale caminando por ese borde de ese mar, camina, camina, camina hasta que más adelante incuentra una princesa muy bonita y linda y le dice: ¿señorita, qué hace aquí?
Señor, haga el favor y váyase de aquí rápido porque aquí yo estoy esperando una serpiente que viene cada dos días. Ponen una princesa aquí porque si no un dragón del mar se traga esta ciurá. ¡Ah no!, le dice el muchacho, manténgase tranquila, sáqueme unos piojitos de la cabeza. Llega el muchacho y se arrecuesta y comienza la muchacha a sobarlo y se queda dormido; la muchacha ve que viene el mar subiéndose y con él la muerte. Se larga a llorar, le caen las gotas de lágrimas encima a Juan y se despierta asustado. ¿Qué le pasa? Ella: váyase, vea lo que viene atrás. Mira y viene la fiera con la boca abierta a tragarse la ciurá, a comerse la muchacha. Le dice él: váyase a la casa y déjeme a mí aquí que yo respondo por todo. Se va la niña; y cuando llega le dice: papá, un señor me mandó y yo me vine. Bueno mija.
Y la serpiente, ruuuun, se traga a Juan con los tres perros, y se da vuelta en el inmenso mar. Se sientan los perros cara con cara con el amo, unos a los otros. Le dice Sorbeviento: amo, ¿qué hacemos nosotros acá? Peliemos, usted con la espada y nosotros devoramos. Y comienzan craun, craun, craun, craun, craun, craun, cuando la serpiente va sintiéndo dolor de estómago y se vara en un bajo (playa cubierta por el mar) en esa playa, le dan, le dan, le dan hasta que salen afuera. Le dice Sorbeviento: amo tapéele (rómpale) la cabeza a la serpiente y sáquele las siete lenguas. Llega Juan pa, pa, pa, pa la tapea y saca las lenguas. Se las da unas a un perro y otras a otro perro y se van. Sigue, sigue Juan, hasta que llega a una casa solito.
Al otro día baja el cortaleña del rey y ve la serpiente muerta, y praaan, saca las siete raíces y se las lleva al rey, porque dicen en el pueblo que el que matara la serpiente se casaba con la hija del rey. Llega el cortaleña con las siete raíces y se las muestra a el rey. Te casás con la princesa, dijo el rey. Ya están en la boda. Dice Juan: vayan Sorbeviento y Igongoi a traerme la comida del novio y la novia. Se van los perros y van subiendo, pau los platos y los llevan. Siguen los animales de vuelta y se la comen, así hacen hasta que el rey dice: vayan a traé a ese señor. No, dice él, yo no voy a ir. Los de la escolta de soldados le informan al rey. Me lo traen. Se van y traen a Juan.
El rey: ¿usted por qué hace que vengan a llevarse la comida del novio y de la novia? Lo hago porque yo tengo derecho. ¿Cuál es el derecho que usted tiene? Sorbeviento, entrégueme lo que le di. Igongoi, entrégueme lo que le di y Venganpormí, lo que les di. Vaaaaaaas botan las siete lenguas fresquitas. Mire mi rey, yo maté la serpiente. Al cortaleña lo matan por mentiroso, y Juan se casa con la princesa.
Llega el rey y pone el muchacho en su casa, vive Juan muy bonito en la ciurá del rey con la hija, pero viene el tiempo, cae enfermo y muere. Lo entierran en el cementerio, van los tres perros y se sientan cada uno al lado mirándolo a él. Al rato ven a un pajarito que vuela pas, pas, vuela y se sienta y les dice: tu amo vive. Se miran los perros: tu amo vive. Igongoi a Sorbeviento: vos como sos el más bravo, si lo podés coger pa’ que nos digás con quién el amo de nosotros vive. Sorbeviento se queda, y cuando el pajarito da vueltas pau lo coge, y lo apreta. Si no me decís mi amo con quién vive, te matamos. No, no, arránqueme una plumita de la cabecita, otra del rabo y dos del ala, de cada una de las alas. Llegan los perros y pro, pro, las cogen, comienzan a covar y cuando ven que los perros están covando, manda el rey la escolta de soldados pa’ que no saquen el ataúd de Juan, pero los perros sacan el cuerpo de Juan y ra, ra, ra, le soban las plumitas, cuando se alevanta Juan: amo, hasta aquí lo acompañamos.
Le dicen los tres perros: nosotros somos ángeles del cielo y vinimos a acompañarlo porque usted era un hombre que podía tener mala suerte, pero Dios del cielo lo alumbró y como tiene un buen corazón… nosotros nos despedimos. Al rato ra, alas de ángeles y se jueron y se quedó Juan en la casa viviendo con la princesa, hasta que murió, y cuando murió lo esperaron los ángeles en el cielo.