Este era un hombre casado con su mujer. Estuvieron viviendo, viviendo, pero no tenían hijos.
La casa de ellos quedaba cerquita del palacio del rey y eran gente muy pobre. Como no tenían hijos se valieron de una hechicera que a veces venía al pueblo y el hombre le pidió que le hiciera remedios a su mujer para que quedara preñada porque él quería un hijo que le ayudara en su vejez. Entonces la hechicera se encerró con la mujer en el cuarto y le hizo burundangas. Cuando salió, le dijo al hombre que su mujer quedaba lista para concebir un varón hermoso que sería como un príncipo y el hombre quedó contento con la diligencia y le pagó su plata.
Al poco tiempo la mujer quedó preñada y se alegraron tanto que a todos los vecinos les contaron la noticia y los convidaron para cuando fuera el alumbramiento. Llegó el día. iAy carajo! Ya vinieron los amigos y mataron un puerco que tenían engordando en la casa. Ya llamaron a la comadrona y se encerró en el cuarto con la parturienta.
Comían y bebían, comían y bebían. Y en eso oyeron el chillido de la criatura. ¡Nunca habían oído chillar a un recién nacido que llorara así, y la comadrona pega el grito, iAy cristiano!, la maldición ha caído sobre esta casa, esta mujer ha alumbrado a un lagarto. El papá entró a verlo y salió alunado. Ya se fueron yendo los invitados y la mamá de la criatura se puso echa maldiciones, echa maldiciones y no había quien la consolara.
El tulicio nació hablando y de mal genio. Pidió que le hicieran una poza en el patio para él vivir allí y que nadie fuera a molestarlo. Ese lagarto no salía para nada de su poza sino cuando se iba a calentar en el sol o le llevaban su comida. ¡Porque sí comía esa bestia! Pero cuando se enojaba salía como una maldición por toda esa casa dejándola batusita de barro. Barajo la maldicion, decía la mujer, pero más se enojaba el tulicio. Hasta que un día salió con los ojos bien colorados y le dijo a la mamá que fuera donde el rey a pedirle permiso porque el quería visitar a la mayor de las hijas.
El rey tenía cinco niñas, muy hermosas las criaturas. “Pero cómo hijo, si vos sos un tulicio, ¿cómo es que te atrevés a pedir permiso para entrar al palacio de su sacarrial majestá?, ¿cuándo se ha visto? Y se enojó ese lagarto y comenzó a tronar y esa casa se sacudía y la mamá no tuvo más remedio que ir donde el rey y llevarle la razón que le mandaba su hijo el tulicio. El rey se molestó porque cómo un lagarto barrialoso se atrevía a poner sus patas asquerosas en su palacio, no, eso ni muerto. Pero ahí fue la rabia del animal y encomenzó la tronamenta y rayos y centellas y el rey se asustó tanto que no tuvo más remedio que consentir que ese demonio viniera a visitar a su hija.
Así es que llegó don tulicio batusito de barro, cran, cran fue subiendo la escalera y ese palacio iba quedando peor que la poza donde él vivía. Se sentó a esperar a la príncipa en la sala, y mandando: ihey! rápido, que él no iba a hacerle nada. Vino la príncipa y muerta del susto se sentó al lado del tulicio, pero cuando él quería acercársele, ella se corría más para allá porque ese diablo apestaba y ella no quería llenarse su cuerpo de barro. El tulicio se enojó y le pegó un golpe con esa cola y ahí mismo quedó muerta la príncipa.
El rey que oye el estruendo y viene gritando que ese maldito lagarto le había matado a su muchacha y se formó el coge-coge en ese palacio. Los papás del tulicio no se consolaban, ese maldito les había traído la desgracia. Y el tulicio apenas asomaba la trompa y decía que quién la había mandado, que eso era para que lo respetaran. Tiempo va, tiempo viene y le dice don lagarto a la mamá que quería visitar a la segunda hija del rey y la mamá le dijo “¡¿cómo?!, si ya mataste a la primera, ¡cómo vas a matar a la segunda!”. ¡Que vaya donde el rey, le digo! Y empezaron a caer rayos y centellas y la mamá fue llorando a los pies del rey a decirle que su hijo el tulicio iba a venir a visitar a la segunda hija, pero el rey dijo que no. Entonces aumentó la tronamenta, ese palacio se sacudía como si fuera hamaca, hasta que el rey dijo que viniera pues ese maldito tulicio. Esta vez trajo más barro. Cran, cran fue subiendo esa escalera y el rey y la reina y todo el mundo llorando. Ha venido pues la príncipa y se ha sentado, pero cuando el tulicio quería abrazarla con esas garras ella se corría, ¡hasta que el lagarto se enojó y sacó la cola y ipam!, la mató. La enterraron con todo el pueblo llorando y él decía que por culpa de ellas, quién las mandaba ser malcriadas. Pasó el tiempo y dijo el tulicio que iba a visitar a la última hija del rey y ahí sí fue el llanto de la mamá porque esa era la niña de los ojos del rey y cómo iba a matar también a semejante pimpollo de la tierra. Otra vez la tronamenta y los rayos. La mamá se fue llorando donde el rey y su sacarrial majestá se desmayó pero dijo que ya que había matado a las dos mayores que viniera también por la niña de sus ojos. iAhora sí trajo barro el tulicio! ¡Vino lleno de porquería hasta los ojos y subió icran, cran! las escaleras y se sentó con las patas cruzadas a esperarla.
La última príncipa no era ninguna pendeja. Se consiguió como cien pañuelos y llegó saludándolo: “buenos días, don Tulicio”, “buenos días, señorita, siéntese que si se porta como es no le hago daño”. Y se ha sentado la príncipa y eso era hágale mimos y con los pañuelos le limpiaba el barro y se le acercaba, pero ahora era el tulicio el que le decía: no se me acerque mucho que le ensucio el vestido y la príncipa más se le acercaba. Estaban pues todos esperando que el animal ese matara también a la príncipa, pero cuando los vieron conversando como buenos amigos se han alegrado el rey la reina y los sirvientes y todo el mundo volvió a su juicio. “Usté es una señorita muy educada”, le decía el tulicio y más coqueterías le hacía la principa. Entonces el tulicio le dijo que con el permiso de ella se iba a quedar durmiendo en su cuarto y que se iba por la madrugada, que no tuviera miedo, que él no pensaba perjudicarla y por eso iba a dormir debajo de la cama, pero que ella no fuera a acercársele. La príncipa le llevó la corriente y le dijo que le iba a arreglar una cama al lado; que no, dijo el lagarto, que iba a dormir en el suelo. Así acordaron y la príncipa lo llevó a su cuarto a escondidas y lo metió bajo la cama. iY en eso, ¡pum!, llega la maldita hechicera! Viene y dice que quiere hablar con la príncipa algo muy importante para la vida de ella.
A esa hechicera la querían porque curaba a la gente, nadie sabía que era una bruja malvada. Ahí mismo llamaron a la príncipa y se la llevó aparte y le dijo que ese lagarto que tenía escondido bajo la cama era un príncipo de verdad, el hombre más hermoso de la tierra, sino que pasaba que estaba encanta’o y para desencantarlo había que alumbrarlo con la vela y dejarle caer tres gotas de esperma en el ombligo y entonces vería semejante príncipo, digno de casarse con ella. iQué le han dicho! Ya le entró la curiosidad a esa niña, engatusada con las palabras de la bruja y ahora sí, espere la noche, mujer al fin, pues, espere la noche para conocer a ese príncipe.
Llegó la noche y ella entró en su cuarto y encomenzó a decirle que le iba a pasar unas cobijas; que no, que lo dejara tranquilo. Que se iba a acostar ahí con él; que no, que él no quería perjudicarla. Así estuvieron hasta que ella oyó roncando al lagarto. Roncaba como un bajo. Se bajó de la cama y encendió una vela, alumbró debajo de la cama y vio a ese lagarto durmiendo y le echó tres gotas de esperma en el ombligo. Ahí mismo se sacudió ese lagarto como si lo hubiera tocado el Diablo y no fue cuento que se convirtió en un príncipo, en un hombre hermoso que dejó maravillada a la señorita. IAy muchacha, me perdiste y perdiste a tus hermanas! Me mandaste a un limbo. Ya me faltaba un día para desencantarme; tus hermanas también están encantadas. Zapaticos de oro te va a costar encontrarme”. El príncipo desapareció. La príncipa se ha puesto llore y llore, porque había perdido a semejante príncipe, hasta que le dijo al rey ya la reina: Papá y mamá, échenme la bendición y denme la parte de mi herencia que me voy a recorrer el mundo en busca de mi príncipo Tulicio”.
Se dolieron mucho, pero le dieron su parte de la herencia y le echaron la bendición y se ha hecho la príncipa camina a andar, camina a andar y entre más caminaba más andaba y le parecía que no andaba, pero andando iba. Llegó a la casa de la Luna, tocó ¡tun, tun! Abrió la puerta la mamá de la Luna. “iAy gusanito de la tierra!, ¿qué has venido a hacer a estas alturas por donde no camina la gente? La príncipa le dijo que andaba buscando al príncipo Tulicio, la mamá de la Luna le dijo que jamás había oído hablar de ningún tulicio, pero que aguardara que llegara el día para que hablara con su hija, la Luna, pues ella andaba mucho y podía darle noticias. “Y escóndase bien porque mi hija, la Luna, llega con mucha hambre y de pronto se la come”. Por la madrugada llegó la Luna diciendo:
A carne humana me huele
mis narices no me engañan
si no me la dan por las buenas
me la darán por las malas.
iAy!”, dijo la mamá, “lo que tengo aquí es una Criatura hermosa, no me le vas a hacer daño”. “Mostrámela”, dijo la Luna y cuando la vio le dijo: ¡ay gusanito de la tierra!, ¿qué andás buscando por estas ásperas tierras? Ando buscando al príncipo Tulicio el hombre más hermoso de la tierra que lo tiene encantado una hechicera”. La Luna le dijo que ella jamás había oído hablar de ningún tulicio pero la iba a llevar donde el Sol, que comprara unos cincuenta novillos porque el viaje iba a ser muy largo y le iba a dar mucha hambre.
Así lo hizo la príncipa y cogieron camino, casí se muere de frío pero se arropó bien. Llegaron a la casa del Sol, ahí la dejó Luna y le pidió que se cuidara bien, ella, la Luna, se iba muy triste. ¡Tocó, tun, tun! y le abrió la mamá del Sol. iAy gusanito de la tierra!, ¿qué has venido a hacer por estas tierras?” La príncipa le contó en qué diligencia andaba y la mamá del Sol le dijo que no tenía noticias de ese príncipo Tulicio, que por lo visto tenía que ser un hombre muy principal para que una criatura tan hermosa y tan delicada llegara hasta ahí buscándolo; que esperara que fuera de noche y llegara el Sol, como él alumbra toda la Tierra le podía dar noticias. “Escóndase en un canasto porque el Sol llega con mucha hambre y de pronto se la come”. Por la noche llego el Sol resoplando, esa casa se sacudió. “A carne humana me huele, mis narices no me engañan. iHay traición en esta casa! “iAy no!”, dijo la mamá del Sol, es una criaturita de la Tierra que ha venido a buscarte para que le des noticias del príncipo Tulicio que lo tiene encantado una bruja”. Ya el Sol se aplacó y le dijo que se la mostrara, que no le haría daño y salió la príncipa y el Sol se maravilló de esa hermosura y le dijo que él alumbraba todos los rincones de la tierra pero que jamás había oído hablar de ese príncipo y que la llevaría donde el Viento que andaba más bajito que él por toda la Tierra. El Sol le dijo que comprara unos cien novillos y unos cien cántaros de agua porque el viaje era largo.
Cogieron camino bien temprano y el Sol la dejó en una montaña donde quedaba la casa del Viento. “Me voy con guayabo de usté”, dijo el Sol. Allá venía el viento tumbando loma, tumbando raíces de todo palo que veía. ¡Virgen santísima! La mamá del Viento le abrió la puerta a la príncipa. Llegó el Viento. “Mamá, a carne humana me huele, mis narices no me engañan. iHay traición en esta casa!” “No mijo, no hay traición”. “Y si no me la como a usté”. Ya le dijo la mamá al Viento que se bajara, que ahí estaba su comida. Se largó un lambú de comida y un tanque de agua. Y le dijo la mamá: si vieras un gusanito de la tierra, ¿qué le harías?” “No mamita, no le haría nada”. Y le dijo que ahí estaba una príncipa que andaba en una misión muy grave y ella la nabla detenido porque como él se llama Viento, socorre más que el Sol y la Luna, “vos le podés dar una noticia sobre el príncipo Lagarto. Estoy invitado para la boda del príncipo Lagarto que está de matrimonio con la hija de las brujas. Ahí salió la señorita, “estrecho su mano señor Viento”. “Ay manjar, venga manjar. La abrazó y le dijo que estaba invitado a la boda del príncipo Lagarto para el día de mañana. “De aquí de donde vivo yo hasta allá hay varias horas, si hay plata yo la llevo sin problemas”. “Plata hay”, dijo la señorita y le cogió terremoto cuando supo que se casaba el príncipo.
Pero esas viejas [las brujas que obligaban a casarse a Tulicio con una de sus hijas] criaron un hijo al que le enseñaron todo y él les ganó en inteligencia porque él ponía aparatos y ellas no lo veían a él, sabía más que ellas. Se llamaba el hombre Amor Caballo y era un hijo adoptivo. Amor Caballo se había enamorado de una de las príncipas encantadas, que por eso mismo las brujas habían encantado a su novia. Amor Caballo dijo: Viene una señorita, mi cuñada. Se arregló el mundo. Yo pensaba llegar donde ella, pero ya que mi cuñada llega, me salvé yo y se salvó ella con su novio también. Ya tienen todo arreglado, pero yo no dejo casar a mi hermana de crianza porque la novia del príncipo es mi cuñada”.
El Viento venía dele pa’rriba dale pa’rriba y como la vio con frío la arropó. Y le dijo: “Cuando sienta bastante calor también me avisa”. Dele pa’rriba, dele pa’rriba, dele pa’rriba. Vamos a bajar ahora sí”. Ya llevaban un solo galón de agua. Ya va bajando el viento y va bajando y ipas! cayó a la carretera. Por aquí por esta carretera se queda. Es muy peligrosa. No se vaya a dejar matar. Pero no puedo hacer más. Por allá está su cuñado, él ya debe haberla visto porque ese hombre es muy hábil, él sabe”. Cuando ya llegó a la carretera, apareció allí el cuñado. “Venga acá cuñada que aquí estoy, le dijo Amor Caballo. “Esto está bastante lejos y yo no sé cómo usté ha dado acá. Pero la felicito, cuñada, eso esperaba de usté. Vamos a estar bastante pendientes porque esas brujas son las diablas. Yo sé bastante pero no voy a poder y de pronto pierde usté a su novio y pierdo yo a mi novia.
Allá tienen esa torombollota, pero pueda que de un tiro se desquite el que no tenga miedo. Ahora que ellas la vean a uste, ya saben a qué va. Pero estése tranquila que yo la voy cuidando, váyase donde la primera”. Se fue la señorita tras, tras, tras por la carretera y Amor Caballo iba allí junto pero invisible. “¡Ay carajo!”-dijo la bruja- “¿Así es que mujer por marido viene hasta acá? En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, este es el Diablo que ha llegado acá. iAy cristiano!, ¿por hombre venir hasta acá? Pero nosotras somos, heimanitas, el mundo está tranquilo”.
Buenos días”, dijo la señorita. Buenos días”, contestó la bruja. Barajo que uste es bastante puta. ¿Y usté por hombre se viene hasta acá a pasar miles de trabajos con zapaticos de oro? Pero a usté no le interesa, señora, usté sabe que yo no vengo ni por hombre ni por nada”.
Entonces la bruja le dijo que entrara para dentro y le llenara un tanque inmediatamente. Era un tanque de agua que cabía como tres mil damajuanas de agua y tenía que llenarlo por gotas y si no le llenaba el tanque de agua, pena de la vida. Amor Caballo le dijo al oído que tranquila y como a él no lo veían llenó ese tanque en un bendito.
iMaidito Amoi Caballo, ya se metió ese maidito!, como no podemos ve’ al maidecido, ese tanque lo llenó esa peidición de nosotros. Ese tanque lo llenó Amoi Caballo”.
“¿Cuál Amor Caballo?”, dijo la príncipa, yo no conozco ningún Amor Caballo; ¿ese come gente? ¡Sí, sí, come gente, come gente!”, decía la bruja por asustarla. Ya vino Amor Caballo y le dijo que al otro día la iban a mandar donde las otras brujas que comían muerto; matan y comen a la gente. Le van a dar una toronjonita y una toronjonota, esa toronjonita tiene que cogerla bien agarrada porque si se le sale de las manos, le cae encima y la mata. iAy cuñada no la vaya a largar porque ahí está el peligro de su vida! Le va a coger rasquiña en la mano pero aguántese. Ellas le van a decir que las venidas son quedadas, entonces usté va a decir que las venidas son idas. No se vaya a olvidar: aquí le manda la señora una toronjonita y una toronjonota y que las venidas son idas, así va a decir usté”
Entonces vino la bruja y le dijo: “Usté va ir donde mi heimanita. Se lleva esta toronjonita y esta toronjonota, que ahí le mando yo y dígale que las venidas son quedadas. ¿Cómo es que va a decir?”. “Que las venidas son quedadas”, respondió la señorita y la bruja se alegró y le decía que ella era una mujer muy inteligente. “No le diga más”, le dijo la otra hermana, “porque esa es muchacha inteligente y el inteligente no habla tanto”. “Cierto, la inteligencia es cosa bonita, esa muchacha se aprendió eso al instante. ¿Que las venidas son…? “quedadas”, volvió a decir la príncipa y otra vez se alegraron las brujas porque el recado iba a llegar bien llegado. Pero la mayor de las brujas empezó a gritarle a Amor Caballo que no le fuera a transmitir mal las cosas y Amor Caballo le dijo al oído: “Cuidado Cuñada, las venidas son idas” y la señorita le dijo que no tuviera preocupación.
Se va la príncipa y le coge una rasquiña en la mano que llevaba la toronjonita y por aquí y por acá no aguantaba esa manito tan débil y se le salió y Amor Caballo brincó y pau la cogió y se la puso en la mano vuelta. Cuando la vieron las otras brujas brincaban en una sola pata, ay que mujer por hombre se vuelve la misma diabla, ay no cristiano el gusanito de la tierra, nosotras somos, heimanitas, tranquilas que el mundo está salvao.
“Aquí le mandó la señora su hermana esta toronjonita y esta toronjonota y que las venidas eran idas”
“¿Cómo? -dijo una de las brujas- no me diga eso, usté se olvidó, no me diga esas cosas. Diga otra vez, que estamos conociendo que usté es una muchacha estudiada”.
“No señora, ella me dijo que las venidas eran idas”
“Recordate que vos sos hija de gente grande, una mujer tan inteligente como vos no tiene por qué olvidarse”.
“No señora, ella me dijo que las venidas eran idas”.
Entonces se enfureció la bruja y le dijo:
“¿Ellas tenían su caido allá, no?”
“Yo no sé caldo qué cosa es”, dijo la príncipa.
“Ellas se tendrán que entrevistá conmigo”, dijo la bruja”
“Coja su encargo y hasta luego”, dijo la señorita.
Amor Caballo se le juntó de nuevo y le dijo que esa noche era la boda. Las brujas habían matado puerco, gallinas, iban a hacer un convite entre ellas. Cuando se juntaron todas, preguntó la que vivía en la otra casa:
“Heimanita, ¿qué razón me mandaste a decir con la señorita?
“Que las venidas eran quedadas”.
“Ella me dijo fue que las venidas eran idas”.
Y maldijeron la vida de Amor Caballo porque lo habían criado para la perdición de ellas. Cargaron un naranjero, un cañón viejo que ellas tenían, para matar a la señorita. Amor Caballo se le acercó y le dijo: “Oiga bien, a las doce de la noche van a sacar al príncipo para el matrimonio con esa torombollota que está ahí. Una culona grandota. Ahí está el peligro de nosotros. Ahí no la puedo favorecer. La van a mandá a usté a sentar frente a la puerta y la boca del cañón va a estar apuntándole. Ellas van a sacar a la torombollota y usté a las once y media en punto le va a decir que la reemplace en ese puesto porque no puede estar solo. Si ella dice que no, yo la obligo. A las doce en punto descargan el cañon para volverla polvo a usté. Mire bien su reló”.
Vinieron las brujas y le dijeron que se sentara en la puerta a vigilar a los que llegaban pero no se fuera a levantar ni un momento, y si se levantaba, pena de su vida. Llegaron las once y media en punto y la señorita llamó a la torombollota. “Señora, haga el favor y me reemplaza porque este puesto no puede quedar solo”.
La torombollota dijo que no y ahí vino Amor Caballo y le dijo que le hiciera el favor a la dama que estaba cansada. La torombollota se ha sentado y a las doce en punto dijeron las brujas que era hora de disparar el cañón y ipum! Cuando vieron lo que habían hecho se llevaron las manos a la cabeza. iAy! Matamos a la hija de nosotros. iMaidito Amor Caballo!” Amor Caballo le dijo a la muchacha: “Cuñada, cuando yo coja a la bruja usté brinca y le quita el mazo de llaves”. “Tranquilo”, dijo ella. Así lo hicieron y la muchacha le quitó el mazo de llaves y se fueron los dos corriendo y la muchacha azotó a las que se le atravesaron. Amor Caballo le pidió las llaves y abrió la puerta del cuarto donde estaba el príncipo Lagarto. Allá adentro estaba un verrugoso grandísimo y una de las brujas se abotó con una peinilla para matar al lagarto pero Amor Caballo la detuvo y la echó a un lado. Cuando en eso apareció la belleza de hombre que había en la concha del tulicio. “iMe conseguiste! “, dijo el príncipo.
Y se togaron esas dos almas, se quedaron ahí abrazados como el largo de un rosario y aparecieron también las hermanas de la señorita, así que Amor Caballo también cogió su hembra. “Zapaticos de oro me costó encontrarte”, dijo la príncipa. Amanecieron en la casa del rey y cuando el rey vio a sus hijas hizo llamar a los padres del tulicio. Él les dijo: “Padre y madre, yo era el tulicio”, y cuando el hombre vio esa belleza de hijo se enloquecieron todos, el rey contrató quinientos hombres para tirar los tiros y el papá sacó todo la que tenía y bailaron como quince días y quince noches y Amor Caballo también se casó y el mundo volvió a lo mismo.
Termina’o el cuento.
Código: CLTC 635N
Año de recolección: 1986
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: José Montaño Ruiz
Edad informante:
Recolector: Alfredo Vanín
Fuente: Libro
Título de la publicación: El príncipe Tulicio
Año de publicación: 2010