La formación de la laguna

Resulta que ellos nos contaban que eso no era una laguna, era un valle muy hermoso, no había agua, era un valle muy bonito y en una noche de menguante, había una pareja de casados que tenía dos hijitos, una niña y un niño. Y esa noche de menguante fueron a hacer un café y no había agua, entonces mandaron a los niños a traer agua a la fuente, la fuente quedaba muy lejos, estos niños, como era noche de menguante la luna estaba muy clara, ellos se fueron jugando, en ese tiempo cargaban el agua en chorotes de barro y pues esa loza era muy delicada, a medio golpe se quebraba, entonces los niños se fueron jugando, fueron, cogieron el agua de la fuente y se regresaron otra vez jugando, en el juego que traían se tropezaron y cayeron, la agua que llevaban se regó y de ahí se formó la laguna.

 

Código: CLTC 501N

Año de recolección: 2018

Departamento: Boyacá

Municipio: Iza

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Carlos Adolfo Preciado

Edad informante: 60

Recolector: Adrián Freja

Fuente: Trabajo de campo sin publicar

Título de la publicación:

Año de publicación:

 

 

Los tres cristos

Bueno, en esa laguna quedaron tres islas que son: la isla San Pedro, la isla de La Custodia y la isla de La Cumbre, entonces en la Isla de La Cumbre quedó un Cristo, que un señor un día se le dio por tumbar una mata de gaque, se le ocurrió tumbar esa mata y de esa mata cuando le dio el primer hachazo entonces salió sangre de la mata y él entonces al ver que salió sangre de la mata miró hacia lo alto y miró tres Cristos crucificados, tres Cristos y el uno saltó que quedó en Aquitania, el otro Cristo quedó en Cuítiva y el otro Cristo se fue para Santa Rosa. Y son tres Cristos hermanos, ellos no los pueden cambiar ni nada porque son los únicos tres Cristos que hay aquí en Boyacá: el de Santa Rosa, el de Cuítiva y el de Aquitania.

Entonces son historias muy bonitas que nos contaban los abuelos en esa época. Y en esas islas dentraba la gente a cultivar lo que era en la San Pedro y en La Custodia era muy raro ese ser y aún dicen que allá es muy rarito la gente que entra allá y vuelve a salir, de esa isla que es la isla más pequeñita, todos esos son cuentos antiguos que son muy hermosos.

 

Código: CLTC 503N

Año de recolección: 2018

Departamento: Boyacá

Municipio: Iza

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Carlos Adolfo Preciado

Edad informante: 60

Recolector: Adrián Freja

Fuente: Trabajo de campo sin publicar

Título de la publicación:

Año de publicación:

 

 

Niños montaña y niña isla

Yo escuché otra historia, que había una sabia indígena que tenía dos nietos, ella sale a sus labores y les dice que no tocaran dos múcuras, las múcuras tenían las tinieblas del mundo y la otra múcura tenía el fuego del cielo, entonces los niños no colocaron atención y lanzaron esas múcuras, ahí empieza a formarse el lago de Tota. Dicen que de castigo la mujer manda a los niños a formar parte del lago, entonces los convierte en montañas y a la niña la convierte en isla. Entonces hay muchos mitos que hablan del Lago de Tota.

 

Código: CLTC 507N

Año de recolección: 2018

Departamento: Boyacá

Municipio: Iza

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Daniel Ricardo Rodríguez

Edad informante: 13

Recolector: Adrián Freja

Fuente: Trabajo de campo sin publicar

Título de la publicación:

Año de publicación:

 

 

El sol y la luna

El Sol y la Luna eran marido y mujer. Un día el vecindario resultó con el chisme de que la Luna acababa de ser madre de las Estrellas que hay en el cielo. Sin darse cuenta el Sol de lo que acontecía en su casa porque venía de la Tierra, se alarmó y puso en confesión a su señora. Tenía razón, porque lo que se comentaba pasaba de castaño a oscuro.

La Luna, respetuosa de su honra, se disculpó de lo lindo. Puso testigos de su comportamiento, y Viento, Lluvia, Nube, Relámpago y demás elementos, tuvieron que declarar. La averiguación se demoró mucho, pues, siendo el problema delicado, nadie deseaba mezclarse en asunto de esa clase. El que sabía alguna cosa se mamaba (callarse en la hora oportuna, tener miedo), o enmudecía como un pez.

Como en el palacio del Sol no se logró saber nada, se llevó el problema adonde Dios, que estaba observando todo sobre el pico de un monte. En el cielo, frente a San Pedro que hacía de secretario, se oyeron declaraciones que separaron el matrimonio. Dios los condenó a vivir arriba, encima del aire, uno detrás de otro, alumbrando a los hombres, pero sin verse cara a cara.

 

Código: CLTC 418N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Quibdó

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

Cuándo y cómo apareció la muerte sobre la tierra

Hace muchísimo tiempo, el cielo y la tierra estaban muy juntos, hasta el punto de que Dios se asomaba al balcón de su palacio y dominaba lo que Adán y Eva hacían en el interior de su rancho, en su finca y en sus minas. La pareja estaba tan cerca de Nuestro Amo, que éste se daba cuenta si los esposos tenían vestidos nuevos, alhajas en los baúles y carne y pan en la despensa. En las fiestas, Dios los invitaba al cielo en señal de amistad.

Como nuestros primeros padres eran buenos vecinos, el Señor les daba comida, ropa a medio usar, zapatos casi nuevos, chulepas (antiguo saco de paño o dril, estrecho, largo y cerrado con botones, de uso masculino. Se usaron hasta 1910) de paño para los días de frío, arpones y escopetas para cacería, remedios, clavos y candados para sus habitaciones, cobijas de jerga (manta de algodón pintarrajeada groseramente), pañuelos madrases (pañuelo grande usado por las mujeres para cubrirse el pecho y los hombres como pampanilla o taparrabo. En el Chocó se creía que venían de la India), fula para cotones (camisas cortas de uso casero o en los trabajos), pólvora, escopetas mariconas (la de dos cañones), maíz escogido para rocería. En una palabra, se entendían bien Dios y sus criados.

En una ocasión Dios les envió de regalo una piedra negra, durísima. Eva la tomó, y observándola cuidadosamente, se preguntó:

-¿Para qué servirá esto que no parte con hacha, ni con golpes, ni se puede moler? A esto no le entra sierra, ni diente, ni nada. Dios se divierte con nosotros, y se burla de nuestra pobreza.

Eva, llorando de ira, esperó a su marido que estaba en una minga (sistema comunal de trabajo) desde hacía varios días, para que decidiera lo que tenían que hacer.

Informado Adán, le echó cabeza al asunto. Indudablemente Dios se burlaba de ellos. Esa piedra no se podía cargar en el yesquero (carriel donde va la yesca, eslabón y tabaco, usado por los monteadores), porque era muy pesada; ni usarse en el lavadero, porque era muy pequeña; ni como mano de piedra (mortero), porque no se podía picar; ni ponerse de tulo (nombre de cada una de las tulpas del caldero) en el fogón, porque no se levantaban las llamas. Si esto era así, esa piedra negra como los chamones (pájaros que abundan en las orillas del Atrato) y dura como el fierro no servía para nada.

Devuelto el regalo, Dios le dijo a Adán:

-Como no aceptan el regalito que les hice la otra semana, recíbanme, en cambio, este gajo de plátanos.

Adán y Eva se pusieron contentos con el gajo de dominicos. Cuando terminaron de comérselo, Dios se les presentó, y les dijo:

-Quise hacerlos eternos como las piedras, pero no quisieron ser como las piedras. Prefirieron tener una vida corta como las matas de plátano. Pues serán como ellas. Nacerán, crecerán y tendrán hijos que los reemplazarán y morirán.
Después de esto, apareció la muerte sobre la tierra.

 

Código: CLTC 419N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Quibdó

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

Cuándo y cómo apareció la muerte sobre la tierra

Encariñados los hombres con la vida, desearon no morir. Para esto, enviaron al tigre a decirle a Dios que cuando murieran les permitiera volver a resucitar. El tigre se puso en marcha, pero en la mitad del camino se cansó y se echó a dormir. La culebra, que odiaba al tigre porque una vez la había pisado en un baile, se dijo:

-Yo me saco un ojo por ver dos afuera. Que los hombres vivan largo tiempo, santo y bueno, porque con ellos me las entiendo cara a cara. Pero que este josefino (afeminado) y desconsiderado con las señoras sea eterno, eso sí no lo resisto. Esto no ocurrirá en mis días. Voy a decirle a Dios que cuando muramos no volvamos a resucitar.

Y arrastrándose, arrastrándose como podía, se echó a andar. Un día, después de mil y quinientos años, alcanzó a verla tigre, que le preguntó:

-¿Quién va? Por mi presencia nadie cruzar sin saludar y sin decir a dónde se dirige.

-Soy yo, culebra. Voy a la quebrada a lavar unos pañales y a llenar un cántaro de agua.

-¡Ah!, creí que fuera otro matacho (mamarracho, figura deforme).

Y siguió durmiendo.

La culebra al fin llegó al cielo y dio el mensaje que se había propuesto. Dios le respondió que así ocurriría.

Después de mucho tiempo arrimó el tigre al palacio del Creador y avisó la razón que los hombres le habían encomendado. Pero Dios le hizo saber que la culebra había pedido lo contrario de lo que querían los hombres, y Él había aceptado esa petición.

Los hombres odiaron a tigre y a culebra al comprender que por ellos había entrado la muerte sobre la tierra.

 

Código: CLTC 420N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Quibdó

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

El piso de Tumaco

Para algunos negros de la costa, Tumaco no está clavado en terreno de formación marina, sino sobre el lomo de una ballena que llegó del Ecuador después de navegar mucho tiempo. Así se explica el ribereño el origen de la isla que está allí desde el terciario inferior probablemente, cubierta la frente de corales y de conchas las orejas. El hecho ocurrió en fecha indeterminada. El mundo estaba niño cuando eso. El suceso se verificó antes del endurecimiento de las cosas, antes del silencio en la realidad de las estrellas, antes que los dibujos caprichosos de los montes tomasen la forma que ahora tienen. Para el crédulo, lo inesperado sobrevino después de Adán o del Diluvio.

El animal nació arriba del Daule y Babahoyo, cerca de los volcanes. Una noche, una chispa de la Cruz del Sur le dio la vida. En adelante empezó a crecer y a engordar. Cavando en sus ratos de ocio, hizo un lago de aguas turbias que rugía con el viento, aullaba al sentir el vuelo de los pájaros, y se salía de madre con las hojas menudas que le caían del cielo. La cama que la sostenía era una olla que hervía en todas las estaciones.

Una tarde la tierra no pudo más con ella y se quebró. Rodando, rodando, bajó por la corriente del Daule aruñando las lomas, pelándolas. Había que verla dando vueltas por los saltos, secando los pozos, tumbando cedros, montándose sobre los sembrados. Tallos, cortezas, flores, semillas, todo cayó en su remolino. En los lugares secos rajaba la capa del suelo formando nuevas hondonadas. De esta manera llegó al mar, en donde abrió el estuario del Guayas y las bocanas de Cabo Manglares.

Ya en el océano, combatió con el agua salada-amarga que se le metía en las fauces. No estando acostumbrada a los colores variables, a las anchuras movibles, a lo que avanza y retrocede, golpeó las espumas, las olas y peces relampagueantes con sus aletas renegridas. Cuando se zambullía, como huyendo del marco que la aprisionaba, se iba contra los arenales, y, haciendo temblar la costa, abría entradas en los bosques.

Con los ríos sostuvo encuentros impresionantes. El Esmeraldas la cubrió con piedras basta formar un cerco de varios metros por donde pasaron los primeros hombres que venían de las Tierras del Fuego; en Río Verde estuvo prisionera cien años por playones calientes y por plantas rastreras que descendían hasta ella por los peñascos y las breñas; el Cayapas quebrantó sus ímpetus de caza al ame liarle la trompa con que hocicaba los barrancos; el Mira quiso atraparla, meterla bajo su lodo amarillo arrancado en tormentas de siglos … Pero de todos triunfó. Tomas y playas, hierbas y horcones, altozanos y animales sin nombres que descansaban en su espalda, vinieron abajo en un día cualquiera. Siniestra, corneó las presas de barro y pedruscos, y, con la cola parada, ancha y abombada, siguió adelante… adelante…

Las islas, que eran vivas y humanas, se opusieron a su paso. La Tola y su hija, Santa Rosa y Bolívar, Valdés y La Palma se confabularon en su contra. Unidas y rabiosas, ordenaron a sus taguales y caobos, mangles, cauchos y cocoteros que hundieran sus raíces más allá de los cimientos del mundo para frenar las incursiones de la que azotaba las rocas y los troncos. Al fin, con cargas mortales y con la ayuda de las tempestades, atravesó la muralla.

Vio la sirena un Viernes Santo en los esteros del Mataje, y conoció el oro de los minerales de Santiago. Destruyó muchas veces el paisaje ribereño y lo volvió a crear. Pescó en los cantiles y convirtió en nubes parte del agua que la conducía. Cada mil años levantaba la cabeza que parecía promontorio, por ver, quizá, los tintes de los atardeceres…

Así llegó a Tumaco. Se dice que se quedó allí por el clima calmado y por el espacio suficiente, porque deseaba descansar de los combates, y por el bienestar y la alegría que le produjeron los brazos de mar y los meandros. Al acomodarse de nuevo, la comarca crujió como si sus diques se rompieran. Con este último esfuerzo partió a Bocananueva y metió su rabo pelado entre el Pindo y El Bajito.

Sobre su superficie nacieron los árboles maderables y las plantas medicinales. Dejó que la Viciosa y el Morro jugaran sobre su espinazo. Encima del pescuezo se le montó el Viudo a llorar sus desengaños. Después… Llegaron los hombres, la ciudad, la raza que piensa cada siglo en poner en muralla a la ballena que vino de arriba… De arriba… Del pie de los volcanes…

 

Código: CLTC 412N

Año de recolección: 1960

Departamento: Nariño

Municipio: Tumaco

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

El sol y la luna

El Sol y la Luna eran hermanos que vivían en una misma casa. Un día el Sol amaneció como no era (de mal genio), y pidió de malos modos su desayuno. Como la madre estaba atendiendo a un mindalá (comerciante) que acababa de llegar con un joto (atado, envoltorio) de carne, y su hermana se arreglaba para irse a su oficina, el Sol se puso chivo (bravo) y le dijo unos cuantos dichos (injurias, groserías) a la Luna.

Enterada la madre, y deseosa de ser imparcial, llevó el trepe (pleito, asunto) ante Dios Nuestro Señor para que metiera barato (hacer justicia, apartar a los que pelean) en la pelotera. Dios oyó en silencio las argumentaciones de los contendores:

-Figúrese, Señor, dijo Sol. Yo no soy como los demás hombres que cultivan su guayabo (malestar posterior a la borrachera) sin comer. A mí el trago me abre el apetito. Con los mañaneros, me tapo la vena (la vena que pide aguardiente, según los bebedores) y cierro el cuerpo a las enfermedades y hechicerías. Con los almuerceros, se dispone el organismo para aceptar la comida del mediodía.
Con los aguardientes de la noche se descansa del trabajo diario, se agasajan los amigos y se le arrastra el ala a las mujeres bonitas. Ante esta situación, tembloroso el cuerpo, la cabeza embochinchada, sin poder oír ruido, con ganas de salir a mis quehaceres, no podía hacer otra cosa que decirle a esta mocosa cuántas son cinco, no para herirla propiamente, pero sí para que vaya aprendiendo a conducirse…

-Yo me estaba arreglando -arguyó la Luna-. Cuando empezó su guachafita, me vestía. No podía salir en el momento en que gritó: “¡mi chocolatee!”, porque estaba en bata. Le grité también: “¡espéresee!” Al oír esto, se enfureció este tragaldabas, y me trató de negra cuzcumba (negra retinta, dícese también cuzcuz o de la brea), de ali-prestada (sin juicio, alborotada), mansalvera (criminal)…

Dios, que oyó en silencio las quejas, los condenó a vagar por el cielo, el uno de día y el otro de noche, siempre persiguiéndose, sin que lograsen encontrarse…

 

Código: CLTC 417N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Quibdó

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

La terrible obscuridad

Un día el mundo se obscureció. Todos se ahogaron. Entonces la gente se puso a romper todas las piedras que hubo, para romper la obscuridad. Pero la gente se murió. Entonces vino el primer hombre. “¿Qué vamos a hacer? ¡Todo está obscuro!” dijeron. Se pusieron a romper las piedras para romper la obscuridad. Dentro de la casa las rompieron, dando y dando. Por fin rompieron las piedras y el día se volvió. El resto se murió. Entonces volvieron a vivir. Pero después de un rato otra vez todo se puso obscuro. Ellos lloraban: ”Hóbai homa kini burúa”. Por fin rompieron las piedras y volvió el día, pero muchos se morían. Entonces se pusieron a tumbar monte y a sembrar. Pero como no tenían herramientas solo pelaban la cáscara de los palos, hasta que éstos se murieron. Vivían así y manejaban solo maíz chiquito. Le sacaban harina y lo comían con agua como sola cosa.

 

Código: CLTC 361N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

Karagabí y el agua para el pueblo

El único dueño del agua era Héntserá (un ser mítico). Él siempre tomaba agua buena pero Karagabí no tenía. Un día Héntserá regaló a Karagabí un poco de agua y a éste le gustó mucho. Un día Héntserá se fue para la montaña para traer agua. Encontró y tomó mucha. Karagabí quien también fue a buscar, no encontró. Karagabí tuvo que tomar agua de aguacero. Karagabí tenía un muchacho como sirviente en la casa y dijo a él que ponga atención adónde Héntserá se conseguía agua. Un día Héntserá se fue a buscar agua y el muchacho le siguió y vió como Héntserá se encontró un gran árbol, llamado jenéne. Volvió y se lo dijo a Karagabí. El reunió su gente, además muchas hachas y ocho arditas. Se fueron todos a tumbar el palo. Trabajaron ocho días y al fin lo tumbaron. Pero como cayó el palo, la raíz se volvió el mar, las ramas quebradas, las más grandes el Cauca y el Magdalena. Así todos tenían agua. Las arditas tenían todas narigueras (monsimá). Y cuando cayó el árbol, éstas se reventaron.

 

Código: CLTC 362N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953