Vamos que tío Tigre y Conejo, su sobrino, estaban enamorados. Tío Tigre de su Tigra, y Conejo de Coneja. Ellas vivían juntas y los novios iban a hacerles visita en los días de fiesta. Un día Conejo se adelantó a su compañero y la Coneja le contó:

-¿Sabes que el otro día disgustamos Tigra y yo, y ella me dijo que tío Tigre era más fuerte que tú, que te podía comer?

-¡Qué va!, dijo Conejo. Tío Tigre es grande pero bruto. A ese me le monto yo cuandoquiera. Mirá hacénos una invitación y verás cómo yo me presento montado en tío Tigre.

Así se hizo. Coneja invitó y los novios quedaron de llegar puntuales el sábado a las seis. Y pasó una semana de ganas. Eran ya las cinco y media del sábado cuando, impaciente, Tigre fue a buscar a Conejo. Lo encontró en la cama.

– ¡Ay! ¡Tío Tigre! Yo no voy a poder ir a esa fiesta. Estoy muy mal de un pie, y mi burro se escapó lejos. Me parece que no puedo ir.

Tío Tigre tenía ganas de fiesta y dijo:
– ¡Pensemos algo! ¿Cómo vamos a dejar metidas a las muchachas?

-Se me ocurre, tío, que usted que es grande, podría llevarme montado y yo me bajaría antes de llegar a la casa de las niñas.

-Convenido. Pero no me pondrás eso por aquí atravesado, y se señaló la barriga.-

-No, pero si eso es la cincha. Eso no molesta y es necesario que se lo ponga para que no se caiga la montura y para que no le pele, tío.

Bueno, pero no me pondrás esa cosa debajo del rabo. -Pero si eso es la baticola y eso es para que usted no se lastime en las bajadas. ¿No ve que sin gurupera se le harían mataduras?

– Bueno, pero no me pondrás eso de hierro en la jeta. ¡Eso sí no! – Oh, no; eso no. Freno sí no le pongo.

-Y no te pondrás esas cosas puyudas en los calcañares.

-No, espuelas no, tampoco; tío querido.

Convenido todo. Conejo le puso la silla al tigre, le atesó la cincha le puso la baticola y se montó con sus zamarros. El Tigre comenzó a andar con Conejo montado. Taque, taque… Ya iban lejos cuando pasito, pasito, Conejo subió una pata para ponerse una espuela que llevaba en los zamarros.

– ¿Qué haces? preguntó Tigre volviendo la cara.

– Mirarme aquí, tío, la pata mala, que me está doliendo.

Tío Tigre siguió trotando. Pasito, pasito, Conejo subió la otra pata.

-¿Qué es eso? ¿Qué es eso? dijo Tigre.

-No es nada, tío, es que no sé qué tengo en este otro jarrete, que me duele.

Cuando Conejo tuvo bien puestas las espuelas le soltó el primer puyazo a Tigre. Este que abre la boca para dar un berrido y Conejo que le encaja el freno entre las fauces.

Ahora llegó la hora. Tío Tigre comenzó a corcovear y Conejo a cada brinco le rayaba las espuelas. Hasta que Tigre se cansó y no le quedó otro remedio que trotar para donde las novias, sumiso y conforme. Allá llegaron.

“¡Este es mi caballo! Mírenlo cómo trota, cómo brinca, cómo corre, cómo galopa”, y tío Tigre “fregado”, toda la noche con Conejo encima tomando trago y él aguantando espuela. A la mañana tío Tigre tenía la jeta torcida con el freno y las narices aplastadas de dar contra los postes. Pero Conejo se dijo: A éste no lo suelto porque me busca y me come. Determinó venderlo y se fue a un trapiche. Y se fue tío Conejo. Allá llegó al trapiche.

– Buenos días, señor Eulogio.

Le vendo este buey ñato que es buen molendero. Trato hecho. Pusieron a Tigre a moler caña. Molió y molió hasta que enflaqueció, quedó todo encogido y decaído. Entonces, por inútil, lo soltaron y se fue al monte el buey ñato de don Eulogio.

Pasaron meses. Tío Tigre se repuso y si empre le preocupaba la idea de vengarse de Conejo. Un día sobrevino una gran inundación. Tío Tigre vio una islita y dijo:

-Allá sin duda habrá quedado algún animal que yo pueda comer. Tengo hambre.

El que llega a la isla y se encuentra con Conejo, atrapado allá por la inundación.

– Ahora me las pagas todas, dijo tío Tigre: me montaste, me maltrataste, me desbarataste mi matrimonio, me esclavizaste.

– Pues… Tienes razón, tío, me doy por culpable. Merezco castigo. Debo morir. Pero antes de morir déjeme subirme a este árbol y dar un grito a mis parientes para que sepan que me voy a morir. Esta es la súplica de un sentenciado a muerte. Ellos viven allá no más, al otro lado del caño y hasta l e pueden servir.

– Bueno, dijo tío Tigre. Despídase a prisa que tengo hambre, y la boca se me vuelve agua.

Conejo subió al palo y ya “encarapilao” en lo alto gritó:

-Señor Eulogio, señor Euloooogio! Que venga acá a la isla por el buey ñaaato, que se les escapó y ya está bueeeeeno!

A tío Tigre le faltó tiempo para escapar. A estas horas ya está llegando a los montes de la Serranía de los Murciélagos.

 

Código: CLTC 331N

Año de recolección: 1952

Departamento: Magdalena

Municipio:

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Enrique Pérez Arbeláez

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: La cuna del porro. Insinuación folklórica del departamento del Magdalena en Colombia.

Año de publicación: 1952

 

 

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