Un día se fue un hombre al río a pescar. Era con luna llena. Cuando estaba pescando, vino una nutria. Pero él no hizo caso. La nutria lo llamó y le habló pero el hombre pescaba. Entonces la nutria vino y se pegó a su pierna. Pero el hombre la sacó y la nutria se fue. Cuando el hombre volvió a su casa, contó lo raro y dijo que el animal no lo había mordido sino que sólo abrazó su pierna. Después de un mes se le hinchó la pantorrilla y se hinchó por demás y de golpe se reventó y apareció un niño. Pero el hombre se murió. El niño quedó vivo y una mujer lo crio. Pero todo alimento que quiso el niño era la sangre menstrual y no comía otra cosa. Así la mujer tuvo que darle sangre de ella.

Cuando ya era grande, preguntó por su madre. De noche se fue al pueblo a buscar entre las mujeres dormidas. Pero ellas no oían nada cuando él se acercaba, porque quedaban como privadas. Entonces él se puso a beber su sangre menstrual. Así las mujeres le cogían mucho odio.

El muchacho siguió preguntando a toda la gente: “¿Quién era mi madre?” Así un día un hombre le dijo: “Tu madre se la tragó la gran ballena que come gente”. El joven preguntó: “¿Dónde está?” Le dijeron: “Allá en el charco”. “Voy a matarla”, dijo el joven, “porque ella mató a mi madre”. Él se fue al lago y trajo su lanza bien amolada y cuatro grandes palos de balso. Cogió un carrizo y lo tocó para llamar la ballena. Entonces salió la ballena del agua y se tragó al hombre; también a la balsa. Pero en el vientre el joven encontró muchas gentes vivitas y animales y aves, y hubo ríos y quebradas. En medio hubo un río grande. “¿Por dónde sale este río?”, preguntó el hombre. “Por allá debajo de la cola”, le dijeron. Entonces el joven se fue y puso su lanza como tranca en la salida y se salió con su balsa. Pero después de un rato regresó y preguntó: “¿Adónde está el corazón del animal?” Encontró el corazón y era una gran ahumaya. El hombre lo mató y salió otra vez.

Cuando la otra gente en la orilla vio cómo el hombre salió del animal, se asombraron mucho. Pero él se fue a su casa y se puso a hacer asientos de balso. Entonces fue a cada casa y puso en cada casa uno de estos asientos. Entonces hubo una gran tempestad y trueno y relámpago. Cada vez cuando relampagueaba, se perdió un asiento. Por fin cuando todos se habían acabado, se acabó también la tempestad. Cuando las gentes salieron, vieron el animal muerto en el agua, en la orilla. El río corría rojo de sangre.

Pero la gente odiaba mucho al hombre: Un día preguntó: “¿Adónde está mi madre?” Le dijeron: “No fue la ballena que la mató, sino otro animal que vive allá en el río”. El hombre cogió un balso y entró al agua para matar al animal. El animal se llamaba nusi (tiburón). El hombre hizo un muñeco grande de balso y lo botó al agua y el animal se lo tragó. Él se metió detrás y le cogió el pescuezo y la boca del animal, que era muy bonita, como una flor de granadilla. Las aletas del animal eran como hoja de palma real y muy bonitas. El hombre mató al animal. Pero los indios lloraban mucho porque el animal era su dios y lo querían mucho.
La gente se fue pero el hombre los siguió, molestando a las mujeres. Una vez preguntó a una muchacha: “¿Es cierto que ese animal mató a mi madre?”. “No”, dijo la muchacha, “detrás de esta montaña vive otro animal que sí mató a tu madre”. Así el hombre se fue a buscar al animal que se llamaba unangaramia. No era un solo animal sino eran muchos. Era la mata de los animales. Allí donde estaban, salió humo. Se fue por allá y gritó y entonces se movieron los animales y gritaron. Así cuando llegaba, mató a muchos pero la mitad siempre quedó viva y el hombre se fue y dijo: “No puedo matar a todos. Si los mato a todos, no habrá más animales en el mundo”.

En el camino encontró unas mujeres de otra tribu y el hombre las agarró a todas para beber la sangre de ellas. Así lo odiaron mucho. Otra vez preguntó a una mujer: “¿Adónde está mi madre?” Las mujeres dijeron: “La luna la mató”. “¿Es cierto?”, preguntó el hombre. ”Sí, fue la luna”, dijeron. “Pues voy a matar la luna”, dijo el hombre y se fue.

Se puso a cortar guadua en el monte. Se fue amarrando las guaduas y se fue para arriba como en una escalera. Cuando llegó al camino de la luna, se quedó allá esperándola. Pero entonces vino el pájaro carpintero y casi le trozó la escalera. El hombre se cayó. Cuando cayó dijo: “mofóda” (pluma). Y cuando dijo eso, se cayó lento, lento como una pluma. Pero cayó y cayó en otro mundo, bajo la tierra. Allí hubo indios muy bajitos que solo comían humo de su comida, no más. Entonces botaron los pescados. El hombre se fue a comer los pescados. “¿Cómo haces eso?”, le preguntaron. “Porque es muy sabroso”, dijo él. “No podemos comer sino humo, porque nosotros no tenemos ano”. “Eso yo puedo arreglar”, dijo el hombre. “¡Sí, ayúdenos!”, dijeron ellos. Entonces el hombre cogió un palo de chontaduro y los chuzó. Pero muchos se murieron. Otros se alentaron. “¿No sabes de otro modo?”, le preguntaron. “No sé”, dijo el hombre. Entonces dijeron: “Hay que echarlo de aquí porque nos mata así”. El cacique dijo: “Móntate en este animal y no abre los ojos hasta que llegues al fin”. El hombre se montó y oyó muchos rumbidos (ruidos) y casi se cayó. Entonces dijo: “Ya estoy cansado”. “Ya llegamos”, dijo el animal, “Ya puedes abrir los ojos”.
Vino así al mundo nuestro pero se encontró en el monte y allí no hubo gente. Vino un venado y el hombre lo cogió. Se montó y se fue. Llegó a un río grande. “¡No te muevas!”, dijo el venado. Pasaron el río y cuando vino la noche se desmontó. Al próximo día se fueron y llegó al pie de su casa. El venado se fue.
En la casa le preguntaron mucho y él les contó y así los indios supieron del mundo subterráneo. Pero él seguía molestando a las mujeres. El hombre era un gran cazador y solo por eso lo soportaban. Un día dijeron: “Cuando duerma, le echaremos agua caliente como para matarlo”. Pero los otros se opusieron y lo defendían porque era buen cazador. Así no lo mataron. Un día lo picó una avispa grande y lo mató. Quedó muerto pero no lo enterraron. Lo lloraron dos días, pero al tercer día los indios se durmieron y cuando se despertaron, el muerto había desaparecido.

 

Código: CLTC 353N

Año de recolección: 1945

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Riofrío

Tipo de obra narrativa: Leyenda

Informante:  Grupo de indígenas Chamí, vereda Corozal, Riofrío

Edad informante:

Recolector: Gerardo Reichel-Dolmatoff

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Algunos mitos de los indios Chamí

Año de publicación: 1953

 

 

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