Una vez salió Jesucristo a recorrer el mundo y llegó a la casa de Peralta. Tuvieron charlando de muchas cosas hasta que, pasada una hora, Peralta le dijo que lo que le pedía era que lo llevara en cuerpo y alma al cielo el día que muriera. Dios le dijo que así se haría.

También pidió Peralta que Dios bendijera sus árboles frutales, con la condición de que el que cogiera un fruto de ellos sin su consentimiento, se quedara pegado al árbol elegido. También se lo concedió Dios nuestro Señor.

Al año mandó Dios a la muerte para que se llevara a Peralta, pues ya se le cumplía el plazo de morir. Llegó la muerte y dijo:

-Peralta, Dios que vas conmigo.

Peralta le hizo saber que estaba en ayunas, y que mientras se tomaba su agua dulce (agua de panela), comiera ella caimitos. La muerte le contestó que no sabía subir palo (trepar a los árboles). Peralta le dijo:
-Están bajitos los caimos. Cogélos con la mano.

La muerte por galga (hambrienta) agarró uno que pesaba una libra y se quedó pegada al árbol. A los cien años se acordó Dios de la muerte y mandó a buscarla con San Pedro, que debía regresar con ella y con Peralta. San Pedro no cayó en la trampa que Peralta buscó para hacerle, y tuvo que seguir al cielo con leña, cama, ropa y ollas. Al llegar allá quiso encender su fogón, abrazar a su mujer y regañar a sus hijos, por lo que Dios le privó los entendimientos (potencias mentales) para que no revolviera el cielo.

 

Código: CLTC 407N

Año de recolección: 1955

Departamento: Chocó

Municipio: Nuquí

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1959

 

 

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