En cierta población lejana había tres mozos hambreados y tan abandonados de Dios y de los hombres, que resolvieron de común acuerdo irse a robar y a matar.

Por el camino encontraron un burro escondido entre una arboleda, tan flaco y con más mataduras que pelos, pues no parecía sino que iba a estirar la pata allí mismo.

—¿Qué haces ahí, hermano burro? le dijeron los tres.

—Aquí, que mi amo me arrojó del establo por viejo y por inservible. Llevadme que puedo seros útil. Al fin, al ver la insistencia del burro, se lo llevaron.

Más adelante encontraron un gallo que trataba de ocultarse.

—¿Qué haces ahí, hermano gallo? —Aquí, huyendo porque mi ama quiere echarme a la olla. Llevadme que puedo seros útil.

—No porque con tu canto nos estorbas.

—Me comprometo a no cantar.

Al fin se lo llevaron.

Más adelante se encontraron una aguja y le dijeron:

—¿Qué haces ahí, hermana aguja?’

—Aquí me dejó caer una sirvienta. Llevadme, que puedos seros útil.

—No, porque nos picas.

—No les haré ningún daño, respondió, y al fin se la llevaron.

Más adelante se encontraron una rala (excremento de aves) de gallina y le dijeron:

—¿Qué haces ahí, hermana rala?

—Aquí que me arrojó una gallina.

—Llevadme, que puedo seros muy útil

—No, porque hueles a fea.

Pero como insistió mucho, resolvieron llevarla.

Andando, andando, llegaron a un huerto muy provocativo pues a la luz de la luna pudieron observar infinidad de frutas maduras que les hizo llenar la boca de agua, y como iban con ánimo de robar, determinaron poner por obra su propósito.

Como el huerto estaba cercado por tapias y no podían subirse sobre ellas, el burro se arrimó a la pared y pasando por sobre su lomo los tres nóveles ladrones escalaron el corral, con lo que notaron la utilidad que el asno les prestaba. Después abrieron la puerta para que el burro entrase y lo situaron con las patas hacia la puerta de la alcoba de los dueños, que lo eran dos viejecitos que tenían el sueño muy blando y a su servicio habían admitido una sirvienta que dormía profundamente.

Al gallo lo hicieron subir a una viga de la cocina para que observara, a la aguja la clavaron en la pared junto al fogón y la rala fue colocada sobre un jiné. En seguida fueron los tres hombres a robar frutas.

La sirvienta despertó al cabo de tanto gritarla y, como era miedosa, se fue a soplar el rescoldo para encender la vela. Como el fogón estaba en el suelo, se arrodilló y apoyó sus manos sobre los jinés, pero como notara bajo su palma una cosa blanda, olió qué era, y como se trataba de cosa sucia se limpió la mano con la pared, pero como allí estaba la aguja esperando, se dio un pinchazo que la hizo proferir una exclamación de dolor; pero en ese mismo momento, el gallo, que se hallaba despierto y vigilando dejó caer precisamente entre la boca abierta de la sirvienta una rala tibia que la obligó a hacer gargarismos y a lavarse en seguida la boca y las manos y mientras tanto los tres mozos cogieron las frutas que quisieron y se fueron, habiendo aprendido que no hay nada inútil por viejo y feo que parezca.

 

Código: CLTC 587N

Año de recolección: 1980

Departamento: Cundinamarca

Municipio: Fómeque

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: José Antonio León Rey

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuento popular andino

Año de publicación: 1985

 

 

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