Las vidas de los hombres son lámparas que arden en el cielo sobre una mesa grande. Cuidando tanta luminaria está el ángel de la muerte, quien, a una señal de Dios, apaga el mechón que le manda nuestro Señor Jesucristo, y ve nacer otro más brillante. Estas luces nuevas son las de los recién nacidos.
Un día Dios le permitió a un hombre subir al cielo y contemplar las vidas de los hombres. ¡Qué inmenso mar de luces! Unas son chiquitas y pálidas, casi arrastradas por el suelo. Otras son gruesas, fuertes, como la de los ambiles (antorcha de brea y carbón usada por los campesinos) de palma. Muchas son serenas, aunque el viento las azote con fuerza. Hay otras que chisporrotean como las velas de sebo…
Nuestro hombre preguntó cuál era su vida, y la muerte le indicó en un rincón una esperma que ya estaba a ras de la mesa grande. Habiéndose quedado solo, sacó una vela que llevaba en el bolsillo y la encendió y la clavó sobre la que le habían indicado como suya. En seguida cayó muerto.
Le salió el tiro por la culata.
Código: CLTC 371N
Año de recolección: 1955
Departamento: Chocó
Municipio:
Tipo de obra narrativa: Mito
Informante:
Edad informante:
Recolector: Rogerio Velásquez M.
Fuente: Artículo de revista
Título de la publicación: Cuentos de la raza negra
Año de publicación: 1959
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