Una vez un hombre se fue a pescar, y su anzuelo sacó una ballenita joven y elegante. Como le pareciera muy pizpa (bonita, agraciada), se propuso criarla. Todas las mañanas le daba la mejor comida que podía, hasta que el animal creció, engordó y se puso fuerte, volviéndose la admiración de todo el mundo.

Pero la bache (ballena pequeña) era ingrata. Una tarde, mientras su amo le daba de comer, lo invitó a que la montara como caballo. Lo llevaría mar afuera, conocería otros mundos y regresaría a su tierra cuando le provocara. Para eso estaba ella allí. El hombre, entusiasmado, se trepó sobre el lomo del animal, que salió aprisa por entre las olas, con la intención de dejarlo Dios sabe en qué punto.

Los animales de las orillas, al comprender la mala fe de la ballenita, decían:

-¿Para dónde llevas ese hombre, bache?

-Este es mi amo, respondía. Voy a sacarlo al mar para que se refresque, conozca un poco y vuelva cuando quiera. Es que la tierra es dura. Tal vez por acá…

Y seguía mar afuera, cantando:

– Seré… Seré…
Libre, al fin, seré…

Al pasar por una isla, vio a Zorro en una sementera comiéndose un racimo de plátano. Este, notando que la bache llevaba hambre, la llamó con estos gritos:

-¡Arrime! ¡Arrimee, comadre! Venga a tomar chucula (cierta comida hecha con el plátano) de maduro fresco, guarapo dulce, y además prueba los cocos biches de la playa. La vida, amiga, no se lleva a la carrera.

La ballena arrimó. Embelesada con tantas cosas del colino, se olvidó de su amo, que huyó monte adentro.

Ida la bache, el hombre se acercó a Zorro y preguntó:

-¿Cuánto le debo por el servicio, primo? (Se toma por amigo, señor).

-Nada, casi. Le cobro un colado (catanga, cesto de bejucos) de gallinas, nada más. Búsquelas, eso sí, grandecitas, más bien gordas. Estoy prohibido comer carne flaca, ya que con la peste las aves se han encarecido, atrasándome (perdiendo peso, desmejorándose) considerablemente. No vaya de atembado (tonto) a decir que son para mí, pues mis enemigos no duermen y me la tienen velada.

-Pero… ¿se puede saber quiénes son sus enemigos?

-Esos malditos perros que viven por allí…

El hombre echó a andar hacia el caserío. Estando en él juntó una guayunga (montón) de perros, y, frente a Zorro que esperaba, se los aguijó. Huyendo del guango (montón) de animales, iba diciendo:

-¡Arriba, San Anacleto! Si de esta escapo, en otra no me meto. ¡Toda la vida es trampa!

 

Código: CLTC 430N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Condoto

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *