Un príncipe tenía un sirviente llamado Amor Caballo. Le dijo: me gusta la joven que tiene esa señora con el esposo de la playa. ¿Por qué no la envitás? Le decís que te vaya a mostrar el cocal (cocotero) y me la traés.

Días van, días vienen, días van, días vienen, hasta que un día le dice: Amor Caballo, vas a hacer lo que te digo y te enriquezco con tu familia para toda la vida. Le contesta: vamos a ver si ella me quiere acompañar. Camina andar, camina andar, camina andar y entre más caminaba más andaba, camina andar, cuanto más caminaba más andaba, hasta que llegó.

Buenas tardes tía. Buenas tardes sobrino. Suba. Subió y conversa va, conversa viene, conversa va, conversa viene. Le dice: tía, ¿por qué no permite que la niña me vaya a mostrar el cocal, pa’ yo conocerlo? Se jueron, ella le mostraba los cocos, las matas, las cañas y todo.

Niña, le voy a decir una cosa, el príncipe está enamorado de usted, quiere que la lleve para que usted lo conozca. Ay, le dijo ella, yo no voy a ir porque mi mamá me pega. Yo la traigo a primera hora. Espéreme aquí, que ya vengo. Se jue a la casa, se cambió de vestido, se peinó. La mamá: ¿para dónde va? No aquí, ando con Amor Caballo dando vueltitas. Cogió y se la llevó; cuando llegaron a medio camino, había un caballo bien hermoso parado. Dijo: móntese aquí. No me voy a montar porque me voy a caer. No, móntese, que yo la llevo. Camina andar, entre más caminaba ese caballo, camina andar, entre más caminaba más andaba, cuando llegaron a un palacio. Espéreme aquí que ya vengo, voy pa’ donde mi señor, para que la venga a conocer. Se jue Amor Caballo y no vino más. Mi príncipe, ya está la niña, quiero que usted vaya. Yo no me le voy a presentar sino que usted va a hacer las veces mías, yo le voy a dar para que me la alimente, bueno así jue.

El príncipe por la noche llegaba a dormir ahí, pero no tocaba la niña, ni ella lo había visto tampoco, hasta que una noche se levantó, lo miró y vio semejante hombre tan bonito que estaba a su lado. Se asustó, le cogió nervio y empezó a llorar. Le pregunta: ¿qué le pasa? No, yo no como gente, yo no me la voy a comer a usted; estese tranquila, yo no la voy a tocar, hago de cuenta que usted es mi hermana, duerma tranquila. Ya la muchacha no pudo dormir, le cogió desesperación pa’ llá y pa’ cá, y la mamá en la casa, muerta del dolor, porque Amor Caballo se había llevado la niña y tampoco no lo veía, ni a él, ni a ella.

Al otro día por la mañana, llegó Amor Caballo. ¿Cómo jue? ¿Cómo pasó la noche? Yo pasé la noche bien, pero aquí estaba acostado conmigo un señor bien bonito, pero yo aquí no voy a estar, me voy a ir, porque mi mamá me va a pegar. No, usted no se va a ir pa’ donde su mamá, yo la tengo que llevar, porque yo la saqué. Un día le dijo, acomódese que mañana la voy a llevar. Esa noche se acostaron y se levantó el príncipe, la llamó: niña, despiértese que yo quiero hablar con usted. Le dice: vea, yo me voy a casar con usted, yo soy rico, tengo mucho, mucho que brindarle y mis cinco dedos de mi mano. ¿Y mi mamá? Yo no me puedo casar sin mi mamá. Yo primeramente voy a donde su mamá para que vengamos aquí. Se acostaron, se durmió, cuando se levantó, otra vez lo vio, por el ombligo pasaban rubiles y diamantes; era toda la ciurá que estaba encantada dentro de él. Eso pasaban rubiles y diamantes que se le empañaba la vista a la niña.

Al otro día por la mañana: vea, arréglese. Le sacó un vestido nunca visto en palacio que no se lo había puesto nadie, nadie, y le dijo, vístase y le entregó los zapatos, el caballo más lindo del potrero y ahora sí se jue. Cuando llegaron, Amor Caballo: aquí le traigo su hija. Ay sí. La señora se asustó cuando la vio montada a caballo con semejante príncipe tan hermoso. ¿Buenas tardes, suegra, cómo está? ¡Ay no! No me diga suegra, que pobrecita yo y pobrecita mi hija. ¿Va a ser esposa suya? Sí, vengo a decirle que nos vamos a casar y nos casamos mañana y está la boda toda echa, vengo a llevarlos. Nosotros somos pobres, no tenemos tanto pue con qué arreglarnos hoy mismo. Les compró vestido a la suegra y al suegro, se los llevó.

Al otro día se casaron, hicieron una boda. Quince días y quince noches después de casados, les dijo: suegros ustedes se van pa’ la casa con mi mujé, y cuando llegaron estaba la casa mejor dicho, con un buen almacén para que vivieran. Acabando, acabando, se acabó mi cuento jue mentira o jue verdad, que se abra la tierra y se vuelva a cerrá.

 

Código: CLTC 552N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Guapi

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Diomedes Portocarrero

Edad informante: 80

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *