Es éste otro mito o personaje legendario de las aguas, muy conocido y difundido entre las creencias campesinas, las cuales tenían por norma que todo aquello en que la naturaleza ponía más vida, aquello que por su majestuosidad, belleza o forma encerraba misterio; grandeza, insondables dones de la creación, subterfugio de un más allá que es imposible adivinar, inmensidades de una cosa que corre, brama o se yergue, como formando una fuerza misteriosa que se interpone ante la fuerza y el destino de los hombres; esas fuerzas, esos imperios de grandeza deben tener un dios, un personaje guardián con poderes sobrenaturales para defender sus dominios. Y como en nuestros llanos tolimenses, fuera de sus grandes llanos tachonados de bosques umbrosos, lo que más acrecienta su belleza y le da una pincelada de majestuosidad y encanto son sus grandes y diseminadas lagunas, sus caprichosos y cristalinos manantiales y, sobre todo, la gran cantidad de sus ríos de aguas profundas y mansas, en cuyo murmullo plañidero se percibe una especie de encantamiento que embruja el aire, una especie de alucinación, algo que es como el influjo misterioso de la inmensidad, creando en las mentes de nuestros abuelos esa creencia en seres sobrenaturales que invaden y dominan las grandes proporciones de la naturaleza. Sienten en su magín ese gran poder creativo de la “madre naturaleza” que nos rodea, que nos da vida y calor y que aunque nosotros no le damos forma de personaje ni de dios, miramos con respeto su grandeza. Ellos llamaban y aún llaman “Madre de Agua” a ese influjo que ejercen sobre ellos las grandes corrientes, la belleza y profundidad de las lagunas explayadas, el hechizo y bonanza de las fuentes dormidas y le dan forma física y lo rodean de relatos y leyendas que vienen a ser para ellos tan ciertas como el agua que beben y el pan que los alimenta.
Y es así que como él agua es purísima en aquellos llanos; de un color opalino suave y las fuentes se forman de riachuelos de aguas argentinas que vienen como hebras de plata a formar un pozo de cristal que fulgura con los rayos del sol, la Madre de Agua es una niña muy linda de cabellos áureos y fulgurantes; casi blancos; sus ojos son grises, claros como dos gotas de agua del más puro manantial, parece un ángel de lo puro bella. Pero en el fuego de sus ojos hay hipnotismo, una fuerza de atracción que es imposible resistir; el único defecto en su angelical figura es que tiene la característica de tener los piesecitos volteados hacia atrás, por lo cual deja los rastros en dirección contraria a la que ella sigue. Persigue únicamente a los niños, sobre los cuales ejerce una influencia perniciosa. Se puede decir que hay niños que nacen con esa “lisión”, predispuestos a la persecución de la Madre de Agua y desde bebés son atraídos y molestados por ella. El niño perseguido por la Madre de Agua habla siempre de una niña linda que lo llama, sueña con ella, se despierta asustado y vive predispuesto siempre a ausentarse solo, atraído por algo extraño. Cuando se lleva a la orilla de las aguas se ve intranquilo, cree ver flores muy bellas flotando en la superficie ; se abalanza sobre lo que cree ver dentro del agua e insiste en que tiene que irse, pues una niña lo llama con sus blancas manecitas; le da fiebre y diarrea y la conmoción lo enferma perniciosamente, y muchas veces muere, fuera de otras, que por un ligero descuido, se pierde o se ahoga, raptado por la Madre de Agua.
Para librar al niño de esa influencia maléfica hay que rezarlo, llevárselo al cura para que lo bendiga, colgarle escapularios, medallas, azabaches o abalorios indígenas del cuello; frotarlo con ajo, “chicote” o yerbas aromáticas como la ruda y la albahaca. Ofrecerlo en presentación a las Animas Benditas y procurar no llevarlo a la orilla de las aguas, por lo menos mientras crece y ya no es perseguido por el espíritu maligno.
Código: CLTC 435N
Año de recolección: 1962
Departamento: Tolima
Municipio:
Tipo de obra narrativa: Leyenda
Informante:
Edad informante:
Recolector: Misael Devia M.
Fuente: Artículo de revista
Título de la publicación: Folclor tolimense
Año de publicación: 1962
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