En una ciurá había un castillo romano, donde vivía la príncipa del sur, hija del rey Charomo. Era una señorita nunca vista, bien bonita, hermosa, él estaba engreído con esa hija. En eso llegó un príncipe y le dice: ¡usted tiene una belleza y yo necesito casarme con ella! Le contesta: oooooh, gusanillo de la tierra, vo no sos capaz de casarte con mi hija, no te va a querer. Yo no soy un mendigo, dice él, yo soy un noble, lo mismo que es usted. Pero no somos iguales, le contestó el rey, eso se hablará despacio.
Pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, pasa día. Un buen día estaban en la mesa almorzando la reina, el rey y la príncipa. El príncipe le dijo que quería casarse con ella. Dijo: yo hago lo que el rey diga, cuando iba bajando el castillo incontró una tarjeta bañada en oro y ahí estaba su nombre. Le dijo el papá: ese que te escribió, ¿qué te dijo? No me dijo cosa mala sino que me quería, que yo merecía un matrimonio.
Pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, pasa día, la reina estaba tranquila, no pensaba en nada, pero claro la tarjeta que le dio jue de oro. Cuando a los ocho meses llegó una señora y dice: mi rey, quiero hablar con la príncipa un minutico. ¿Qué es lo que quiere con ella? Que me dé una limosnita. Vaya pues, hable con ella. Buenos días, mi niña. Buenos días señora, ¿cómo está? Bien, yo quiero que me dé una limosna. Bueno, un momentico. ¿Usted habló con mi papá? Sí, yo le dije que necesitaba una limosna y no me dio. Yo le doy, cogió y le dio un rial. Yo no vengo a pedir limosna, yo vengo a decirle que el príncipe le manda a decir que le mande la contesta que le dejó en la tarjeta. Dígale que yo le contesto, pero no le vaya a decir a mi papá. Pero usted tampoco le vaya a decir nada a él, porque, después yo vengo a pedir limosna y no me deja subir. Bueno.
Días van, días vienen, días van, días vienen, días van, días vienen. Un día, llegó el príncipe. Él no tenía mamá, papá sí, y le dijo: vea mi rey, yo ya vengo preparado pa’ casarme con la niña y yo no voy a vivir aquí. Yo voy a vivir en mi palacio. ¿Dónde lo tenés? En la tierra de Iré y No Volveré, allá está mi castillo. ¡Aaaaah sí! ¿El que se va pa’ llá no vuelve? Noooo, vuelve, sino que es el nombre de mi tierra. Voy a hacerla bajar. Bueno ya viene lista aquí a casarse el señor, el príncipe con usted, pero no va a vivir aquí, va a vivir en la ciurá de Iré y No Volveré, porque es allá donde él tiene su castillo. Le dijo: me voy a casar porque ya me crié, estoy joven, necesito tener mi matrimonio y mis niños. Por eso no hay problema y el casamiento se hace mañana. Al otro día arreglaron el palacio a las dos mil maravillas, se casó, tenía dos coronas, una delante de la frente y otra en el medio de la cabeza, una era corona del matrimonio y la otra corona de reina. Bailaron quince días y quince noches, comieron, festejaron.
Días van y días vienen, días van y días vienen, días van y días vienen. Después de tener dos meses de casados, oyeron pin, pin, pin, una campanilla grandísima. Dijo el rey: ¿qué suena? Una música muy linda, y venía la gente de la ciurá de Iré y No Volveré. Venían en fila y en medio cinco caballos de oro, el primero era el de la novia con el novio, con el nombre de ella y de él, atrás venía la música y atrás de la música, los disparos. Se asomó el rey. Mija venga vea eso tan bonito. ¿Eso qué es? ¿Procesión de santo que viene o qué? No papito, son unos caballos, tan divinos. Dijo el príncipe, venga suegro, eso es mío y vienen a recibirme a mí con la princesa que nos vamos pa’ la ciurá de Iré y No Volveré. ¡Ay puuuuun! Cayó privado el suegro y dijo: usted es más rico que mí y más rey, porque yo no tengo todo eso y yo le agradezco que se haya casado con mi hija. No nos olvide, nos vamos todos pa’ celebrá la segunda boda. Se jueron y música, y baile por aquí y baile por acá, tenían más de cinco casetas y en todas estaban bailando en homenaje a ellos.
Cuando llegaron, estaba esa casa que era un paraíso, comida de todo lo que usted quería. Dijo el suegro: esto se llama la ciudad de Iré y No Volveré, esto no má es el nombre de Iré y No Volveré. Esta ciurá está encantada por mí, y su hija me vino a desencantar porque en un sueño que tuve me dijo que fuera a la otra ciurá y me casara con la primera príncipa linda que hubiera, y eso lo hice y desencanté esta ciurá y a todos los acompañantes que me acompañan. Bailaron otros quince días y otras quince noches hasta que el último día cogieron dos caballos uno de ella y otro de él, y jueron a dejar los suegros a su casa donde los sacaron. Acabando, acabando, se acabó mi cuento, sea mentira o sea verdad, que se abra la tierra y se vuelva a cerrar.
Código: CLTC 581N
Año de recolección: 2010
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Diomedes Portocarrero
Edad informante: 80
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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