Este era una vez un hombre casado con una mujé, tuvieron viviendo, tuvieron viviendo, hasta que tuvieron tres hijos. El uno se llamaba Juan, el otro Pedro y el tercero Diego. Un buen día los tres hijos con el papá, se jueron a echar maíz. Diego era como medio perezoso, no le gustaba mucho el trabajo, vivía todo el tiempo metido debajo del fogón, entonces los papás le pusieron Huevo en ceniza. Pedro y Juan eran muchachos más atentos a su trabajo, vivían pendientes de que algún día iban a ir a buscar cómo ser ricos.
Cuando jue el tiempo de coger la rosa (cosecha) de maíz, mandaron a Pedro el mayor al maizal, con su comida que le cocinó su mamá; hizo una fogata, asó unos choclos, y se echó a dormir en una hamaca. Llegó conejo y comió todo el maíz que pudo, cuando entró el papá lo encontró dormido y maíz comido. Vo no servís pa’ nada, sos una porquería, no valés ni lo que te comés, sal de aquí. Llegó peliando con el hijo a la casa. Al otro día le tocaba al segundo, porque era una gran rosa de maíz; se jue Juan, llegó la mamá le cocinó su fiambre, entró al monte, colgó su maca, prendió su fogata, comió, asó choclo, y se echó a dormir. Llegó conejo y arrasó con lo que más pudo, entró el papá a las cuatro, lo encontró bien dormido en hamaca, maíz comido.
Todos son una parranda de inútiles no sirven pa’ nada, qué clase de hijos tuve, ustedes no son sino parásitos, no sirven pa’ nada. Salieron peliando hasta la casa. A Huevo en ceniza, Diego, nadie le hacía caso porque según decían no iba a servir nunca pa’ nada. A los tres días se levantó Huevo en ceniza de su fogón, todo lleno de ceniza, se bañó y dijo: mamá, papá, échenme la bendición que voy a cuidar la rosa de maíz. Vo, Juan, ni Pedro pudieron, no cuidaron nada, si a ellos comieron maíz, a vo comen maíz y te comen a vos, porque sos más inútil, más sin servicio que ellos. Mamá diga lo que quiera, pero yo me voy. No pidió ni fiambre, no pidió nada.
Se jue Diego pa’ su monte. Cuando llegó prendió una fogata, recorrió todo el monte, cortó todas las cañas que estaban sin maíz, paró (preparó) su comida, cogió un cabo, hizo un lazo especial para matar, para agarrar conejos, se quedó en su maca. Cuando sintió al conejo traaaan sacó el cabo, agarró a conejo, a las tres de la tarde salió corriendo a la casa. Mamá, mamá, mamá, pare la olla que aquí traigo al conejo que agarré comiéndose el maíz, mamá, mamá, mamá.
Así jue que Diego llevó el conejo comedor de maíz a la casa. Cuando llegó a la casa iba el conejo vivo, a lo que se lo pasó a la mamá, se soltó el conejo y arrancó a correr, pero ya el conejo no comió más maíz. Los hermanos Pedro y Juan le cogieron rabia a Diego porque él, que era tan inútil, había cogido al conejo. A los tres días dijo Pedro: papá y mamá, échenme la bendición que voy a recorrer el mundo, a buscar novia y riqueza. Mijo, váyase. Se jue. Años van, años vienen, nunca apareció Pedro. Al año se jue Juan, nadie supo si vive Juan.
Diego: bueno, mamá y papá, échenme la bendición que voy a buscar fortuna y a mis hermanos. Se jue Diego camina va, camina andaba, camina andaba, se hacía que no caminaba y andando iba, meses van y meses vienen y camina Diego, camina Diego, hasta que un día en una loma bastante alta se incontró con los dos hermanos que no podían ni subirla ni bajarla. Les dijo: hermanitos, ¿cuánto tiempo tienen de estar aquí? Hermanitos ahora mismo nos vamos pa’ la ciurá. Tenía que bajar unos cerros altísimos pa’ pasarse a la otra ciurá. Cogió Diego y tiró su cabo pa’ bajarse y bajar a los hermanos, bajó a los hermanos y les dijo: de último bajo yo. Y los hermanos cuando ya Diego los había bajado, cogieron y trozaron el cabo para que Diego se matara. Desapareció Diego; según ellos habían matado a Diego.
Cuando llegaron a la ciurá jueron a jugar cartas, a jugar toda clase de juegos, a peliar, a robar en esa ciurá, a volverse los mismos Satanás y a Diego no lo habían incontrado porque ellos dijieron que a Diego lo habían matado, después de que el hermanito Diego los había salvado. Cuando Diego iba cayendo al abismo donde lo habían tirado los hermanos, se le apareció el conejo que se había escapado de las manos de Diego y lo agarró en el aire y le dijo: Diego, cada vez que estés en peligro no más di Dios. Y el conejito, así jue que Diego se salvó.
Llegó a la ciurá, a la casa de un rey, le dieron trabajo, aprendió a curar con yerbas. El hijo del rey tenía una enfermedad que nadie en el mundo se la había curado, no había curandero que el rey no hubiera contratado pa’ curar ese hijo. Diego le dijo: rey yo le puedo curar a su hijo. ¿Y vo cuándo aprendiste a curá? Vo no sabes nada, no más asiar pisos. Yo le aliento su hijo, le doy mi vida si no se lo aliento. ¿Qué necesitás? Lo único que necesito es un racimo de uvas moradas. Ahí mismo le consiguieron el racimo de uvas moradas. Alentó Diego al hijo del rey que había nacido enfermo. Tenía diecisiete años, lo alentó y dende ese momento se convirtió en el hombre más rico de ese pueblo, ya no era más sirviente, ya era un señor rico, pero él a pesar de que los hermanos intentaron matarlo quería incontrarlos para compartir con ellos la riqueza que tenía y buscar a sus padres.
Un buen día llegaron y oyó decir que tenían a dos hombres presos por criminales, estafadores, jugadores, mejor dicho. Así que Diego inmediatamente jue a salvar a sus hermanos. Los sacó, los llevó a trabajar, pero como eran malos, cogieron y empezaron a hacer maldades en ese pueblo, a echarle la culpa a Diego, pa’ que todo mundo le cogiera rabia y hace, y hace maldad en el pueblo. No se acordaban que los padres existían, solamente Diego decía: Señor, dame licencia pa’ volver a ver a mis padres. Metieron preso a Diego, ellos le robaron todo, duró cinco años en la cárcel pagando delitos que habían cometido Juan y Pedro.
A los cinco años apareció de nuevo el conejito, lo sacó de la cárcel, lo llevó de nuevo al lugar donde él vivía y le dijo: cada vez que me necesités tenés que invocarme. ¿Por qué no me habías llamado? Creí que no era necesario. Total, Diego se enamoró de la hija de un rey cuando salió de la cárcel y el hermano se metió a ese palacio a matar al rey, al papá de esa muchacha. Se metieron los dos hermanos robaron, así que lo iban a matar a él también después de casao y ya le habían puesto alfileres envenenados y todo para que Diego muriera en la cama, y en la almohada para matar a la esposa de Diego, al suegro, a la suegra. Habían hecho un desastre en ese palacio. En esas invocó al conejo y llegó el conejo y sacó todo ese peligro. Le dijo: tus hermanos quieren matarte, nunca te han querido desde que eras Huevo en ceniza, te odian, no quieren ni a tu madre ni a tu padre, ni a la esposa, pero vo sos un hombre muy bueno y por eso Dios te ha premiado.
Tenés tu esposa, tu madre y tu padre que ahora mismo llegarán contigo y tus suegros que te amarán siempre y te darán todo lo que ellos tienen. Los hermanos quedaron en la cárcel, nunca más volvieron a ver a los papás, y hasta hoy Diego es feliz con su esposa, sus suegros, sus padres. Y contando, contando se acabó mi cuento.
Código: CLTC 583N
Año de recolección: 2010
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Faustina Orobio Solís
Edad informante: 70
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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