En una sequía que hubo, los animales tuvieron que abandonar sus posadas y salieron a otros sitios. Todos llevaban sus matalotajes, porque de seguro no volverían a los puntos que dejaban.

En la orilla de un río que tenían que atravesar, el Cuzumbí y el Tigre se encontraron. Conversando de todo, dijo el Tigre:

-Hasta aquí llego yo. Con lo débil que estoy soy incapaz de meterme a esta corriente tan brava. No soy buen nadador, y con las fiebres que me han dado… Sería suicidarme.

-¿Y desde cuándo ha estado malo?, preguntó Cuzumbí.
-¡Up! Desde la pascuita del Espíritu Santo. La comida fuerte de semana santa me hizo daño. Una churria (diarrea) no me deja dar bote. Como mana Tigra ha estado tan caliente (brava, enojada) conmigo por los cuentos que le metieron de mis amores con Rana, he tenido que moverme duro. Conseguir la hartiña (comida) en estos tiempos, ya es mucho, amigo mío.

-Por hoy no se preocupe. Donde hay hombre, no muere hombre (debemos ayudarnos mutuamente), dice el refrán. Yo lo paso al otro lado. Aunque no me desenvuelvo muy bien, veremos la otra orilla.

El Cuzumbí se lo apó (echó a la espalda). Y se metió al río. El Tigre, para no zafarse de la espalda de su carguero, le hundió las uñas por todas partes. El Cuzumbí, al sentirse herido, gritó:

-Pero no me clave sus garfios, que no estamos peleando.

-Disimule, sobrino. Me agarro como puedo, nada más.

Andando, dieron con otro río. El Cuzumbí, que no había sanado de las heridas dadas por el Tigre, propuso:

-Ahora le toca a usted llevarme al otro lado. Así quedaremos en paz.

-Sí, sobrino. Usted tiene razón. Sólo que yo tan viejo y pa mojar la única mudita (vestido, traje) que tengo…

-Disimule. Nos iremos despacio hasta pisar tierra firme. Se quita los calzones y yo se los llevaré en la cabeza.

Tigre se echó a la espalda a Cuzumbo. En la mitad del trayecto irían cuando el cargado ensartó al cargador.

-¿Qué hace, sobrino? Esos son golpes prohibidos entre machos.
-Disimule, disimule, dijo Cuzumbí riendo. Cada uno se agarra con las uñas que tiene. Como los maruchos (olas grandes de los ríos) son tan fuertes, hay que agarrarse duro, para no caerse…

Conocido el hecho por los otros viajeros, despreciaron a Tigre por haberse dejado coger tan fácilmente.

 

Código: CLTC 399N

Año de recolección: 1955

Departamento: Chocó

Municipio:

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1959

 

 

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *