Había un señor pescador, tenía su esposa, más o menos unos diez años de casados y no habían tenido hijos, y él era loco, loquito por tener su hijo. La llevaba a los curanderos que le hicieran tratamiento a su mujé pa’ que le diera un hijo, pero la esposa tenía un mozo, y cada vez que él se iba a pescar ella quedaba encerrada con su mozo, le mataba los mejores capones. Eso era un festín que formaban.
Un día le dijo: mijo vengo del curandero y me dijo que tenía que comer un pescado que se llama cusumbí. ¡Uuuuuuuh! Que ese lo incontraba en el fondo del mar, allá en lo lejos de los encantos. Ay no mujé, por eso no, porque yo ahora mismo me embarco y voy a pescarte, a traerte el cusumbí, el pescaro. Por un pescaro mujé no vas a dejar de tener nuestro hijo. Se jue el pobre señor, tira canalete, eche mar ajuera, tira canalete, eche mar ajuera, y ella bien recreada con su mozo, así que cuando él comía, se ponía en la cama contento a cantar:
No me toquen las braguetas, ni me arranquen los botones, porque estoy erojigado (lleno) de gallina y de capones.
Contestaba ella con toda alegría y gallardería: Mi marido se jue a un viaje a buscarme el cusumbí, que se vaya y que no vuelva yo estoy con mi rey aquí.
Días van, días vienen y el pobre señor perdido en lo lejos de los encantos. La comadre vecina de ellos no más escuchaba. ¡Ay pobrecito mi compadre! Cuánta mala vida no está pasando en la mar y vea esa huaricha,3 ahí encerrada, acabando de matar al pobre pendejo de mi compadre. Se unió con los otros vecinos y les dijo: tenemos que hacer algo, y los llevó a escuchar a la pareja que cantaba.
Él: no me toquen las braguetas, ni me arranquen los botones, porque estoy erojigado de gallina y de capones. Ella: mi marido se jue a un viaje, a buscarme el cusumbí, que se vaya y que no vuelva yo estoy con mi rey aquí.
Días van, días vienen, perdido el pobre señor, hasta que la vecina salió con otros vecinos a buscarlo. Lo incontraron como al mes, lo trajo la vecina y lo metió dentro de una maleta y debajo de la cama. Así que ellos bien contentos mataron un capón y subió la vecina y les dice: ay pero qué bonito que viven ustedes aquí, así es que yo quisiera que todas las parejas vivieran. ¡Ay! Yo quiero que vuelvan a cantar, con esa misma alegría y ese mismo gusto, qué dulzura. Canten mis hijos, canten. El hombre estaba oyendo debajo de la cama, pues ya la vecina lo había traído. Cuando empieza el mozo:
No me toquen las braguetas, ni me arranquen los botones, porque estoy erojigado de gallina y de capones. Mi marido se jue a un viaje, a buscarme el cusumbí, que se vaya y que no vuelva, yo estoy con mi rey aquí.
Entonces dice la vecina:
Vo que estás allí metido como caine chiriquí (carne salada), fijate por debajito cómo es que se vive aquí.
Aaaaaaaah, canten mis hijitos, canten, no se asusten por favor, quiero seguirlos oyendo cantar con esa misma alegría, les dice, canten mis hijitos, canten con la misma alegría que han estado cantando todo estos días.
Él: no me toquen las braguetas, ni me arranquen los botones, porque estoy erojigado de gallina y de capones.
Ella: mi marido se jue a un viaje, a buscarme el cusumbí, que se vaya y que no vuelva, yo estoy con mi rey aquí.
Vo que estás allí metido como caine chiriquí, fijate por debajito cómo es que se vive aquí.
Yo me jui a buscar el pescado a lo lejos de los encantos, y si yo me hubiera ahogado era por quererte tanto.Y pruuuun se destapó la maleta, machete corrido pa’ la pareja cachona (infiel) y jueron saliendo machetiados, hasta hoy nadie supo del par de traidores.
Código: CLTC 562N
Año de recolección: 2010
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Faustina Orobio Solís
Edad informante: 70
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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