En una hacienda, lejos de aquí, vivían dos matrimonios: el de los patrones, en su casa muy bonita, y el de los agregaos, en una bien humilde. En una misma noche y en ambas casas nacieron dos niños, una niña en la de los patrones y un niño en la de los agregaos.
No sé si esa misma noche o después, la señora pobre dijo:
— ¡Qué raro! ¡Haber nacido ambos niños en la misma noche como si el Cielo los hubiera destinao pa’ casaos!
No faltó quien oyera lo dicho por la buena señora y fuera a’i mismo a contárselo a la patrona. Ella, al saberlo, le tomó harta ojeriza al niño de los agregaos; tanta, que buscó a un muchacho para que pasito se sacara al niño cuando los padres estuvieran en el trabajo, pues tenían que dejarlo solo y fuera y lo botara abajo en el río, porque cómo se podía casar su hija con un pobre hijo del agregao.
Así lo hizo el muchacho. Cuando estaba sola la casa, se entró, sacó al niño y se lo llevó corriendo hasta allá bien abajo en el río. Pero le tenía lástima al niño y no podía botarlo. Por eso se sentó a’i en la arena y no sabía qué hacer porque le daba lástima botarlo al río. En esas llegó un señor de a caballo y muy bien vestido.
—¿Qué haces a’i?, le dijo al llegar. ¿Y ese niño, qué haces con él?
Antós al muchacho no le quedó más remedio que contarle lo que le habían mandao y que le tenía mucha compasión al niño.
—Eche pa’ cá el chino. Yo me lo llevo y lo crío y así no tienes que echarlo a ‘hogar, le dijo el señor de a caballo.
Se lo alargó el muchacho, muy contento, porque así no tenía que botarlo al río. El señor se informó bien de dónde estaba (a casa de los patrones y la de los agregaos y aprisíta, aprisita se largó quién sabe par’onde.
La señora rica se puso muy contenta cuando le contó el muchacho que al niño lo había botao allá abajo en el río. Los agregaos cuando no encontraron al hijo al volver a su rancho, se afanaron mucho, lo preguntaron por todas partes pero nadie les dio razón ni chica ni grande.
Al fin tuvieron que conformarse porque qué hacían.
Mientras tanto el niño iba creciendo, y el señor que se lo había llevao lo cuidaba mucho, le daba buenos consejos porque pensaba sacar un hombre de provecho. Cuando ya estuvo crecido y bien estudiao, lo preparó para contarle su historia y al fin le dijo lo que le había pasao cuando chiquito y que, como lo quería tanto y él podía morirse, tenía que llevarlo a que conociera a sus padres.
Así lo hizo. Llegó a donde los pobres con el hijo, que ya era grande, estaba muy bien vestido y educado y les contó todo a los agregaos, que abrieron tamaños ojos y por poco se mueren de gusto de tener al hijo y semejante hijo. Y el señor que les crió al muchacho les dijo que no fueran a contar nada, pero ni una palabra.
A los ricos se les hizo muy raro que esos dos señores tan majos y de tan buen parecer hubieran llegao a ‘onde los pobres y no a su casa. Por eso se hicieron los encontradizos para invitarlos a comer con ellos. Así lo hicieron, y entonces fue cuando se conocieron los dos jóvenes y se gustaron, pues la niña de los ricos estaba muy bonita y el joven afuereño era muy buen mozo y muy educado.
Los ricos les dijeron que cuando volvieran por aquellos laos llegaran a su casa. Allí se estuvieron unos días y no dejaban de visitar la casa de los agregaos porque decían que eran conocidos y muy amigos de ellos. Se despidieron y se fueron.
Después de unos meses volvieron, pero ya llegaron a casa de los ricos y allí fue ‘onde los dos jóvenes hicieron compromiso de casarse y el joven habló con los padres de la muchacha y arreglaron matrimonio.
El papá adoptivo le dio al muchacho todo cuanto necesitaba para el casorio. Se llegó eI día del matrimonio y se casaron con mucho lujo y fueron invitaos los agregaos, porque el muchacho dijo que tenía que invitarlos de todos modos. Así que ellos estuvieron en la fiesta. Entonces fue cuando el muchacho les contó a sus suegros todo el peligro que había pasao cuando lo habían querido echar al río y que milagrosamente lo había salvao su papá adoptivo.
Los papás de la niña conocieron que eso era cosas de Dios y entonces resolvieron repartir su riqueza con los pobres para así igualar a las dos familias. Entonces fueron a buscar al padre adoptivo para darle las gracias y fue el único que no pudieron encontrar. En tuavía lo están buscando. Y este cuento se acabó.
Código: CLTC 589N
Año de recolección: 1980
Departamento: Cundinamarca
Municipio: Fómeque
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Julio Contreras
Edad informante:
Recolector: José Antonio León Rey
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuento popular andino
Año de publicación: 1985
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