El gigante era el dueño de la ciurá y su mujé una ciempiesa grandota, quien vivía debajo de una piedra. Cuando la necesitaba la levantaba de ahí y la llevaba donde él estaba, y otra vez la traía y la metía. Días van, días vienen, y conejo recorriendo, recorriendo colinos. Un buen día, le dice el Tío Tigre: oiga, Tío Conejo, usted va a acabar la vida porque el gigante lo va a matar, ¿qué es lo que va a hacer ahora? No, yo no hago nada, yo recorro todo este monte encantado.
El monte eran casas. Tío Conejo se fue, se fue, se fue, en cada casa había un vigilante. En esas llegó mi Tío Conejo y decía: hombre, déjame entrar por favor que yo voy a pasar. No puedo darle paso, porque mi tío el gigante me ha dicho que no le dé paso a nadie, porque nos mata a nosotros. Tío Conejo pensó: yo no voy a morir aquí, voy a hacer una cueva pa’ yo pasar. Así se puso, cova, cova, y sacaba la cabeza. Todavía no he llegado a ninguna parte, cova, cova, sacó la cabeza. Ya había pasado una puerta, seguía covando, días van, días vienen y siguió. Cuando sacó la cabeza, llegó a la otra puerta, ahí en medio taba mi Tía Ciempiesa al lado de allá.
Le dice: gusanito de la tierra, ¿vos qué has venido a hacer aquí? Es que el gigante me rijo que entrara a ayudarle a trabajar, y sin embargo no lo he encontrao. Vení te llevo. Y se fue moviendo, y se fue moviendo, y a lo que ella se movió alevantó una piedra y praaaan, se la puso en la barriga y del viaje (inmediatamente) le sacó las tripas, ¡y va pa’ delante! Le dice el vigilante: Tío Conejo, usted hizo una cosa buena porque allá están cantando los gallos, las gallinas, los perros, los sapos, brincan, dele pa’ delante.
Hasta que llegó a la otra puerta y encontró a mi Tío Sapo: ¿ay tío sapo, usted qué hace aquí? Me tiene el gigante detenido, no puedo salir, no puedo pasar, nos da la comidita poquito por poquito. Sí, espéreme aquí. Se fue pa’ llá, cogió un pedazo de tachuela, hizo un chuzo y lo levantó, tun se lo metió, quedo frío. Se fue, se fue, se fue cuando encontró otro vigilante. Vea, el rey le mandó a decir que me dé permiso para pasar. Bueno siga. Allá en la casa había perros, gatos, de todo. Eran gente cristianos, pero él los tenía encantados y Tío Conejo entraba a esos colinos (mata de plátano), se comía el plátano, el arroz, todo lo que topaba. Cuando llegó el gigante a la casa, dice: ¡A carne humana me huele, mis narices no me engañan! Aquí hay alguien.
El rey me dijo que cogiera una rosa, pero no la voy a coger. Le dijo la sirvienta: señor, ¿aquí quién va a llegar? No. ¿Aquí hay alguien? Cuando le dice: buenas tardes. ¿Cómo está? ¿Qué querés aquí? Tío Conejo, ¿que querés aquí? Yo vengo a que me dé trabajo, porque estoy sin trabajo y sin un rial (centavo antiguo). Bueno, covame todo eso que está allá y me lo dejás limpio. Y le dio la pala. Se fue. Tío Conejo, cova, cova, cova, cova, cova, y decía: hoy tengo que matarlo. Cova, cova, y lo miraba cova y cova. Decía: tengo hambre. Suba pa’ que coma. A la cocinera le ordenaron dale una changuaina (sobra, desperdicio) al Tío Conejo pa’ que almuerce. Le sacaron un plato de arroz con todo revuelto y empezó a comer.
Dígame una cosa gigante, a mí me han dicho que usted se vuelve rana, se vuelve ciempiés, se vuelve de todo. Sí, yo soy peligroso, yo me vuelvo de toda clase de animales. Ese era una cosa que estaba sentada y ocupaba media casa. ¡Yo me vuelvo de todo! ¡Vuélvase perro! Cuando vio semejante perro dijo: Ay no, no, ay no, no. ¡Vuélvase un gato! Ahí mismo, cuando vieron el gato con semejante rabo: ¡ay no, no, noooo! ¡Vuélvase una perdiz! ¡Ahí mismo vieron la perdiz! Tío Conejo que era astuto, le dijo: le voy a hacer una pregunta. ¿Mosca, usted si no se vuelve? ¡Uuyy! El perro estaba en la mitad de la casa junto con él. Le repitió: pero mosca si no se vuelve. Uuuuy yo me vuelvo mosca y cogió y se hizo una mosca y se levantó el perro y crauuun, lo masticó. ¡Se acabó el gigante!
Cuando vieron la mata de rosa que presentó una belleza de mujer nunca vista en palacio. El Tío Conejo dijo: esto es mío, ya el gigante no manda, ya murió, esto es mío, esto es mío. Se hizo dueño de toda esa ciurá, estaba feliz, destapaba los baúles, todo lo que había lo cogía, era propio y señor. Dijo: vea señorita —a la que había sido la mata de rosa— nos vamos a casá. Ahí mismo arreglaron matrimonio, se casaron, y pusieron dos filas de todos los músicos de la ciurá, y desencantó a todos los que estaban encantados. Así que Tío Conejo triunfó y el gigante se murió. Acabando, acabando, se acabó mi cuento, sea mentira o sea verdad que vuelva la tierra a cerrá.
Código: CLTC 550N
Año de recolección: 2010
Departamento: Valle del Cauca
Municipio: Buenaventura
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Teófilo Zape
Edad informante: 78
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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