Un día contó Conejo que su mujer se había muerto. Pobre como era, y deseando enterrar a su esposa con pompa, con el cura y repiques de campanas, se fue a donde Cucaracha a que le prestara diez pesos para los gastos. Cucaracha, después de muchas trabas, hizo el préstamo pero firmando documento.
Conejo pasó a casa de Gallina en busca de cien pesos, invocando el hecho del entierro de su consorte. Mientras hablaba de su esposa lloraba de tal manera que partía el alma. Tía Gallina, pichicata (cicatera, ruin) como era, le echó en cara su vagabundería, su falta de trabajo, su pobreza, pero al final, consolándolo por la pérdida, le entregó lo que necesitaba.

En la posada de la Zorra, que era muy lujosa y llena de plumas, se detuvo a solicitar un nuevo préstamo de trescientos rúcanos (nombre que se le aplicaba en Chocó a toda moneda de diez reales). Aquí no sólo habló del entierro sino de la socola que tenía por hacer en la finquita que se estaba amontando a causa de la enfermedad de la Coneja. Recibido el dinero, pasó a la tienda de Perro, al que le hizo el tiro (le sacó el dinero, lo chantajeó) por mil patacones. Perro lo regañó por no ser un hombre de arranque, por sus continuas camorras con Tigre, mas también le dio lo solicitado.

No contento con lo recogido, se fue a donde Tigre. Con prudencia fue diciendo que la plata era para enterrar a su querida Coneja y para recoger un maicito que había sembrado en la menguante. Muchos razonamientos hizo el Tigre para no dejarse coger de este sobrino molestoso, pero al fin, como los otros, dio en alhajas lo que Conejo pedía llorando y con ataques semejantes a los que padecen los muchachos lombricientos.

Conejo no hizo nada por pagar, sino que esperó a que todos le fueran a cobrar, pues él, pensando mal, había expresado que el que no llegara el día de San Bartolo, no podía quejarse de su hombría de bien.

La primera en presentarse fue Cucaracha. No se había sentado cuando asomó Gallina, hecho que advirtió Conejo a su primera acreedora. Esta quiso huir, pero el malvado le hizo saber que por el servicio que le debía, iba a ayudarla. En dos minutos la metió debajo de una batea grande y salió a recibir con reverencias a la que ya subía la escalera.

-Ha llegado a buena hora, tía, pues le estoy guardando un bocadito, por ser hoy día de mi santo. ¡Qué oportuna es usted! Éntrese de ese sol, y tome asiento para que se refresque del camino.

Aquí iba en su conversación, cuando, por detrás de la casa, se dejó ver la Zorra. Para evitar encuentros desagradables, empujó al cuarto a Gallina y la zambulló debajo de la misma batea donde temblaba Cucaracha.

Con Zorra fue diferente. Le hizo saber que almorzaría allí para que se diera cuenta que había empezado a ser hombre juicioso. Principiaba la llegada a lamentarse del mal tiempo, de las crecientes de los ríos, y las guerras, de la política y las enfermedades, cuando metió las narices el Tigre por entre los platanales que rodeaban la casa de Conejo. Hubo apuros en los visitantes, especialmente en Gallina y Zorra, que pidió al dueño de la posada la escondiera. Conejo de un brinco la metió en la batea donde temblaba Gallina, después de haberse devorado a Cucaracha.

Dos tragos se habrían servido para celebrar el encuentro y la vieja amistad, cuando de pronto asomó el Cazador, que también venía por lo que Conejo le adeudaba. Al Tigre le temblaban los colmillos, le daban vueltas los mostachos, y las uñas buscaban asidero. Conejo, que vio esta terronera (miedo excesivo), dijo:

-Tío: por su bondad conmigo, no lo dejaré perecer en mi casa. Métase debajo de esta batea hasta que pase ese intruso, y seguiremos platicando de tantas cosas que nos gustan…

Con el Cazador, Conejo habló a calzón quitao (abiertamente, sin tapujos). Le hizo saber que si le abonaba lo que le debía, le mostraba dónde estaba el Tigre, ese criminal que se comía a los más bobos. Convenido el asunto, Conejo mostró la batea donde se hallaba prisionero el ladrón de cerdos y perturbador de la comarca.

 

Código: CLTC 394N

Año de recolección: 1955

Departamento: Chocó

Municipio:

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1959

 

 

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