Este era un hombre casado con su mujé, tuvieron viviendo, tuvieron viviendo. El marido se jue al monte y partiendo leña se cortó el pie derecho; al regresar le dice: ay mujé por Dios me corté. Ella quemó un pedazo de costal con querosín lo dejó enfriar, lavó bien con agua de higuerilla y lo curó. Pero el tipo pa’ atrás y pa’ atrás y esa pierna hinchada y pa’ trás y pa’ trás.
En eso un remediero le dice: ay comadre, ¿qué le pasa a mi vecino que toda la noche gritó? Se cortó con el hacha, yo lo curé con tal y tal cosa, y va pa’ trás. No, usted no le juera puesto eso, le juera puesto un parche de caraño (medicamento casero para el pasmo) que es curativo. Mañana lo voy a descurar y lavar con caraño. Al mirarlo tenía ese señor esa pierna que parecía un boliche, lo sacó, lo lavó y empezó a buscar caraño, pero ya no había cómo echarle un pedazo, había que buscar una olla como una tapa de velorio, y se jue mejorando, y se jue mejorando. Le advirtió: vos no podés comer comida mala, vos tenés que comer comida sana.
Todo lo que le daban era tapaíto (comida típica del Pacífico), porque era malo tomar sopa; ella hacía su comida y a él un tapaíto. Gritaba: vecina, ¿me puede mandar un caldito de pescao? No vecino porque su mujé me dijo que no le fuera a dar sopa, solo tapao o seco. No le daban comida. Mujé, por Dios, tengo la boca seca. Si querés te traigo agua. No es agua, sino que quiero tomarme un caldito. No podés tomar caldo, porque usted está cortado y eso le hace daño, nada pa’ darle sopa. Le daban de comida sequito, tapao, pescao asado y plátano cocido; él se llenaba, y nada de ir al baño pa’ dar del cuerpo, y dele, lo remedieron, pero no le explicaban si podía tomar sopa o no. La mujé decía que no le podía dar sopa, o si tomaba era agua, bacao (una especie de chocolate).
Todos tomaban menos él; hasta que el hombre se jue empeoranando, se jue empeorando, ya estaba en las últimas. Mujé te vas a quedar con tus hijos, ya me voy a morir. Ay, vo no te vas a morir. ¡Ay Roberto!, no me dejés sola. Yo me voy a morir porque ya me siento acabado. ¡Ay me voy a morir! No te murás marido, no me dejés sola en esta casa. Aquí te quedás, pero yo me voy, lo único que llevo es el sentimiento que vos no me diste caldo, yo estoy seco. ¡Ay marido! Yo no te doy caldo porque yo no quiero que vos te murás y ese caldo te hace daño. ¿Con quién hablaste? Con mi compadre, él dijo que no te diera caldo. Ya vino, no vecina, usted está cometiendo un error, tiene que darle caldo al enfermo para que se le mejore, porque así tomando tapao, comiendo seco, no; dándole un buen alimento se le muere. Dele una sopa. Ay. Voy a hacerle su sopita. Así es que llegó a la cocina se puso a hacerle una sopa y se acostó.
Mientras que estaba gurmiendo (durmiendo), la sopa estaba hirviendo y cuando gritó la vecina: ¿qué es lo que se quema? La sopa que le estaba haciendo a mi marido; se chicharronió (quemó) la olla. Nooooo te voy a poder dar la sopita, porque se me chicharronió la olla. Ay, vo, no me das la sopa, me voy a morir con el dolor de un caldo, le dice. Mañana yo te hago una sopa, yo voy a lavar la olla, bien lavadita para buscarte cómo hacerte una sopita. Andando, andando, andando, él se levantó renquiando, buscando en la olla a ver qué había. No había nada, llegó y se sentó y se puso a llorar, y lloraba, y lloraba, y lloraba, y lloraba, y lloraba hasta que por fin abrió los ojos. Estos son los últimos días de mi vida, porque yo ya veo oscuro, ya no veo a nadie, no tengo ojos, no tengo vista, la lengua sí la tengo viva. Le dijo la vecina: ¿usted se va a morir? Sí, yo me estoy sintiendo ya, que voy a morir, llame a mi mujé.
Comadre, venga a ver a su marido que me está hablando como cosa de ya va a buscar el alma. Uuuh, eso es pa’ que yo le dé caldo, ve, es pa’ pedir caldo. Es que él no está múriendo no, él estaba inclinado para morir. Le dice: dame la mano Margarita que ya me voy a morir, pero me dejaste morir, nunca me diste un caldo. Le dio la mano y jue bajando la mano, y jue bajando la mano, y cuando bajó la mano. ¡Ay Margarita, un caldo! Y quedó inclinado y pegó el grito. Mi marido se murió con ganas de tomarse un caldo. Ay, ay, caldo que no le di, ay ese caldo, y ese caldo que no le di.
Y todo el mundo la criticaba, cómo no va a estar llorando de a verdad cuando el tipo estaba pidiéndole un caldo, una sopa pue. Así es que esa sopa no se la dio y el hombre murió con eso. Lo enterraron, le hicieron su novena. Por la noche se le aparecía con una tacita, pun, pun, pun, pun. Le decía: vo, ¿qué es que querés? ¿Ya vos no te moriste? Un caldo, ay, pega el grito, ay mi marido llegó.
Antonces le dijo la vecina: ¿usted sabe cómo lo va a derrotar? Busque un hombre y acuéstese con él, y verá que no va nunca más. Así jue, buscó un compañero, y se ajuntó y no volvió más a pedirle caldo, ni llegó a la casa. Es que los muertos son celoso. Acabando, acabando, se acabó mi cuento, sea mentira o sea verdad.
Código: CLTC 546N
Año de recolección: 2010
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Diomedes Portocarrero
Edad informante: 80
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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