Imagínese usted que yo era joven, entonces llegó mi mamá y me dijo un día, oiga, Pureza, vaya amárrame los terneros. Le dije: “Ay, pero sumercé las horas que se pone a decirme dizque a las cinco de la tarde, si es que de aquí eso es lejos, y uno corriendo de parriba eso se demora, y de pabajo qué, eso me coge la oscurana”. Pues a mí me tocaba amarrar los terneros allá onde es el Alto de la Villa, donde queda el hipódromo. Entonces yo llegué y amarré a toda carrera esos terneros y ahí mismo a correr otra vez, porque imagínese desde aquí hasta allá y de allá para acá otra vez, eso era lejos, y entonces yo me vine de allá ya empezando a oscurecer, todavía se veía bien y yo corra y corra y corra… Y sí había carretera pero era destapada, y entonces allá donde empieza la carreterita así que aquí viene la carretera principal y aquí empieza la carreterita allá para La Mesopotamia, ahí, entonces estaba así en el alambre un cura, agarradas las manos así en el alambre, y mirando así. Y le dije yo “Adiós, padre”. Y me dijo: “Adiós, mijita”.
Y yo no voltié a mirar, yo seguí caminando así a este paso. Entonces yo caminé como de aquí a la puerta cuando entonces yo sentí que me tiraron como cinco piedritas me las tiraron por la espalda, entonces yo dije “mjem, este cura qué le estará pasando”, pero no voltié a mirar, el cura era de grandecito como él, así con esos ojos y tenía asi más o menos esa edad, y él tenía poquito pelito, así, así como él pero era más delgadito de carita. (Risas).
Entonces, yo seguí caminando pero no voltié a mirar, cuando caminé como otros cinco o seis paasos, entocnes sentí que recogieron un poco de piedras delgaditas y las tiraron así parriba, y había unos árboles grandotes a lao y lao de la carretera, que habían unos árboles grandotes de pino y de eucalipto y los tumbaron cuando hicieron el Itinar. Bueno entonces yo sentía que caían las piedras por encima de mí y por entre las matas caían las piedras así, y yo dije “Mjem, ¿y este cura al fin qué fue lo que le pasó?” y entonces yo me voltié así y empecé a caminar así de patrás de patrás y no le quité la mirada por nada del mundo, seguí con los ojos abiertos. Y yo camine de patrás y de patrás así.
Entonces imagínese usted que cuando yo volteé a mirar al cura, el cura era igual de grande a las matas, y el hábito le daba así de lao a lao e la carretera, y cada pepa del rosario aquí eran como así de grandes, y el cinturón ese, eso era como así de ancho, era un cinturón negro, y entonces así con todo eso pero yo seguí caminando así, caminando de patrás de patrás. Y lo le decía: “¿Es parte de Dios o es parte del diablo? ¿Es parte de Dios o es parte del diablo?” (Risas).
No me dijo nada y entonces llegué a la esquina donde está al río, allá, entonces llegó él y se paró, y yo también me paré pero de lejitos así como de aquí a la puerta de lejos, se paró y yo me paré, y le dije: ¿Es parte de Dios o es parte del diablo?, diga a ver, ¿Es parte de Dios o es parte del diablo? Y no me contestó nada. Entonces se paró así, me miró como con tristeza y se fue achicando así a esta velocidad, hasta cuando quedó al mismo tamaño que estaba, y llegó y empezó a hacer así e pal lao de la carretera, con las manos así y hacía, y me miraba y me miraba y yo lo miraba, entonces ya cuando estuvo a la orilla y habían tumbado una mata grandota de eucalipto y era así de ancha, gorda, entonces llegó y puso esta mano encima de la mata y puso la otra encima así y llegó y hizo así y se achicó así, prum, y se perdió entre la tierra. Entonces yo dije: “pero esto ¿qué fue?”. Espere y verá, y fui y miré detrás de la mata y no vi nada, no había nada detrás de la mata. Y llegué a la casa y no dije nada, porque ya cuando yo llegué ya estaba todo muy oscuros, no le dije a mi mamá, a mi papá ni a mis hermanos, a ninguno le dije nada.
Al otro día cuando me levanté yo les dije a mi papá y mi mamá que estábamos en la cocina porque yo había hecho tinto, nos lo estábamos tomando y entonces yo les dije: “Anoche sí vi el cura, anoche sí lo vi, lo vi así y así, y en tal sitio me salió y en tal sitio se ocultó”. Les dije yo y estaba oyéndome el indio Joaquín Diablo, el Joaquín que todavía vive, sí, eso, Joaquín Pineda, él estaba oyendo en la casa, y entonces él se fue por la noche, trabajó ahí ese día, al otro día no vino a trabajar porque se fue y abrió un hoyo allá donde yo dije que había aparecido y donde se había escondido, y sabe qué, se sacó una moya, yo no sé qué… Y esos eran pelaos pero retepelaos, no tenían donde caerse muertos, sí o no, y se compraron como tres lotes y casas y fincas.Entonces yo digo una de las cosas: cuando aparecen esas cosas no es que sean espantos, cosas malas, sino que le quieren decir a uno tome, lleve su pedazo. Entonces yo siempre que paso por ahí digo: “Bueno, guaquero, ¿y mi parte qué?”.
Código: CLTC 529N
Año de recolección: 2018
Departamento: Boyacá
Municipio: Villa de Leyva
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Doña Pureza Robles
Edad informante:
Recolector: Adrián Freja
Fuente: Trabajo de campo sin publicar
Título de la publicación:
Año de publicación:
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