El compadre pobre tenía tres hijos; el compadre rico no tenía hijos, apenas su mujé. Todos los días mandaba el compadre pobre donde el compadre rico y lo que le daba era esa aguamasita, cascarita de banano. Le dice a la mujé: mi compadre siempre nos manda el aguamasa. Ay, mi compadre no es capaz de llevarnos al colino a cortar un racimo de plátano bien jecho.
Un día: tun, tun, tun. ¿Quién es? Yo soy, compadre. A la orden compadre, usted que nunca había venido aquí. ¿Qué será que me trae mi compadre? No compadre, vamos al colino. Se arregló el hombre y se jueron, le dio vuelta a la platanera, había maduro, pintón, rajado, mejor dicho de toda clase de plátano. Compadre, ¿corto este? No, no compadre, déjeme ese ahí, camine pa’ lante. Llegó donde estaba un plátano maduro. Compadre, ¿corto? No, no, vaya más adelante. Bueno, para no alargar el cuento, el hombre recorrió la platanera, llegó al último rinconcito donde había un cairito (caidito), flaquito, vichecito. Córtese ese racimo y se lo lleva pa’ su casa. Lo cortó, se lo echó al hombro y se jue. Compadre, ese racimo de plátano yo se lo di para que aprenda a trabajar, así como yo trabajo, usted es haragán.
El hombre se puso a pensar. El compadre pobre: ay mujé, fíjate lo que mi compadre dijo, mujé, yo mañana me voy a ir a caminar, no sé si vuelva o no vuelva, pero me voy. Él tenía una mochita de hacha, y se la echó al hombro y se jue «Que sea garcita, que sea garzón, por encima del palo se va el ratón». Le parecía que no andaba, pero andando mesmo iba y con el relámpago así con ese se mantenía. Vamos pa’ lante.
Llegó al borde de un río, había un palo bien bonito ¿Yo por qué no corto este palo? Y se puso, pen, pen, pen, le pegó tres hachazos y la hachita, tumbún, se le jue al agua. ¿Ay Dios mío, qué hago yo ahora? ¡Se me jue el hachita! Y tumbún por donde se clavó el hacha se clavo él. Se jue por debajo del agua, y cuando resolló (echar el aliento con ruido), vio un palacio donde vivía una señora que le dijo: oiga joven, ¿quién lo trajo po’ acá? Yo soy un hombre pobre, no tengo con qué comer, ni yo, ni mi mujé, ni mis hijos. Ando recorriendo el mundo. La señora: vea, cocine estos cuatro granos de arroz, come y le da a los perros. Cuando el hombre vio así, cuatro granos de arroz pa’ yo y pa’ los perros, los echó a la olla, les echó agua, sal, cebolla y tomate. Cuando el hombre jue a ver estaba esa olla llenita de arroz. Comió, le sirvió a los perros.
Le pregunta la señora: ¿quién lo trajo po’ acá por estos lados? Lo que hago po’ acá rodando es buscando una hachita, que yo estaba cortando un palo en el borde de un río y la hachita se me jue al agua y yo me clavé, y vine a dar acá. Venga. Había un depósito con toda clase de hachas; había de oro, de plata, de cobre, de marfil. Le sacó la de oro: ¿esta es su hacha? No señora, esta no es mi hacha. Sacó la de plata: ¿esta es su hacha? No señora, esa no es mi hacha. Sacó otra: ¿esta es su hacha? No señora, esa no es mi hacha. Llegó a todo el rinconcito y le sacó la mogocita (mohocita): ¿esta es su hacha? Esta es mi hacha señora. Tenga.
La señora le ha dado una cacerolita y una ramita; le dijo: vea, cuando llegue a su casa dele un guapitacito (golpecito) a esta cacerolita; le pide lo que quiera. Cuando le sirva, le pega otro guapitacito y le sirve lo que usted quiera. Cuando le sirva, vuelve y le pega, vuelve y le sirve lo que usted quiera. Tres guapitacitos, le sirve de todo lo que usted le pida.
Se vino el hombre corriendo: ¡mujé, mujé, mujé, me has dado una suerte mujé! ¿Qué, marido? Esa cacerolita que vos traés es la suerte, mujé esta es la suerte. Ahora verás mujé: cacerolita, cacerolita dame comida para yo y mis hijos. ¡Praass!, comida, de toda clase de comida. ¿Estás viendo mujé, estás viendo? Esto era lo que yo te decía.
Le pidió una casa para yo y mis hijos; ahí mismo un palacio. Después le pidió muebles; el palacio amoblado y todo, con embil (mechón hecho con hoja seca y brea) por todas partes.
El compadre rico estaba esperando que el compadre pobre juera por la cascarita; tres días no iba. Mujé, ¿a mi compadre qué jue lo qué le pasó? Apostemos que mi compadre se murió de hambre. Esos diablos se murieron de hambre. Ve, ve. Mandó a un hombre, vaya vea a mi compadre qué le pasó. Se jue. Va llegando. El compadre pobre ya no era pobre. Se regresa y le dice: su compadre está en un palacio y tiene de todo. ¿Cómo? Yo no creo eso, andá vos, andá a ver si es verdad, eso es mentira. Se jue la mujé también y: ¡ay marido! Sí, mi compadre está en un palacio. Esto que nosotros tenemos aquí es un cucarachero. Dejá eso mujé. Marido, andá ve.
De verdad se jue el hombre, cuando va llegando. Compadre, ¿usted dónde incontró esto? ¿Usted dónde incontró esto? Compadre, usted robó. Compadre, ¿a dónde robó? Esto es robado. No compadre, esta es la suerte que Dios me dio. Usted me dice cómo se incontró esto, si no, lo mato. Vea compadre, yo me jui a caminar, llegué al borde de una quebrada, me puse a tumbar un palo, la hachita se me jue al agua yo me sambuí, y cuando salí, salí a un palacio donde había una señora y la señora me ha preguntado que yo qué andaba haciendo y yo ya le expliqué cómo andaba y la señora me ha dado una suerte. Compadre, yo voy pa’ llá también, présteme esa hachita compadre. El hombre dijo: tenga el hacha.
Se jue el hombre, llegó al mismo lugar donde el hombre iba a tumbar el palo. Llegó pin pon, pin pon, pin pon. La hachita no se le jue al agua, tumbún, la tiró. Y por donde cayó el hacha también se tiró él. Al salir le preguntan: ¿usted qué anda buscando? Un hacha que se me ha perdido. Vaya a cogerla. Y cogió una grandísima, dejó la pequeñita. Trajo esa hacha, se paró y le dijieron: agarre tres granos de maíz, tres de arroz. Yo no necesito eso tres granos de maíz ni tres granos de arroz, pa’ qué, eso a mí no me llena. Hundió una olla y dijo: yo como es bastante arroz. Y echó todo eso al fogón, ese arroz quedó en los mismos tres granos que le estaban dando primero; y él dele a ese maíz y entre más quebraba, más poquito se le ponía, hasta que quedó en los mismos tres granos. Con esa fatiga estuvo, lo cocinó, lo bajó del fogón y pa, pa, pa, pa, se lo comió. Esos platos los arreó pa’ llá, se paró: dígame qué tengo que ir a hacer a mi casa. Le dice: vea, cuando llegue a su casa, así caigan piedras en la casa métase con su mujé al cuarto, y con el hacha.
Llevó todo ese poco de cosas y cuando el hombre dijo «caigan piedras en la casa», cayeron unas piedras en la casa, en la cabeza le caen unas piedrísimas, se cayeron las vigas y el hombre con esa postema (absceso supurado) y golpes en las ancas. A los ocho días jue el compadre pobre que había ido pa’ llá. Estaban los gallinazos comiéndose al compadre rico. Se acabó mi cuento, el que se lo sabe, que lo vuelva a echar.
Código: CLTC 539N
Año de recolección: 2010
Departamento: Nariño
Municipio: La Tola
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Secundino Ocoró
Edad informante: 83
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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