Este era un hombre casado con su mujé, estuvieron viviendo y llegaron a tener doce hijos. Había un compadre rico y un compadre pobre. Mija, dijo el compadre pobre. Démole a cargar todos estos muchachitos a mi compadre rico pa’ que nos dé aunque sea el aguamasa. Bueno. Se fue y le dijo: compadre, ¿puede cargarme estos doce muchachitos? Compadre, con mucho gusto yo se los cargo. Todos los días el pobre iba por esa aguamasa y la recogía hasta que un día dijo: ¡ay mija! Ya estoy cansado de tanto ir a traer esa aguamasa, traiga y traiga. Me da pena con mi compadre, yo me voy a ir al monte, yo voy a ir a caminar y a caminar, andar y andar, a ver qué consigo por allá. Bueno, mijo, váyase.
Llegó él y se jue. Camine y camine la montaña y dele y dele a esa montaña. Camine, camine y caminaba y cuanto más andaba se le hacía que no andaba, y andando iba. Cuando le cogió la noche y en un árbol grande vio como forma de una cueva; pensó, aquí tengo que amanecer. Oyó a las doce de la noche, prun, prun, prun, prun, prun. Ay no Dios mío, ¿quién será? ¿Dios mío, quién será? ¿Me vendrán a matar? Ve unos gigantes, eran doce macanudos.
Dice uno a la puerta: abrite perejil. Se abrió y el otro cuando entraron: cerrate perulante y pras se cerró. Estuvo toda la noche. De madrugada cuando ya se iban: abrite perejil, y pras se abrió. Cerrate perulante, pras se cerró. Se jueron los gigantes. Se quedó ahí. ¡Esta cueva tiene que tener algo! Yo voy a ensayar a ver si abro la puerta: abrite perejil, pras se abrió, entra. Esto es un encanto; cerrate perulante, se cerró, se jue.
Mujé, mujé, mujé, mujé he encontrado una suerte. ¿Sí marido? Sí mujé, hasta mañana vamos pa’ donde mi compadre pa’ que nos dé aguamasa, pero no le vamos a decir nada. Fueron al otro día, después de vuelta pa’ su montaña. Iban los gigantes cargados, hicieron la misma operación: abrite perejil, cerrate perulante y entraron.
Un día, a las seis de la mañana salieron los gigantes. Bueno, esta es mi época, dijo el pobre. Abrite perejil, abrite perejil ruuaaann, se abrió la puerta, se echó una mochilita de plata: con esta basta. Y pas, se jue. En la casa, la mujer al marido: ¿qué vamos a hacé con esta plata? ¿Qué es lo que vamos a hacer? Le dice: no mujé, nosotros vamos a colocar su almacén pa’ que mi compadre vea que el solo no es el rico aquí en esta ciurá. Y ruaaaaan, montaron su almacén. El compadre rico dice: bueno mija, ¿por qué mi compadre no viene más por el aguamasa? ¿Qué será que le ha pasado? ¿Qué será que le ha pasado a mi compadre? ¿Qué será que tienen los ahijaros?
Pues jueron a ver, y estaba el compadre y la comadre en su buen almacén. Le dice: ¡huuuy compadre! Mucho gusto, me alegra verte. ¡Ay, compadre! Aquí Jesucristo nos voltió a ver con ojos de pasión. ¿Usted dónde consiguió esta suerte? ¡Ay compadre! Usted sabe que Jesucristo le ayuda mucho a uno. ¡Usted me va a tener que confesar cómo es que consiguió esta suerte! ¡Ay! Compadre, pa’ qué ansía más plata. No compadre, mire, me tiene que llevar. Sí compadre, lo llevo. Y se jueron los dos caminando, caminando, se hacía que no, andando iban, llegaron.
Le dice el compadre: cuidadito no vaya a hacer bulla, porque aquí, estos son unos gigantes que vienen y después nos matan. Cuando los gigantes pram, pram, pram, pram, pram. Abrite perejil, praaaas, se abrió la puerta; cerrate perulante, praaas se cerró. Compadre, ¿ahora qué vamos a hacer? A las seis de la mañana, ahorita, vuelven a salir y nosotros entramos. Como a las seis de la mañana, abrite perejil, pras, se abrió la puerta; cerrate perulante, prun se cerró. Compadre, ahora sí vamos a entrar: abrite perejil, y praaan se abrió.
Vea compadre, aquí jue que encontré mi suerte. ¡Ay no, compadre, si esto era mío! ¿Cómo viene a decir eso? Si eso es de los gigantes. ¡Esto era mío! ¡Ellos son los que se han robado todo esto! Todo lo mío se lo robaron. Y se ha cogío ese señor, tome y tome; el rico se tunó (se emborrachó). Compadre, vámono, vámono compadre, que los gigantes van a venir. No compadre, qué va, si esto es mío, esto es mío; esto yo lo tenía aquí y los gigantes se lo han cogido. Yo no tengo que ver nada, yo voy a tomar, voy a coger mi mochila de plata. Compadre usted se queda, yo me voy. El compadre volvió a echar unas moneditas de plata, y se jue.
Se quedó, amaneció borrachito, llegaron los gigantes y lo encontraron, y dijo: no, no, no me vayan a matar. ¿Cómo va a ser posible que me vayan a matar, si a mí me trajo mi compadre y si ustedes quieren matar es a mi compadre? Yo los llevo a la casa de él. Los gigantes dijeron: bueno, ¿cómo nos va a llevar? Ahora me dan unos costales, los encostalo, y enseguida, doce bultos, los llevo allá y le digo a mi compadre que me guarde esos bultos de plata. Los encostaló y se los llevó. Compadre, ¿usted me puede guardar estos doce bultos de plata que tengo aquí? Porque de pronto vienen los gigantes… Sí, con mucho gusto compadre, yo se los guardo. En una cambuche (bodega) que él tenía, allá los guardó. Dijo el compadre: yo quiero que usted saque esos bultos acá fuera, porque de pronto alguien ve, yo quiero que usted me los vigile. Bueno compadre, con mucho gusto los saco acá.
Uno de los hijos de él, que era tremendo, llegó. Dice el muchachito: yo voy a ver qué tienen esos bultos. No hermano, usted no vea esos bultos, esos los trajo mi pagrino. ¿Usted qué va a hacer? Yo tengo que ver qué tienen esos bultos. Hizo un chucito, bien labradito, a ver qué tiene, si esto es plata, azúcar o es sal. Llegó y chuuu, chuzó el bulto. Le contestan: ¿ya es hora de matar a su compadre? ¿Ya es hora de matar a su compadre? ¡Aaaaaah! Se jue al otro, chuuu. ¿Ya es hora de matar a su compadre? Juum y… ¿Eso por qué habla? ¡Azúcar no habla! ¡Sal tampoco habla! ¡Ni plata habla!
Todos los bultos los ensayó y todos le dijieron lo mismo. Le dijo al hermanito mayor: esos bultos están hablando pero, ¡azúcar no habla! ¡Sal no habla! ¡Plata no habla! ¿Y por qué habla? Le voy a decir a mi papá. ¡Papá, los bultos están hablando! Yo los chuzo, y los bultos contestan: ¿ya es hora de matar a su compadre? ¿Por qué papá? El papá jue y también los ensayó y les contestaron lo mismo, y dijo: no, yo pongo parte a la autoridad, llegaron, chuzaron y les hablaron lo mismo. Me hacen una hoguera, y todos estos bultos me los echan allí. Hicieron la hoguera, praaaaan la prendió y echaron todos los doce bultos. Y cuando estuvieron consumidos le diguieron a él: ¿quién trajo esto aquí? ¡Mi compadre! Vaya tráigame a su compadre, lo cogieron y también lo tiraron a la hoguera. Contando, contando se acabó mi cuento, sea mentira sea verdad, ábrase la puerta y vuélvase a cerrá y el que se lo sabe que lo vuelva a echar.
Código: CLTC 571N
Año de recolección: 2010
Departamento: Cauca
Municipio: Guapi
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante: Juanita Angulo
Edad informante: 73
Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González
Fuente: Libro
Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana
Año de publicación: 2010
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