Había un hombre casado con su mujé, tuvieron viviendo, tuvieron viviendo hasta que tuvo barriga, fue andando con la barriga, a los poquitos días dio a luz un hijo varón. La mujer le dijo al marido que lo llevaran a bautizar. El marido dijo: sí. El padre les preguntó cómo lo iban a poné, le dijeron: Así. Pusieron Así al niño.

Andando con ese niño hasta que no lo podían aguantar. Hacía daño po’ aquí, que po’ acá, ya los papás se fueron aburriendo, se fueron aburriendo, hasta que el marido le dijo a la mujé: démoselo al pagrino. Mandaron a llamar al pagrino, y le dijeron si quería coger al ahijaro. Bueno. Lo llevó para su casa.

Por la mañana se levantó el pagrino, hizo el desayuno; como se iba a trabajá, le dijo: ahijaro, se queda en la casa cuidándola. Bueno pagrino. A lo que él dio la vuelta, con una caucherita se bajó a apañar un poco de piedras y como andaban unos pollos se cogió, tenga esos pollos y tenga, mata pollo, mata pollo. Cuando llegó el pagrino, los vecinos pasaron a ponerle quejas, que el niño había matado varios pollos y valían tanto. Ya dijo el pagrino: ay ahijaro, ¿yo no le dije que no fuera a hacer daño? Pagrino, para qué se pasaron de allá de su casa, a vení a molestar acá; yo por eso los fui matando. Le dijo el pagrino: ahijaro, yo le dije a usted que no hiciera daño. ¡Ahora lo castigo! Venga. Bueno pagrino. Tiéndase ahí. Se tendió, pau alzó el rejo. ¡Alto pagrino! ¿Usted ha oído contá que un hombre le iba a pegá a un niño y a lo que alzó el rejo la mano le quedó alzada y no le bajó ma? Sí ahijaro. Ahí el pagrino no lo castigó.

Al otro día le dijo: no vaya a hacer daño. Bueno pagrino. Le dejaba comida y los trastes guardados. Usted es dueño de la llave. Cuando el pagrino dio la vuelta dejó la comida que le habían servido, sacó un perazo de queso, comió, y le tiraba a las gallinas. Cuando llegó el pagrino estaba la casa blanca de ese queso que había regado: ahijaro, ¿esto qué e? Pagrino, el queso que usted dejó adentro. Ahijaro, ¿usted no lo había dejaro pa’ comé? Yo comí lo que pude, y lo demás lo eché a las gallinas. ¿Por eso sería que mi compagre me dio ete niño? ¡Por dañino! Ahijaro no haga más daño que lo voy a castigá. Bueno pagrino.

Al otro día un señor tenía un gatito y apenas dio el pagrino la vuelta, ahí mismo cogió la caucherita y pe, mató ese gatico, cuando llegó. ¡A pagar ese gato! Y dijo el pagrino, yo no tengo más que hacé, ascribo una carta y lo mando por este camino adentro, para que el diablo lo coja y se lo lleve. Ahijaro vaya, déjeme esta cartica por allá adentro. Por este camino hay una casa, y necesito mandá esta boletica. Bueno pagrino, yo se la llevo.

En la mañanitica, pau la cogió, fue llegando a la casa, tocó la puerta, salió el diablo, ahí mismo llevaba la tenaza, pau lo prendió y lo vino jalando, jalando, lo menea. Se escucharon tronamenta, tempestad, y él jalando al diablo, fue llegando pam, pam. Dios mío, ¿por qué esta tronamenta, esta tempestad? ¿Esto qué e? Cuando: pagrino, aquí lo llevo al lado. ¿Qué? Pagrino, ¿usted me mandó adonde el diablo? Aquí se lo traigo. ¿Pa’ qué me lo mandó a traé? ¿Usted no me mandó para que se viniera conmigo? Ahijaro, no, debió dejar el papel. Pagrino, yo se lo traigo. El pagrino pensó: ¿qué hago con este muchacho pa’ despacharlo?

Por la tarde le dijo: ahijaro, yo tuve en el camposanto haciendo una misa y se me quedó el libro allá, ahora a las seis de la tarde me lo va a traer. Bueno pagrino, dijo. A ver si las ánimas lo cogen, lo asustan y lo matan. Así que cuando llegaron las seis y meria: ahijaro, vaya tráigame el libro. Bueno, pagrino, pero me da veinte centavos para yo comprar mecatico para ir comiendo por el camino. Bueno, ahijaro, aquí en la mano tenga veinte. Pau, los cogió. Compró unos anzuelos, unos pabilos (cuerdas de pescar), pam, ensartó los anzuelos y se fue; cuando llegó al camposanto estaba eso que blanquiaba de almas. Ahí mismo las fue cogiendo pa, pa, pa, pa, las enganchó, las palió y las vino jalando y esas ánimas que renegaban po’ aquí, po’ acá y él jala. Y reniegan esas ánimas, refunfuñaban y él jala, cuando fue llegando a la pampa (lugar plano al frente de la casa) de la casa. El pagrino estaba asustado, se alevantó temblando. Ahijaro, ¿eso qué es? Las ánimas que usted me mandó a traer del camposanto, yo no topé libro, sino eso. Ahijaro, ¡largue eso! Pagrino, yo voy para la casa, usted me dijo que se lo trajiera, usted me ha dicho que le vaya a traer un libro, yo he buscado un libro y he topado eto, ahí blanco como libro, yo se lo traigo. Ahijaro largue eso, deje las ánimas en paz. De tanto rogarle las largó.

El pagrino piensa po’ aquí, piensa po’ acá. ¿Cómo iba a hacer para sacarse ese niño de encima? Porque ya no podía llevárselo má a los compadres, hasta que dijo: po’ aquí es. Se fue para el pueblo, se encontró con un señor, le rijo: vea, si usted quiere yo le pago tanto pa’ que me mate ese muchacho, ahora a las seis de la tarde. Aquí hay una caja, usted se mete adentro y yo lo ajusto, lo voy a mandar, que es un muerto, para que él lo venga a velá. A lo que él se quede dormío, lo mata y lo bota por cualquier parte que ya estoy aburrido con él. Dijo el hombre: así es. Arreglaron esa caja, se metió el hombre, lo tapó con mañita. Pero eso sí, buen hombre, yo le voy a pagar la plata pero es pa’ que me lo mate. Dende que él llegue aquí, ¡esté seguro!

Llegó a la casa. Ahijaro. Pagrino. En la iglesia hay un muerto que se ha muerto y no hay quién lo vele; si usted quiere vaya vélelo y mañana le pago tanto. Bueno pagrino. Llegaron las siete de la noche. Ahijaro, ya es hora. Me da plata para yo comprá mecatico pa’ comé poque uno en el velorio le ra hambre y pa’ que no le dé sueño uno come. Llegó el pagrino sacó plata y le dio, compró arrocito, pan; llegó a la iglesia, bajó por donde estaba el cajón, tenían una Virgen, un san Antonio, los bajó, los partió. Hizo un fogón del uno y del otro, ahora sí, en una ollita puso su comida, sopla su ollita, sopla su ollita, sopla su ollita, cuando blom, dice: ¿muerto pee? Muerto no pee, y este muerto ¿por qué pee? Al otro rato crum. ¿Muerto se menea? Muerto no menea. Sopla su ollita. Cuando ya estuvo su comida, comió, se reposó, fue al cajón. Mi pagrino me ha mandado a velá muerto, alevantó la tapa, se quedó viendo y dijo: este muerto que pee, se menea, ¿ete no etá e vivo? Llegó poom, lo mató y se sentó a velá.

Venía el pagrino a las cuatro de la mañana, cuando: buen hombre, buen hombre ¿cómo fue? Pagrino, hace rato lo aseguré. Ahijaro, ¿cómo? Pagrino, hace rato lo aseguré. Ahijaro, ¿usted mató ese hombre? Pagrino, usted me ha mandao a velá muerto y como ese muerto estaba pellendo, estaba vivo, yo lo maté. Dijo el pagrino: bendito sea el Señó, ahí mismo a enterrá ese muerto.

Calladito el pagrino pa’ la casa. Yo qué hago con este muchacho. Se fue a la calle y habló a un poco de gente, les dijo que había una poza que tenía una de pescado, camarón, una loma encima y una piedra grandísima. Yo lo voy a mandá con un canastico a cogé camarón, aquí, pa’ comé, y a lo que se agache a cogé camarón, ustedes empujan la piedra, la mandan que ahí cae y queda muerto.

Por la tarde le dijo: ahijaro. Pagrino. ¿Usté sabe coger camarón? Sí, pagrino. Allá hay una poza con camarón. Si usté quiere mañana por la mañanita lleva el canastico y vaya coja, porque no hay pa’ lmorzar. Bueno pagrino. Cuando amaneció: ¿pagrino, dónde está el canastico? Aquí está ahijaro, váyase. Cogió su olla, su machetico, su canastico y se fue.

Cuando llegó a la poza, tam el pescado; dijo: el pagrino está bien pendejo, él me viene mandando pa’ cá a eta piedra que está encima, me la echan para matame. Se paró ahí, pao cogió el canastico, hizo como que se iba a agachar, cuando la gente mandan esa piedra, entonces dijo: devuélvase piedra y acaba con toros esa gentil que mi pagrino ha mandao pa’ cá. Ahí mismo se regresó la piedra y no dejó ni uno vivo. Cogió su canasto, atajó su poco de camarón, llegó a la casa.

Estaba el pagrino dormido, puso su camarón, cogió un lápiz y píntale la cara al pagrino; toda la cara se la pintó, después que se la pintó, cocinó su comida, comió, se levantó.

Vino despetando el pagrino y vio ese poco de conchas de camarón dijo: afortino (apuesto) que esta gente no mataron a mi ahijaro y se brincó a preguntar: ¿ustedes me han visto a Así pasá po’ aquí? Nosotros nunca lo hemos visto así a usté. Pasaba por la otra casa, ¿ustedes me han visto a Así? Nunca lo hemos visto así. Pasaba por la otra casa, ¿ustedes me han visto a Así? Nunca lo hemos visto así. Hasta que él recorrió el pueblito entero. Donde preguntaba le decían así: ¿oye, por qué me dicen que no me habían visto así? ¿Y yo estoy preguntando por Así, mi ahijaro? Se fue para la casa, va llegando, coge un espejo se ve. Mandó pereque (malaya sea), por eso es que la gente me decía que no me habían visto así, porque el ahijaro fue el que me pintó la cara. Ahí mismo a lavarse y Así se volvió humo hasta hoy.

 

Código: CLTC 554N

Año de recolección: 2010

Departamento: Valle del Cauca

Municipio: Buenaventura

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Remigio Mina

Edad informante: 85

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *