Había un hombre casado con su mujé, estuvieron viviendo, estuvieron viviendo, estuvieron viviendo, al poco tiempo tuvieron un hijo. Fue creciendo ese muchacho, fue creciendo, fue creciendo, fue creciendo. Como a los dos años tuvieron otros, es decir, tuvieron tres hijos. Al uno le pusieron Juan, al otro Pedro y al otro Diego. Jueron creciendo como el palo más crecedor.

Cuando estuvieron jóvenes llamó el papá a Juan que era el mayor y le dijo: Juan. Papá. Venga mijo. Jue donde el papá. Yo quiero saber cuál es el oficio, el trabajo que usted le va a tirar. Le contestó: carpintero. ¡Ah!, carpintero. Sí papá, carpintero. ¡Ah! buen trabajo, porque la carpintería aaaaaah levanta plata. Pedro. Papá. Venga usted mijo. De los trabajos de la vida, ¿cuál usted le va a tirar? ¿Cuál es el trabajo? Yo, sastre. ¿Sastre, mijo? Sastre, papá. ¡Ah! buen trabajo porque en una sastrería se levanta plata. Venga Diego, mijo. De los trabajos de la vida, ¿usted cuál es el que le va a tirar? Le dice: papá, brujo. ¿Brujo? Le dice: sí papá, brujo. Llegó. Venga acá échese ahí. Y lo ha cogido, dele látigo, dele látigo, dele látigo, dele látigo, dele látigo. Tres veces le preguntó y todas tres veces le contestó. Le dijo la mamá que no le diera más latigazos a su hijo.

Mamá, me voy a donde mi pagrino. ¿Te vas Diego? Le dice: sí mamá, me voy pa’ donde mi pagrino. Écheme la bendición que me voy. La mamá le acomodó su maleta y se jue, camino andar, entre más andaba más andaba, caminar andar entre más andaba más caminar, camine andar entre más andaba más caminar, camine andar entre más andaba más caminar.

Llegó donde el pagrino. ¡Ave María! Saludó al pagrino y a la magrina. Ahijaro tome asiento. ¿Usted con qué misión viene? Pagrino, yo vengo en la misión a ver si usted me hace hombre, me enseña cualquier cosa. ¡Aaaaah! Ahijaro, lo de menos es eso. Él era ahijaro querido y lo ha acogido. Cuando él llegó, los otros aprendistas hacían animales, tigres, venaos, conejos, leones. Y ha cogido al ahijaro dele, dele, dele, enséñele, enséñele, enséñele, enséñele, enséñele.

Cuando ya tenía como seis meses de estar, le dice: bueno ahijaro, yo quiero que me haga cualquier animalito. No pagrino, mi cabeza no me da. Ahijaro, ¿en seis meses usted no ha aprendido nadita? No pagrino, yo soy muy rudo (distraído). El pagrino, enséñele, al juin (fin) era un ahijaro que él quería tanto, enséñele día y noche, enséñele día y noche. Cuando el pagrino se iba, se metía al cuarto a leer libros mágicos, y leía, y leía; se jue el año. Le dice: ahijado, quiero que me haga cualquier cosita. Le hizo un ratoncito y lo cogió dele, dele, dele, dele, dele, dele.

Tenía ya dos años de estar y nada. Le decía: pagrino, yo no sé nada, no aprendo nada, esto es muy duro. Ahijaro, en dos años que usted tiene de estar aquí y solamente me ha hecho un ratoncito. No ahijaro, usted está perdiendo el tiempo, se va tener que ir porque mi comadre puede estar diciendo que usted está aprendiendo algo y usted no está haciendo nada. Bueno pagrino. Acomodó su maletín y se jue, ni se despidió. El pagrino les mandó una carta a los compadres, que era muy rudo su ahijaro, que no aprendía nada. En dos años que tenía de estar, era pa’ que juera aprendido algo, pero nada. Llegó donde los papás, les entregó la carta, la leyeron, estaba ese fogón como que habiera pasado el aguaje. Diego le dice a Juan: préstemen cualquier cosa, una platica, hasta que yo me oriente, que yo se las vuelvo, yo se las pago.

Le dice el papá: bueno mijo. Al principio le trajieron una maderita y se puso el carpintero a hacer varias obritas y eso no alcanzaba ni para la comida. El sastre Pedro, la misma cosa, le trajieron una costurita y no le alcanzaba ni pa’ el almuerzo, así es que prende el fogón. Le dice: papá, usted, tres veces me castigó porque yo me tiraba a hacer mi arte creyendo que mis hermanos iban a ser ricos, así es que yo traigo hambre y quiero que me presten algo. No hijo, aquí no hay esperanza, apague el fogón.

En esa ciurá había un rey, ese rey tenía una canoa de siete brazas, grandísima y anchísima. Escurecieron con hambre; dice Diego: papá, mañana por la mañana vaya donde el rey que le alquile su canoa. ¿Esa canoa pa’ qué? Usted no tiene que ver nada, vaya que le alquile la canoa. Se levantó de mañanita, se acomodó el papá y se jue, llegó donde el rey: mi sacarial majestad, vengo a que me alquile su canoa. Estoy a la orden. Mandó que la jueran a empujar.

Al otro día: vámonos a tal quebrada, papá; todo animal que caiga al agua, mátelo. ¿Con qué perro? Eso no tiene que ver, vámonos. El papá en la popa y él en la proa de la canoa, a lo que entraron a la quebrada se saltó el hijo y escondido apareció un perro grandísimo que era del rey y no má entró ese perro al monte, todos los animales empiezan a caer y no má era guau, guau y caían dos, tres conejos al agua, y guau, guau y echa, y echa, y echa, no má era cae, cae, y caían cuatro o cinco caían al agua. ¡No se hallaba matando animales! Y echa animal, y echa animal, cuando él vio que ya la canoa estaba rayadita de animales, jalió el papá de la alegría: ¡Virgen Santísima! Y han salido pa’ juera, dele canalete, dele canalete, dele canalete, dele canalete, dele canalete.

Llegaron a la ciurá y cuando dijieron: ¡conejo de venta! Virgen santísima, se largó la ciurá entera, y el uno que cuatro y el otro que tres, el otro que dos, el más pobrecito uno y echa conejo. Jue tanto animal que el rey como era rey, compraba por diez, doce y eche animal y salga animal. Vino quedando seis conejos, dejaron solamente para ellos para la comida. Le dijieron: papá, no los vamos a vender. Y cogieron tremenda platica. No, bueno, y cuando los hermanos vieron que llegaron esos conejos, se jue al fogón parte de los conejos. Hizo aquella divina merienda, dijieron: voy a comer voy comer conejo, voy a comer, a todos les dijo.

El hijo: papá mañana cuando usted vaya a entregarle la canoa al rey, le va a decir el rey que le venda ese perro. Dígale que no le vende su perro porque esa es su olla, y el rey que se lo venda y usted que no y el rey que sí y usted que no y el rey que sí, hasta que papá le vaya ofreciendo el rey plata. A usted por el perro porque le venda el perro y usted que no vende su perro porque esa es su olla, y el rey le vaya ofreciendo millones sobre millones, millones sobre millones con tal que le venda el perro. Papá, cuando le ofrezca de unos cuarenta millones a cincuenta millones, dígale que le vende el perro pero que no responde si se le pierde. Él le va a decir: no, eso no es culpa suya.

Así jue, así es que cuando el viejo jue a entregarle la canoa al rey y el alquiler, lo primero que le dijo jue que le vendiera el perro. Y le dice: no, mi querida majestad, mi perro no lo vendo porque es mi olla. ¡Ay!, véndame el perro, por favor. No mi querida majestad, esa es mi olla no tengo más. Véndamelo. Y le jue ofreciendo millones y échele y ofrézcale millones, ofrézcale millones, ofrézcale millones hasta que llegaron a cuarenta y cinco millones. Le dice: bueno mi sacarial majestad, le vendo el perro pero no respondo si… No, le dice, usted no, no, no es culpa suya si al perro le pasa algo. Bueno así es que ya cogió y cuando el viejo le jue a entregar el perro se hizo él un perro. Ahora sí llegó el viejo, el rey y le contó ese dineral cuarenta y cinco millones, se quedó el perro allá.

Bueno ya el rey había buscado su gente, sus hombres para que jueran a cazar con el perro allá, hijita, y no jue cuento que no veía el rey la hora que amaneciera pa’ que jueran con el perro a cazar. Se jueron al otro día y entró ese perro y echa conejo al agua y mátese ahí y echa conejo al agua y mata y echa conejo al agua y mate. Estaba la canoa media, cuando miró que estaba la canoa media de conejo se perdió el perro. ¡Aaaaaaaaaay! Dios mío y esa gente asustada y llame a ese perro y llame a ese perro y llame a ese perro, uuuh estaba el perro en su casa metido. Llame a ese perro, llame a ese perro y asustado con el rey.

El caso jue que ya tarde, les iba a coger la noche se jueron. El hombre: ay mi sacarial majestad aquí venimos asustados porque ese perro se ha perdido, fíjese a qué horas venimos llegando buscando ese perro. El rey: mañana vamos a ir a buscar mi perro puede ser animal o fiera que lo ha comido. Se jue el mismo rey con ellos, entraron a la quebrada donde habían cazado y donde se había perdido el perro, camina pa’ llá, camina pa’ cá, se topaban con aquellos cuanalunes de fiera. Mi perro se lo han comido esas fieras. Mi perro por aquí y por acá y se perdió el perro.

Le dice Diego: papá, mi pagrino tiene una rifa de todos los aprendistas que tiene, es una rifa grandísima que el que se la gana, queda riquísimo hasta sus últimos días. Es una carrera de caballos, cuál corre más, son unos caballos gordísimos, son como doscientos cincuenta aprendistas. Yo me voy a hacer un caballito todo maluquito, todo gusamiento, papá un caballito reducido y dígale a mi pagrino que usted tiene mucha plata para apostar a ese caballo que no sirve, que es un caballo reducido, arréele plata, papá arréele, puedes apostar la plata que hemos cogido en todo los animales que hemos vendido. Bueno mijo. Papá usted va a ganar la apuesta, cuando gane la apuesta, mi pagrino le va a decir que le venda el caballo y usted dígale que no, y él que se lo venda y le va a ofrecer millones de millones porque ya lo conoce. Papá y usted en últimas dígale que se lo vende pero le saca el ron, le va a decir que no importa, papá no vaya a dejar de sacarle el ron. Bueno mijo.

Cuando llegó el día, se reunieron esas caballisas, eran dos caminos, un camino como de aquí a Guapi pongamos, y por esa carretera iban todos lo caballos y el que llegaba primero ese ganaba todo ese dineral. Llegaron los padres de los aprendistas a esa reunión. Toda la ciurá iba a esa carrera a ver quién se ganaba esa plata, y cuando dijieron, a la una, a las dos y a las tres, sonó un fusil y se jue ese caballito, ese caballito, ese caballito iba corriendo, iba cayendo, iba babiando, mientras lo estaban viendo y cuando vio que ya el pagrino no lo veía, como un fusil, Virgen santísima hacía como media hora que se habían ido los caballos y jue pasando toda esa caballisa y jue y pi, pi, pi, pi, y cuando llegó el caballo. Iban los otros recién de aquí pa’ llá y venía él de regreso ya con su boleto, cuando el pagrino lo voltió a ver, se venía cayendo ese caballito. Mire ese caballo compadre, cayéndose en ese barrial. El caballito lo conoció el pagrino, dice: aaaaaaaah este es mi ahijaro que no aprendía nada. No aaaaaah, aaaaaah conmigo se entiende, conmigo se entiende, a mi ahijaro lo mato, lo mato porque lo mato.

Ya al tiempo vinieron llegando esos otros caballos, le dice: compadre véndame ese caballo. No compadre mi caballo no lo vendo. Ay compadre, véndame el caballo. No compadre, mi caballo no lo vendo. Compadre, véndame el caballo. Mi caballo no lo vendo. Y le jue ofreciendo millones, y millones, y millones. No ve que ya lo había conocido que era el ahijaro, que no aprendía nada y cuando vio el promontorio de plata, le dijo: compadre, le vendo el caballo pero por tantos millones. Le dijo: no importa compadre, yo le compro el caballo. Ahí mismo el pagrino le contó todo ese millonal de dinero, le vendió el caballo.

Le dijo: ay ahijaro, usted era el que no aprendía nada, que me decía que no aprendía nada, que no le daba la cabeza. Ahijaro hoy lo quiero conocer ahijaro, le dijo, yo se las cobro a usted. Amarró en un poste al caballo, le dijo: mujé, a cuando usted vea este caballo azotándose, cesando, no le den un solo trago de agua. Le dice la esposa: está bien, y se acostó. Él tenía tres hijitos pequeñitos y cuando vieron que el caballo se azotaba, se tiraba, bajó el hijito mayor y le dice: mamita, al caballo de mi papito le doy un poquito de agua. No hijo, tu papá dijo que no le jueran a dar un trago de agua. Se subió el mayorcito, y está, este caballito azotándose, azotándose, babiando. Bajó el segundo: ay mamita, se ahoga el caballo, se muere el caballo, deme un poquito de agua pa’ darle. No hijo tu papá dijo, que aunque lo vieran muriéndose no le jueran a dar agua. Se subió el muchacho. Bajó el último y estaba ese caballito tirado. Mamita, se muere el caballo de mi papá, yo sí le voy a dar agua. No hijo, no hagás tal de darle agua a ese caballo, tu papá dijo que no le jueran a dar agua. Pero el muchacho, como es diablo, se subió escondido y vació un poquito de agua en un vaso y pan se lo metió al caballo en la boca.

Se jue el caballo a los elementos (al aire), pegó el grito: mamita, se jue el caballo de mi papá. ¿Qué jue que le diste a ese caballo? Y se ha puesto: marido, marido, marido, marido, marido, marido, marido, marido, y marido, marido, se jue el caballo, marido, levántate que se jue el caballo. Se levantó todo tonto de sueño y va ese caballo elevado, se santiguó el pagrino y dijo: allá vi un andar y se llevó a los elementos, y va ese caballo.

Le llevó una distancia al ahijaro: aquí te cojo, aquí te alcanzo, y aquí te cojo, aquí te alcanzo, aquí te cojo, aquí te alcanzo. Y cuando vio el ahijaro que el pagrino lo iba a alcanzar, ras, se hizo una palma de coco y un recogedor y se jue el pagrino. Y le dice: amigo y está esa palma de coco, está un rimero de coco grandísimo. Y empieza esa palma, pin, pum, pum, pum cayendo coco, y llegó: amigo, amigo, amigo. Mande. Le dijo: por acá ha parado un hombre con una mujé, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. ¡Ay Dios mío! Estos cocos del Santísimo no se vayan a perder. Amigo, amigo. Mande. Po’ aquí ha pasado un hombre con una mujé un, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Dios mío, estos cocos, Dios mío santísimo no se vayan a perder. Amigo, amigo, amigo. Mande, le decía. Y está loquito recogiendo coco. Vea pues por aquí ha pasado un hombre con una mujé uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Ay, Dios mío, estos cocos, Dios mío santísimo, no se vayan a perder. Este hombre está loco y se regresó el pagrino de pa’ trás. Ese hombre es un loco. Y a lo que se regresó el pagrino de pa’ trás, se jue volando por los aires y se jue, le llevaba una distancia al pagrino bastante.

Cuando llegó el pagrino y se regresó y miró de para atrás iba en las nubes negras y dice: ah, ese que va allá es el bandido de mi ahijaro. El pagrino nuevamente se ha ido: aquí te cojo aquí te alcanzo, aquí te cojo, aquí te alcanzo, aquí te cojo aquí te alcanzo, aquí te cojo, aquí te alcanzo. Y cuando vio que el pagrino lo iba a alcanzar, rua, se hizo un carbón y rechumbún al mar, y llegó el pagrino y una cuervera (cientos de cuervos) y llegó y eche, que es a punta de cuervo, chun, chun, y ese carbón le brinca, chun, chun, y ese carbón le brinca, chun, chun, y ese carbón le brinca, chun, chun, y ese carbón le brinca chun, chun, ese carbón le brinca, hasta que se quedaron. Era tan inmensa esa cuervera que no podían coger, y ahora sí cogió esa cuervera y se jueron yendo, se jueron yendo, pero ese era arte del pagrino porque se jueron yendo, y en lo que se jue el último cuervo dijo: allá está mi fusil y se jue, y se jue, y se jue, y se jue, y se regresó el pagrino y cuando miró a ver pa’ trás: esas nubes negras que van allá es el desgraciado de mi ahijaro. Yo hoy mato a mi ahijaro. Se regresó pero le llevaba una distancia bastante y cuando se regresó el pagrino, ay, se le jue acercando al ahijaro, se le jue acercando, se le jue acercando, se le jue acercando.

Ay, dijo el ahijaro, no tengo más que a mi pagrino ponerle un estorbo en el aire y le dijo adiós y una oscurana y llegó el pagrino ahí en la oscurana y se oscureció el mundo y va él andando, y el pagrino por aquí por acá, ya no podía volar porque no sabía por dónde iba, y por aquí y por acá, y por aquí y por acá, y por aquí. Allá en ciurá estaba una casa que resaltaba más que las otras casas de la ciurá y estaba una jeñorita asomada en el balcón. Llegó, y le dice: señorita, buenos días. Buenos días caballero, ¿cómo está? Regular, vea esa nube que viene allá arriba negra es mi pagrino que viene a matarme. La muchacha tenía un anillo que le había regalado el papá. Le dice: señorita, cuando mi pagrino llegue, yo me voy a meter aquí dentro de su anillo, y mi pagrino le va a decir que le venda el anillo, y usted que no se lo vende y él que se lo venda y le va a ir ofreciendo millones, millones, millones, millones, hasta donde usted quiera. Dígale que se lo vende, pero lo tira abajo, en lo que se lo largue abajo, entonces usted va a sentir una cebada, apriéteme que ese soy yo. Y así jue y él que acaba de dejar a la señorita y el pagrino que llega, y dice, ya estaba él adentro del anillo.

Buenos días señorita. Buenos días caballero, ¿qué tal, cómo está? Véndame su anillo. No se lo vendo porque esta es una herencia que mi padre me dejó. Le dijo: véndame el anillo le doy tantos millones. No se lo puedo vender porque es herencia de mi padre. ¡Ay señorita! Y le jue ofreciendo hasta cuando ella vio que eran millones bastantes que le había ofrecido. Lo vendo. Pero ella lo tiró abajo, no importa, le contó ahí mismo su millonada y le vendió el anillo pero lo largó abajo, sintió la cebada y praaaa apretó ella la cebada.

Entonces dijo el ahijaro: adiós. Que si llegaba a ver las dos, la cebada al suelo y llegaba la gallina pau, pau, cogían ese grano de cebada y armaba el brinco y paun la gallina cogía con una punta, cada grano de cebada podía armar el brinco de grano de cebada y no los podían tragar las gallinas. Hasta que dijo: estas son vainas de mi pagrino. Adiós, dice. Y un corral, y llegaron esas zorras cau, cau, cau, cau y apenas al salir cau, cau, cau, cau, una punta de zorra, acabó el ahijaro con el pagrino, y se casó con la señorita.

No tenían qué hacer con la plata. Al tiempo le dijo la muchacha: vaya a ver a sus padres, cómo están, en qué condiciones. Ya estaban viejitos, y le da todo ese dinero. Al llegar dijo: papá, toda esta plata es de usted con mi mamá, le dan a mis hermanos su parte, yo no necesito plata. Mi mujé es rica, úsenla ustedes, hasta el día que se mueran. Y contando, contando, se acabó mi cuento, sea mentira o sea verdad que se abra la tierra y se vuelva a cerrar.

 

Código: CLTC 545N

Año de recolección: 2010

Departamento: Cauca

Municipio: Guapi

Tipo de obra narrativa: Cuento

Informante:  Dionisio Micolta

Edad informante: 83

Recolector: Baudilio Revelo Hurtado, Camilo Revelo González y Carolina Revelo González

Fuente: Libro

Título de la publicación: Cuentos para dormir a Isabela. Tradición oral afropacífica colombiana

Año de publicación: 2010

 

 

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