Estaba la Sildanita
por un corredor arriba,
tocando su guitarrita,
¡qué bien que la tocaría!
Su padre que la miraba
desde el balcón que tenía:
–El ser tuyo nada importa,
el ser tuyo lo sería.
–¿Y las penas que yo sienta,
por mí, quién las pagaría?
–En Roma el Santo Papa,
que él sí las perdonaría.
–Y en el cielo hay un maestro,
que sí las castigaría.
–Corran, parientes y esclavos,
enciérrenme a Sildana
en un aposento oscuro,
que tenga siete ventanas.
Y me le dan de beber
de las aguas más saladas,
y me le dan de comer
de las cosas más amargas.–
Luego pasaron tres días,
Sildanita en la ventana
alcanzó a ver a su hermana,
con hilo de oro bordando.
-Mi hermana, por ser mi hermana,
dé por Dios un vaso de agua,
que me muero de hambre y sed
y a Dios pienso dar el alma.
–Quita, quítate, Sildana,
no te puedo dar el agua,
que si mi padre lo sabe,
quitarme la vida es nada.–
Se quedó la Sildanita
muy triste y desconsolada,
al ver que su misma hermana
el agua se la negaba.
Luego pasaron tres días,
Sildanita en la ventana
alcanzó a ver a su hermano,
con la bola de oro jugando.
–Mi hermano, por ser mi hermano,
dé por Dios un vaso de agua,
que me muero de hambre y sed
y a Dios pienso dar el alma.
–Quita, quítate, Sildana,
no te puedo dar el agua,
que si mi padre lo sabe,
quitarme la vida es nada.–
Se quedó la Sildanita
muy triste y desconsolada,
al ver que su mismo hermano
el agua se la negaba.
Luego pasaron tres días,
Sildanita en su ventana
alcanzó a ver a su abuela,
peinando su blanca cana.
–Abuela, por ser mi abuela,
dé por Dios un vaso de agua,
que me muero de hambre y sed
y a Dios quiero dar el alma.
–Quita, quítate, Sildana,
no te puedo dar el agua,
que si tu padre lo sabe,
quitarme la vida es nada.–
Se quedó la Sildanita
muy triste y desconsolada,
al ver que su misma abuela
el agua se la negaba.
Luego pasaron tres días,
Sildanita en su ventana
alcanzó a ver a su madre,
tendiendo la blanca cama.
–Mi madre, por ser mi madre,
dé por Dios un vaso de agua,
que me muero de hambre y sed
y a Dios quiero dar el alma.
–Quita, quítate de allá, Sildana,
no te puedo dar el agua,
que por tu mala vida
estoy viviendo mal casada.–
Se quedó la Sildanita
muy triste y desconsolada,
al ver que su misma madre
el agua se la negaba.
Luego pasaron tres días,
Sildanita en la ventana
alcanzó a ver a su padre,
paseándose por la sala.
–Mi padre, por ser mi padre,
dé por Dios un vaso de agua,
que me muero de hambre y sed
y a Dios quiero dar el alma.
–¡Recuérdate, Sildanita,
de lo que te dije en la sala!-
Vestido de oro tuviera,
y el agua no le negaba.
–Corran, parientes y esclavos,
traigan agua a Sildana,
y en un pozillo de oro
con tapa de porcelana.–
Cuando el agua ya llegó,
Sildanita ya acababa.
Las campanas de Belén,
ellas mismas repicaban
del gusto y de la alegría,
que Sildana ya acababa.
San José le hizo el cajón,
la Virgen la amortajaba.
Las ángeles para el cielo
a Sildana la llevaban.
Los diablos a los infiernos
a su padre lo arrastraban.

 

Código: CLTC 87N

Año de recolección: 1960

Departamento: Santander

Municipio: Aratoca

Tipo de obra narrativa: Romance

Informante:  Hilda Pereira

Edad informante: 12

Recolector: Gisela Beutler

Fuente: Libro

Título de la publicación: Estudios sobre el romancero español en Colombia en su tradición escrita y oral desde la época de la Conquista hasta la actualidad

Año de publicación: 1977

 

 

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