Encariñados los hombres con la vida, desearon no morir. Para esto, enviaron al tigre a decirle a Dios que cuando murieran les permitiera volver a resucitar. El tigre se puso en marcha, pero en la mitad del camino se cansó y se echó a dormir. La culebra, que odiaba al tigre porque una vez la había pisado en un baile, se dijo:

-Yo me saco un ojo por ver dos afuera. Que los hombres vivan largo tiempo, santo y bueno, porque con ellos me las entiendo cara a cara. Pero que este josefino (afeminado) y desconsiderado con las señoras sea eterno, eso sí no lo resisto. Esto no ocurrirá en mis días. Voy a decirle a Dios que cuando muramos no volvamos a resucitar.

Y arrastrándose, arrastrándose como podía, se echó a andar. Un día, después de mil y quinientos años, alcanzó a verla tigre, que le preguntó:

-¿Quién va? Por mi presencia nadie cruzar sin saludar y sin decir a dónde se dirige.

-Soy yo, culebra. Voy a la quebrada a lavar unos pañales y a llenar un cántaro de agua.

-¡Ah!, creí que fuera otro matacho (mamarracho, figura deforme).

Y siguió durmiendo.

La culebra al fin llegó al cielo y dio el mensaje que se había propuesto. Dios le respondió que así ocurriría.

Después de mucho tiempo arrimó el tigre al palacio del Creador y avisó la razón que los hombres le habían encomendado. Pero Dios le hizo saber que la culebra había pedido lo contrario de lo que querían los hombres, y Él había aceptado esa petición.

Los hombres odiaron a tigre y a culebra al comprender que por ellos había entrado la muerte sobre la tierra.

 

Código: CLTC 420N

Año de recolección: 1960

Departamento: Chocó

Municipio: Quibdó

Tipo de obra narrativa: Mito

Informante: 

Edad informante:

Recolector: Rogerio Velásquez M.

Fuente: Artículo de revista

Título de la publicación: Leyendas y cuentos de la raza negra

Año de publicación: 1960

 

 

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