En un pueblo lejano vivía un Anance que era sacristán. Como cada uno tiene su debilidad, la de Anance era la de comerse las hostias consagradas, hecho que notó el cura y sospechó con su ayudante. El sacerdote, orejón (receloso, en guardia) ya, reunió a los aldeanos y les pidió que le ayudaran a descubrir al autor de tanto crimen. Un día Anance fue sorprendido en el robo, por lo que fue condenado al patíbulo. Como tenía tres hijos, se le dio permiso para que se despidiera de ellos, diera sus mandatos, ordenara sus asuntos particulares y volviera a la prisión. Ya en su casa, preguntó: -¿Qué van a decir cuando muera?
El mayor respondió: -Ya no tendré quien me dé plátano con hostias. El contra-mayor (segundo hijo), dijo: -Ya no comeré más pan con hostias. El más pequeño dijo:-A la hora en que lo vayan a matar, yo diré desde lo alto de la torre: “Si Anance muere, el mundo se acaba; si Anance muere, candela se apagará para siempre; gentes y generaciones se acabarán también”.
A la hora del sacrificio, Anancito se subió a la torre más alta de la capilla y comenzó a repicar las campanas. Con voz delgada, repitió:
“Si Anance muere, el mundo se acaba; si Anance muere, candela se apagará para siempre; gentes y generaciones se acabarán también”.
Al oír esto, la multitud no sabía qué hacer. El cura fue a ver quién tocaba la campana y hablaba de esa manera, pero como Anancito era pequeño, no fue visto por el sacerdote. Mientras tanto, se había parado la ejecución, y el reo contento gritaba: -¡Ahí tienen! Los ángeles mismos pregonan lo que sucederá si me fusilan. Yo no debo morir, porque si esto ocurriera…
El alguacil le perdonó la vida, a condición de que dejara sus malas mañas y se volviera tipo bien.
Código: CLTC 400N
Año de recolección: 1955
Departamento: Nariño
Municipio: Tumaco
Tipo de obra narrativa: Cuento
Informante:
Edad informante:
Recolector: Rogerio Velásquez M.
Fuente: Artículo de revista
Título de la publicación: Cuentos de la raza negra
Año de publicación: 1959
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